20 Contando estrellas

1.1K 56 12
                                    

Cuando Phoenix logró organizar a los invitados y consiguió que todos abandonaran su casa, Niall miró a su alrededor en busca de los numerosos coches en los cuales, supuestamente, irían hacia Helthon. Pero, curiosamente, allí solo había un coche y, teniendo en cuenta que era el vehículo del dueño de Golpes y Sangre, Niall desechó la opción de ocupar uno de sus asientos.

— Bien. —Phoenix respiró hondo—. Katie e Isabelle me han dicho que irán con Evan en su coche, así que quedan dos asientos libres. ¿Queréis ir con ellos, Gael, Finth? —preguntó, señalando a los dos amigos del brother de Niall.

Ellos asintieron gustosos y se dirigieron hacia el coche siguiendo al grandullón. Niall agradeció perder de vista aquellos puños y sintió una calma profunda que invadía su cuerpo, desde los pies hasta la cabeza. La chica del pelo rosa y las horripilantes gemelas ya no parecían tan malas opciones en comparación con «aquello» que acababa de marcharse.

— ¿Y cómo vamos los demás? —le preguntó a Phoenix .

— ¡En mi superfurgoneta! —respondió Louis, mientras terminaba de liarse el décimo porro (aproximadamente) de la noche.

— ¿Tu super... qué? —Niall miró de reojo el garaje abierto de la casa de los Tomlinson. Entonces lo entendió todo, y el mundo pareció derrumbarse bajo sus pies.

Mientras todos caminaban directos hacia una furgoneta maltrecha y con un aire hippie, pintarrajeada de grafitis, Niall permaneció quieto en el césped de la entrada, pálido como la luna que se alzaba sobre ellos. Phoenix le tiró de la manga de la chaqueta.

— Venga, vamos, ¿a qué esperas?

— No pienso montar en ese estercolero con ruedas.

— Niall, la superfurgoneta de Louis no es un estercolero —le reprochó Phoenix.

— ¡Pero seremos como inmigrantes, todos amontonados atrás! —clamó él—. Y, además, ¡ni siquiera es legal!

— ¿Qué importa que sea legal o no?

— Verás, he trazado ciertos planes respecto a mi futuro y, como espero puedas comprender, el hecho de que la policía me encuentre en la parte trasera de una furgoneta ilegal junto a un montón de personajes estrafalarios, y siendo conducida por un Mendigo que va fumándose un porro, no es lo más aconsejable para que mis magníficos planes acaben cumpliéndose.

Phoenix cerró los ojos con fuerza y se armó de paciencia. Después, sabiendo que ya todos se habían acomodado en los dos banquitos que había colocado Louis en los extremos de la superfurgoneta, miró a Niall casi a punto de llorar.

— ¿No puedes olvidar quién eres solo una maldita noche?, ¿no puedes comportarte como un chico de dieciocho años normal y corriente?

— No —contestó él, sin un ápice de compasión.

— ¡Niall, por favor, esta noche pretendo divertirme! No me apetece seguir siendo tu niñera.

— Es que no lo eres.

— ¡Ya lo creo que sí! —Le miró suplicante—. Te lo ruego, Niall...

El rostro del irlandés se tornó pensativo un instante. Después, sorprendentemente, asintió en silencio y caminó junto a Phoenix hacia la furgoneta que, probablemente, provocaría el fin de su existencia.

Los ojos de Phoenix le habían mirado de un modo tan desgarrador que casi había llegado a sentir cierta compasión hacia ella. Sacudió la cabeza, alejando esos desagradables pensamientos que provocaban que se sintiera ligeramente culpable.

Al llegar a la puerta trasera de la superfurgoneta de Louis, advirtieron que no quedaban sitios libres. A decir verdad, Emma ya estaba sentada sobre Zayn a falta de espacio.

Besos debajo del muérdago. N.H.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora