¿Call?

393 46 43
                                    

Nunca habia salido de la isla, jamás. Cuando era pequeño, su padre le decia que habian monstruos horribles que hiban a comerselo. Conforme hiba creciendo, se dió cuenta de que los montruos eran los magos, y aunque no hiban a comerselo, seguro que la punzada de miles de cuchillos podian hacerse pasar por dientes.
Callum no se sentia muy bien abandonando aquel lugar, tal vez no tan maravilloso, donde creció. Por eso sintió una pizca de alivio cuando vio a Estrago nadando al lado de la barca, como si la isla tampoco estuviera lista para dejarlo ir, y le diera un último recordatorio de la vida que tuvo allí...
Pero solo una pizca, luego solo sintió temor.
-¡Lobo tonto! -dijo ayudandolo a entrar en la barca-. ¡No puedes venir conmigo!
Pues si, sentia miedo de que no lo dejaran irse por su mascota.
Estrago soltó un ladrido.
-Puede quedarse en los bosques -dijo el chico-. No hay por qué no puedas llevartelo.
Callum lo miro con agradecimiento.
-Eso seria...
Sintieron un crujido.
Los tres magos y el lobo miraron una grieta, por donde salían grandes chorros de agua.
-Hay sobrepeso -dijo la chica-. Puede que lleguemos a la costa antes de que...
No pudo terminar sus palabras pues el barco se hundió.
Callum se mareó. Perdió la noción del espacio, no sabia donde era arriba ni donde estaba abajo. Pero su peor preocupación fue, otra vez, su pierna. No se sentía ni mental ni físicamente como para nadar.
Sintió unos rasguños en sus hombros. Al principio pensó que era Estrago (no podía ver pues era de noche y las aguas eran aún más negras que esta), pero luego sintió que lo sujetaban y que lo empujaban. Unos segundos despues, estaba en la superficie.
-Una de dos -escuchó la voz del chico. Al parecer él lo habia salvado.
Se dió la vuelta para mirarlo.
-¿Qué?
Entonces bajo la vista para ver que su uniforme del Magisterium (sabía como era pues varios caotizados lo tenían) estaba pegado a su cuerpo marcando todos sus musculos. Callum sintió un cosquilleo en todo el cuerpo, empezó a sudar a pesar de estar casi hecho un cubo de hielo, y se ruborizó de pies a cabeza.
-Por salvarnos la vida. Una de dos.
Lo miró a los ojos. Eran verdes. "Son... muy lindos..." pensó.
Los magos nadaron, Callum sujeto a el rubio, hasta la arena.
-Ya era hora...
Levantó la cabeza y vió a un chico de rasgos asiaticos parado ayudando a levantar a la chica.
Luego el "asiatico" se dió la vuelta y lo vió.
-¿Quién es él?
-Él es... ¿Cómo te llamas? -le preguntó, al parecer, Tamara.
-Soy Callum... -vaciló, pues no podía decir su verdadero apellido- Callum Portman.
-Call -dijo el chico rubio.
-¿Call?
-Sí, Call -en sus labios apareció una media sonrisa-. ¿Nunca te pusieron apodos?
Negó con la cabeza.
-Pues siempre hay una primera vez -se puso la mano derecha en la cintura-. Yo soy Aaron Steward -señalo a la de trenzas-, ella es Tamara Rajavi -señaló al asiatico-, y el es Jasper DeWinter.
Jasper lo miró con recelo. Luego puso una expresión vanidosa en el rostro.
-¿Que clase de mago eres? Yo soy mago de agua, logré abrirle paso al makaris en todo este estrecho pasillo de agua -se miró las uñas-. Pero seguro que lo que tu haces estará dentro de lo normal.
Call sonrió y convoco las conocidas llamas negras. El asiatico lanzó un grito agudo.
-Jasper -dijo Tamara-, Call es un makaris. Mucho más experimentado que Aaron, yo y tú en todo tipo de elemento-le guiño el ojo, a lo cual él le respondió con una sonrisa-. Creéme, lo he visto.
El mago pareció salir del shock y preguntó:
-¿De donde lo sacaron? -parecía querer gritar.
Mientras Tamara le decía toda la historia falsa que se inventaron sobre que era un "heroe", el makaris de ojos oscuros miró alrededor. Entre unos arbustos, a una lejanía considerable, se encontraba Estrago. "Buen chico". Solito se había apartado para que Jasper no lo viera.
-Entonces... Les salvaste la vida...
Call esperó encontrar sorpresa, asombro, admiración en su rostro, pero encontró celos. Supo entonces que a aquel chico le había caído terriblemente mal.
-Bueno. ¡Suficientes presentaciones! -gritó Aaron-. Es hora de que volvamos al Magisterium.
El rubio se acercó a un auto verde.
-Esperen... ¿Alguien aquí tiene licencia de conducir?
-Nadie -le contestó Aaron, y se sentó en el asientó del conductor.
Call suspiró. Pero luego, una sonrisa apareció en su cara. Tal vez escaparse no había sido tan mala idea.

El chico de la pierna rota -MagisteriumDonde viven las historias. Descúbrelo ahora