12 Felices fiestas II

1K 50 0
                                    




Había empezado a nevar.
Phoenix tiritó y se colocó la capucha de la cazadora. Hacía frío y las calles de la urbanización estaban completamente desiertas, envueltas en la oscuridad nocturna. Alzó una mano, sin dejar de caminar, y permitió que algunos delicados copos de nieve rozaran su piel. Se derretían poco después, como si nunca hubiesen estado allí.
Aceleró el paso, preguntándose cómo estaría Niall. Ciertamente, no estaba segura de que dejarlo solo en casa hubiese sido una buena idea. Ahora se arrepentía. Había pasado la velada con sus amigos preocupada. Se imaginaba a un impulsivo Niall redecorando solo toda la casa e incluso cambiando la distribución de los muebles. Casi corrió cuando su mente comenzó a divagar con extrañas ideas que le removieron las entrañas.
Metió la llave en la cerradura. Eran las tres de la madrugada. Agradeció que sus padres se hubieran quedado a pasar la noche en un hotel de Boston, tras cenar allí para celebrar su aniversario de bodas. En cuanto abrió la puerta, el corazón comenzó a latirle con fuerza. La música descendía desde el piso superior, los primeros acordes de una canción de Nirvana sonaban a todo volumen.
¿Qué estaba ocurriendo? Casi temblando, subió lentamente por la escalera, con una mano en el pecho, infundiéndose calma. La música provenía de la habitación de Louis. Aquello la tranquilizó, pero solo momentáneamente, pues, cuando asomó la cabeza en aquel cuarto, descubrió que no había nadie allí. Aterrada, advirtió el humo en el aire. Humo que olía raro. Salió disparada hacia el cuarto de Niall y abrió la puerta sin miramientos. Tampoco lo encontró allí. Sin saber qué más hacer, desesperada, divisó la luz que se filtraba bajo la puerta del baño, corrió hasta allí y giró el picaporte plateado con las manos.
Aquella primera imagen la dejó totalmente paralizada. Niall estaba arrodillado frente al retrete abierto, con la cabeza metida en él y las manos abrazando el contorno. Estaba despeinado. Los mechones rubios caían a los lados, anárquicos. Sus ojos celestes se habían convertido en dos diminutas rendijas que parecían destilar fuego. Conservaba los pantalones intactos, pero estaba descalzo y llevaba varios botones de su preciada camisa blanca desabrochados. Recordando que aquel muchacho era Niall, se preguntó si había estallado una revolución en el país sin que ella se enterase. Se acercó hasta él, que levantó levemente la cabeza y le dedicó una sonrisa risueña.
— ¡Eeeh, Phoenix! —saludó agitando una mano en el aire.
Phoenix se arrodilló a su lado y lo examinó asombrada, sin comprender.
— ¡Dios mío! Pero ¿qué demonios te ha ocurrido?
Niall rió a carcajada limpia, soltando momentáneamente el retrete sobre el que se inclinaba para sujetarse la tripa con las manos.
— ¡Shoy felizzz...! Temedamete felizzz...
Phoenix quiso decir algo, pero se había quedado muda. Él se acercó más a ella, todavía riendo, y ella distinguió el aroma a alcohol puro. Abrió mucho los ojos, alucinada, mirándole sin poder creerse lo que estaba ocurriendo.
— ¿Has bebido, Niall?
Él parecía pensativo. Alzó la vista hacia el techo del baño, como si intentase recordar algo. Después brotó una nueva carcajada de sus labios.
—Un boquito. —Señaló con los dedos la cantidad, mostrándole unos cuatro centímetros—. Pero no musho. Es que he passsado la noshe con tu hemano, que es mu' majo, mu' simpático tamién...
Phoenix se llevó las manos a la cabeza. Tenía que calmarse. Debía lograr controlarse para enmendar la situación. ¡Por Dios! Había olvidado que Louis se quedaba aquella noche en casa. Pero ¿cómo había derivado la situación para que su perfecto estudiante de intercambio acabase así?
— ¡Voy a matar a Louis! —gritó, frotándose las sienes como si así fuese a conseguir dominar el conflicto.
Niall negó con la cabeza, cerrando los ojos.
— Pueg no hace musha falta. Creo que ya está muergto. —La miró sin siquiera pestañear—. Lo he vishto en el baño dabajo, tirado en el suelo. —Apuntó con un dedo al rostro de Phoenix —. Mírame atentamente: eshtaba ashí.
Niall se despatarró sobre el suelo del baño, estirando las piernas y los brazos, colocándose boca abajo, imitando la última postura en la que había visto a Louis. Después rió y se incorporó nuevamente. Phoenix resopló, furiosa. Ahora había pasado de estar asombrada a estar cabreada. Supuso que su hermano se había quedado dormido en el baño, como solía hacer cada vez que volvía de fiesta.
— Luego intercambiaré algunas palabras con él.
Niall se encogió de hombros.
— ¡Pero si he disho que ta muerto, mu muerto! —repitió.
— Vamos, levántate, idiota —le exigió ella, al tiempo que le estiraba de un brazo.
Él sonrió con aire alelado, como si fuese un muñeco de trapo.
— ¡Qué divedtido...! —exclamó alegremente, poniéndose de pie con ayuda de ______.
— ¿Te encuentras muy mal?
— ¡Pero qué dishes! Estoy de puuuta madre. —Fijó la vista en el retrete unos instantes—. Iba a fomitar, pero ya no.
Phoenix se acercó a él y se apartó instintivamente.
— Apestas a alcohol —le informó.
Él continuó riendo, con los ojos medio cerrados y apoyándose en el hombro de Phoenix para no caerse.
— He bebido cerveza —detalló—. Y despuesh, hemosh bebido eso que se llama... se llama... ¡joder, se llama como el chucho ese...!
— ¿Whisky? ¿Has bebido whisky?
— ¡Shi, eso!
La miró orgulloso. Phoenix se dirigió hacia la bañera, abrió el grifo del agua fría y colocó el tapón para que comenzase a llenarse. A él le costó mantenerse en pie cuando perdió el hombro de ella como apoyo. Se recostó sobre el lavabo, observándola con los ojos entrecerrados.
— Pero ¿cómo ha ocurrido todo esto? —continuó Phoenix .
Él volvió a encogerse de hombros.
— Puesh, bueno, tu hemano me dijo que quería ensheñarme una canción o algo de eso. Y despuesf me dio una especie de cigarro raro. —Sonrió al recordar la situación—. Ya no me acuerfdo de que mash ha pasado. Yo solo intentaba relacionarme mash con el Mendigo...
— ¿Marihuana, te ha dado marihuana?
— ¡Ah, sí, sip, él dice que es muuu güena para la salud, es terapéutica! Pa prevenir enfermedadesh.
Phoenix respiró agitadamente, angustiada. Agradeció que sus padres no estuviesen en casa. No quería ni imaginar qué habría ocurrido si hubiesen llegado a encontrarlo en tan pésimo estado. Alargó una mano hacia Niall, tirándole de la camisa y él volvió a reír como si aquello fuese un juego divertidísimo. Sin demasiados miramientos le empujó para meterle en la bañera, enseñándole cómo era eso de alzar una pierna y luego la otra. Él se dejó caer en el agua.
— ¡ESHTá FRÍA! —gritó.
— Te jodes. —Phoenix le miró enfadada—. Todo esto es por tu culpa. No puedo dejarte solo ni unas horas; mira cómo has acabado... borracho perdido.
— Eh, eh, eh, yo no eshtoy borrasho, eh...
Phoenix resopló. Cogió el bote de champú y dejó que el denso líquido le cayera en las manos y después lo restregó en la cabeza de Niall, que ahora jugaba con el agua, chapoteando alegremente como bien podría haberlo hecho un niño de tres años de edad. Comenzó a relatar la historia de un barco pirata —simbolizado por la mano izquierda— que se hundía a causa del ataque de una ballena asesina —simulada por la mano derecha, que se movía ágilmente golpeando a la izquierda—. Phoenix comenzó a frotarle con más ahínco la cabeza, procurando que el olor a alcohol desapareciera. Después se la enjuagó y aprovechó la ocasión para tirarle agua en la cara. Él se quejó.
— ¡Pican los ojosh!
— ¡Cállate!
— Jopeta...
Permaneció quieto unos instantes, dejando que ella terminase de enjuagarle el pelo.
— Navidá, navidá, duuulceee navidá... —canturreó sin ningún tipo de vergüenza.
Phoenix arrugó la nariz.
— ¿No odiabas los villancicos?
— No sé. —Se entretuvo observando una de sus manos—. ¡Hacia Belén va una burra, ring, ring, yo me aremendaba yo me eremendé...!
Phoenix negó con la cabeza en silencio.
— ¡Vamos, sal de una vez de la bañera!
Él se miró de arriba abajo, extrañado. Frunció el ceño.
— ¡Pero shi todavía estoy vestido!
— ¿Y qué quieres que haga yo al respecto, yonki?
— ¿Yonki? ¿Me hash llamado yonki? ¡Ya me eshtásh desnudando! — ordenó.
Ella rió, medio tosiendo. Se había quedado a cuadros, sin saber qué hacer. Sintió pena por él, así que comenzó a desabrocharle la camisa, cerrando los ojos y girando la cabeza hacia otro lado. Notaba la risa de Niall conforme su pecho se movía al compás de las carcajadas.
— ¡Me hashes coshquillash, Phoenix! —dijo alegre.
Phoenix le desabrochó el último botón y le quitó la camisa, rozando sus hombros, que eran suaves y fuertes. Intentó no admirar demasiado la musculatura de su torso, pero tuvo que reconocer que estaba de toma pan y moja.
La risa de Niall aumentó. Ella comenzó a cabrearse, más consigo misma que con él.
— ¿De qué te ríes, estúpido?
— ¡Ja, ja, ja...! Ahora te toca quitarme losh pantalonesh... y ahí no veash cuántas coshquillash tengo —explicó, señalándose la entrepierna.
Phoenix dio un paso hacia atrás, asustada. Entonces los entrecerrados ojos de Niall se clavaron fijamente en la puerta del baño.
— ¡Phoenix ! —exclamó—. ¿Tú papá no decía que debajo del muéddago tocaba besho de murciédago?
Ella no pudo reprochar nada, porque las manos de Niall atraparon su cuerpo. Se inclinó sobre Phoenix , todavía con aquella sonrisita tonta en los labios, y la besó. Phoenix dejó de respirar y creyó que la habitación comenzaba a girar bajo sus pies. No pudo moverse. No pudo dar un paso atrás. Tuvo que admitir que Niall besaba de un modo francamente extraordinario. Él se separó un poco, mientras ella se había convertido en una estatua, y la miró feliz, dándole un último beso en la comisura de los labios. Phoenix , asombrada, notó cómo sus mejillas comenzaban a arder.
— Joder, tu cara me recueddda a la nariz de Rudolf, el reno —farfulló él, sonriente—. Bueno, ¿qué pasaba con mi pantalón?
Phoenix , aterrada, salió del baño a toda prisa hacia su habitación. Se entretuvo en ponerle el pestillo a la puerta, apoyándose después en ella. Pero ¿qué había hecho? ¿En qué momento la situación había dado un giro? Ella no lo recordaba. Se sentía molesta por no haberse apartado a tiempo, antes de que Niall le diese aquel delicioso beso de príncipe... ¿Delicioso? No, no, ¡para nada! Delicioso no, más bien debía haber sido asqueroso. Phoenix se tanteó los labios con los dedos y suspiró avergonzada. Todavía creía sentir calor que le había subido a las mejillas.
Deseando dormirse para dejar de recordar los últimos acontecimientos, se puso el pijama y se tumbó en la cama, tapándose con las mantas hasta la nariz. Apagó la luz con la esperanza de que el sueño la invadiese pronto.
Veinte minutos después, alguien llamó insistentemente a su puerta, golpeándola con el puño cerrado.
— ¡Eh, Phoenix! ¡Soy Niall!
Cerró los ojos con fuerza. Fingió que no le oía.
— ¡Abre, por favor, te lo ruego! Creo que está ocurriendo algo raro...
Se levantó de la cama y un pequeño escalofrío recorrió su espalda de golpe. Quitó el seguro de la puerta, la abrió descubriendo a Niall, aturdido, con el pijama puesto del revés y el cabello rubio despeinado y todavía húmedo.
Él sonrió felizmente cuando sus ojos se encontraron. Y, sin pedir permiso alguno, entró en la habitación con paso descarado. Ella se interpuso en su camino.
— ¡Lárgate de aquí! De verdad, Niall, es hora de dormir; he tenido suficiente por hoy, créeme.
Él la miró apenado.
— Es que, Phoenix, mi habitación da mushas vueltas, y mash vueltash... Me he tumbado en la cama y no dejafa de girar tooodo el rato —intentó explicar, balbuceando. Ahora, más que divertido, parecía algo contrariado.
— Es normal que dé vueltas. Estás borracho y tu imaginación te juega malas pasadas.
— No me gushta ese cuarto, prefiero dormir aquí —añadió.
Phoenix abrió los ojos como platos. Se sentó en la cama y estiró las piernas, como si así fuese a proteger su espacio vital. Él sonrió, antes de perder el equilibrio y dejarse caer sobre ella. El rostro de Niall quedó sobre su estómago.
— ¡Oye, apártate de mí, imbécil! —chilló, intentando hacerse a un lado.
Ladeó la cabeza, estudiando el rostro de Niall. Tenía los ojos cerrados. Completamente cerrados. Se había quedado dormido sin poder tenerse ni un solo minuto más en pie. Phoenix suspiró pesadamente. Alguien debería regalarle algo por su paciencia, su consideración, su tolerancia... su bondad en general.
Empujó a Niall contra la pared, pues parecía un peso muerto de varias toneladas. Él sonrió en sueños apoderándose de la almohada; Phoenix resopló, pensando que ni dormido dejaría de ser egoísta. Dejó caer una manta sobre él antes de apagar la luz y acomodarse en el otro extremo de la cama.
Escuchaba la respiración de Niall, la sentía en su pelo. Mantuvo los ojos muy abiertos, advirtiendo anticipadamente que aquella extraña noche apenas podría descansar.

Besos debajo del muérdago. N.H.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora