Es mejor tener aliados que enemigos

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Aviso: esto tiene mucha, mucha sangre.

A Call le dolía la pierna.
"Que raro".
Por asombroso que parezca, ese fue el único comentario sarcástico que hizo.
"Estrago. Estrago. Estrago... ¿Cómo pude olvidarme de ti?"
No podía parecerle más horrible la imagen de su lobo solo, en el bosque, sin comida... Oh, que horror.
Y asi volvemos a la parte donde a Call le dolía la pierna. Aaron lo guíaba hacia la salida, corriendo. Pero parecía que era él el que estaba al mando. Miraba por todos lados, buscando un escape, un rayo de luz. Talvez luces de neón en forma de flecha que dijeran "Exit" o algo por el estilo.
Era comprensible. Cuando todo se sintió perdido, Estrago fué su luz. Solo que nadie más que ellos lo sabían.
De pronto, una ráfaga de viento le golpeó la cara. Sintió como el rubio se detenia.
No había luces de neón, pero esa enorme puerta que mostraba al exterior si que gritaba "Salida".
-Mira, se supone que no podemos...
A Call le importó un bledo lo que decía. Salió disparado hacia allí y se internó en los arboles.
-¡Estrago! ¡Vamos, lobo tonto!
Entre unos arbustos, salió su fiel mascota. Estaba cubierto de barro y hojas. Jadeaba por el cansancio.
-¡Oh, no! Estrago, no. Tranquilo amigo, estoy aquí -se agachó para abrazarlo, como tantas veces lo hizo, sin importarle lo mucho que le dolería la puta punzada de dolor. Y como su lobo siempre lo hacía, se entregó al abrazo-. Juramos siempre estar el uno para el otro ¿Recuerdas? Yo JAMÁS me separaré de ti. ¿Sabes? Ni siquiera lo pienses.
El lobo pareció hacer una especie de ronrroneo canino. Pero cualquiera que lo escuchara sabría lo que significaba: afecto. Estrago era conciente de la promesa, y juraba no romperla.
-Tienes frío -dijo Call al verlo temblar-. Toma.
Se sacó la camiseta e intentó ponersela a Estrago, con un sorpresivo éxito. Rió, parecía sacado de una pelicula bizarra con un nombre igual de bizarro como: "Los Perros-Zombie". Claro que su lobo si era una compleja especie de zombie, pero con una remera rasgada era para morirse de risa.
Los ojos se le volvieron naranjas y blancos, soltó un grunido.
-Ya... De acuerdo. No me reiré más.
Se paró. Miró para todos lados, intentando recordar de dónde había venido. Nop. Sin rastros de nada. Parecía que el bosque quisiera tapar sus huellas.
-¿Quién esta ahí? ¿Call?
La voz provenía de detrás de un árbol, era de una chica. La reconoció en seguida.
-Tamara. Si, soy yo.
La chica se dejó ver, llevaba un libro en sus manos. Lo primero que vió fué al caotizado. Al principió la asustó, pero lugo se tranquilizó. El lobito (aunque de chiquito no tenia nada) era adorable. Luego su vista se posó en la cara de Call, la cuál lucía una media sonrisa. Finalmente, bajó la vista a su torso desnudo... y una ola de horror la invadió.
-¿Q-qué es e-eso?
Call se sintió confundido. Bajo su vista y vió eso. Había intentado olvidarlo durante mucho tiempo, y cuando por fin lo hizo, allí se veía para hacerse recordar siempre.
Eso era una cicatriz. Empezaba por debajo de su axila derecha y terminaba por un centimetro más arriba de su ombligo. Era ancha y se hacía notar. Pero era una cicatriz que aunque no había sanado por completo, no dolía.
Suspiró.
-Me lo hizo con un cuchillo...
-¿Hizo? -dijo marcando la palabra- ¿Quién?
Call pensó por unos segundos. Pero decidió confiar. Lo había salvado antes.
-Todo empezó un día de entrenamiento con el maestro Joseph...

Un año antes.

-Así no.
Las palabras le habían golpeado duro. ¿Cómo podía equivocarse separando granos de arena?
-Te dije que lo hagas bien. No que te detengas.
Miró al maestro Joseph. Se estaba comiendo la manzana que debía estar comiendo él, en ese mismo instante. Esa manzana que su padre le había puesto en una bolsa marron para que pareciese el almuerzo de una escuela normal. Esa manzana que se merecía por haber separado tierra durante horas.
-No.
La cara de el anciano cambió de divertida a enojada.
-¿Que dijiste, niño estúpido?
-Dije que no -separó las palabras, marcandolas con firmeza para darle a entender su disconformidad.
-Y... -su cara volvió a mostrarle divertido-. ¿Qué te hace pensar que te dejaré parar?
Callum levantó una ceja. Realmente no lo sabía.
Tocó el suelo con las manos y pudo sentir todas las rocas a un diámetro de veinte metros. Su entrenamiento, a pesar de ser arduó, era efectivo. Eligió la roca más grande y se dispusó a atraerla, podía amenazarlo con aplastarlo.
Pero antes de que pudiera siquiera pensar, el anciano se le acercó, sacó de el suelo un afilado cuchillo de metal y se lo clavó, no entero, pero si profundo, en el lugar indicado anteriormente.
La vista de Callum se nubló. Las lagrimas se asomaron por sus ojos, y el hombre le puso su mano libre entre los dientes para que no gritara.
Supongo que... no tengo que agregar que se sentía en el infierno.
El hombre paró cuando llegó debajo de los pulmones.
-Tu padre me prohibió que te hiciera esto. Como yo se lo hice a él. Pero bueno, te portaste muy mal, niño imbécil. Tenias que ser castigado... Ah, si. Y si le dices algo de esto a él...
El cuchillo empezó a tomar un color rojo fuego. Callum lo supo de inmediato: estaba calentando el cuchillo. El maestro Joseph puso el pedazo de metal casi en llamas al final de la herida, y prosiguió hasta llegar al que hiba a ser el verdadero final.
Mientras, el chico se retorcía de dolor. Le salían ampollas y la sangre fluía, sin parecer querer detenerse. Feo era ya el hecho de que no podía defenderse. El dolor no lo dejaba soltar un hechizo. Intentó morderle la mano, para que lo soltara. Pero sintió el sabor de la sangre en la lengua y seguía allí. Pero lo peor fue que se sintió solo. No tenía ningún tipo de salvación. Ni nadie que pudiera matar a ese maldito desgraciado.
-... si se lo dices... serás mucho más castigado.
El anciano lo dejó caer al suelo, sangrando y herido. Miró el cuchillo, y lamió la sangre.
Vovió a donde estaba parado y mordió la manzana.
-Continua.
Callum, con su pecho hecho una cascada de sangre, con las lagrimas mojandole las mejillas, se intentó sentar y separó los granos de arena.

Un año después.

Tamara lo abrazaba con fuerza. Hasta lagrimas resvalaban sus ojos.
-Call... Lo siento tanto...
-No fue tu culpa.
-Pero quiero disculparme. No puedo creer que ese monstruo te haya hecho eso.
Call sonrió.
-Cuando Estrago llegó -se acercó al lobo-, el me salvó. Cada vez que el maestro Joseph me hacía algo, el lo mordía. Hasta que ya no me lastimó más. Ahora, cuando recuerdo esos horribles momentos, no pienso en lo mucho que me dolían las heridas, si no en que tuve a mi primer amigo... un amigo de verdad. Un amigo que juró estar siempre a mi lado. Fué entonces cuando supe que era mejor tener más aliados que enemigos... Tal vez por eso estoy aquí.
-Pues más que una aliada, te has conseguido una amiga.
Call la miró confundido.
-Tal vez no pueda estar todo el tiempo contigo. Pero juro que seré buena amiga... Te daré toda la felicidad que no pudiste tener.
Se abrazaron.
-Gracias Tamara...
-¿Por qué?
-Por estar a mi lado.

Esa noche la morena se despertó sudorosa en su cama.
Soñó que a Call lo quemaban vivo.
No podía ni imaginarse a una persona, viva, consiente, en esa situación. Se levantó y fué hacia la habitación de su nuevo amigo. Estaba despatarrado en su cama, con el pecho al descubierto, dejando ver eso.
Desde pequeña había vivido en un mundo de fantasía. No tenía ni la mínima idea de lo que pasaba en realidad. Luego, con los libros, se hizo conciente de lo que ocurría, pero seguía viendolo lejano. Cuando vió la cara de Aaron al decirle que su padre estaba en la cárcel, la hizo acercarse, solo un poco a la realidad. Pero con la historia de Call, se había metido de lleno en esa horrible verdad.
Apretó el puño observando en la oscuridad todas las heridas que su amigo tenía en su cuerpo.
-Te juro... -susurró al aire- Que te vengaré. Haré que ese monstruo page.
Y en medio de ese terrorífico mundo, Tamara cumpliría su promesa.

Nota de la escritora

Si @Madam_Nox, todo es tu culpa. Desde que leí el one shot de los hermanos Madden me quedé con ese horrible sentimiento. Así que de ahí salio este capitulo.
Espero que no me maten.
By...

El chico de la pierna rota -MagisteriumDonde viven las historias. Descúbrelo ahora