3 ¡Adjudicado!

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El resplandor del sol se filtraba tímidamente entre las nubes blancas, que parecían esponjosos trozos de algodón surcando el cielo. Phoenix agachó la cabeza y caminó a paso rápido por el camino pedregoso frente a ella, escuchando malhumorada los continuos suspiros de su compañero.

— ¿Puedes dejar de hacer eso? —exigió, metiendo las manos en los bolsillos del pantalón vaquero.

— ¿Dejar de hacer qué? —le preguntó Niall con fingida inocencia.

— Resoplar, bufar, suspirar...

La miró de reojo.

— ¿Acaso en América está prohibido hacerlo? —Emitió un chasquido de fastidio casi imperceptible—. Para que luego digan que Estados Unidos es la tierra de la libertad. Ni respirar se permite.

Phoenix le miró asqueada y reanudó la marcha.

— No está prohibido, pero a mí me molesta.

Niall rió con ganas.

— Me molesta esto... me molesta lo otro... —la imitó—. A mí en realidad me molesta tu cara y no me quejo.

— ¡Oh, usted perdone, Rey de la Belleza, olvidaba que eres el hermano gemelo de Brad Pitt! —replicó irónica y poniendo los ojos en blanco.

— Gracias por el halago —respondió Niall con un deje de satisfacción.

Phoenix se cruzó de brazos consternada.

— ¡Era una broma, no iba en serio! —Agitó las manos en alto para dar énfasis a sus palabras.

Él sacudió la cabeza de un lado a otro, negando.

— Ahora no intentes arreglarlo —le aconsejó—. Has admitido que soy atractivo y punto. No te sientas culpable por ello —añadió guiñándole un ojo.

Phoenix se llevó las manos a la cara y se frotó la frente totalmente desesperada. Gimoteó, pataleando en el suelo.

— ¡Dios mío, esto es una pesadilla! —exclamó apenada.

Niall sonrió con más ganas que nunca.

—Y eso que solo acaba de empezar... —le recordó, haciendo hincapié en el asunto.

— ¡Cállate! —gritó ella, nerviosa.

Niall simuló cerrar la boca con una cremallera invisible y lanzar la inexistente llave hacia el prado de al lado. Después respiró hondo, cerró los ojos con placer tras llenar los pulmones de aire y lo soltó todo de golpe.

— ¿No te parece que es hora de regresar a casa? —preguntó la chica pasados diez minutos.

Él la miró feliz, pero no dijo nada.

— ¡Contéstame! —exigió furiosa.

Niall se señaló los labios sellados, divertido al conseguir que su compañera estuviese a punto de entrar en un peligroso estado rayano en la histeria. Ella se cruzó de brazos, medio riendo más de pena que de alegría.

— Tú estás fatal, eres un enfermo —le dijo—, pero tranquilo, yo te ayudaré a hablar.

Se dibujó una mueca de horror en el rostro de Niall cuando Phoenix le pisó el pie decidida, dejándose caer sobre el pulcro zapato del joven irlandés. Él no pudo evitar gritar y la empujó lanzándola lejos.

— Pero ¿qué haces, estúpida? —chilló—. ¡Me has ensuciado el zapato!

Phoenix se mostró satisfecha.

— ¡Dame un pañuelo ahora mismo! —exigió con un tono autoritario.

Ella negó lentamente con la cabeza, saboreando el momento.

Besos debajo del muérdago. N.H.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora