16 Listas de amores pasados

989 43 1
                                    

— Un poco más de agua, por favor. Creo que acabaré deshidratándome.

— A no ser que la gripe de la gallina te atrape antes —Phoenix sonrió tímidamente—; creo que le lleva ventaja a la deshidratación.

— ¡No pronuncies el nombre prohibido! —le recordó Niall, que apretó los dientes al hablar.

— Oh, perdón.

La noche anterior habían acordado no pronunciar «la gripe de la gallina», ya que a Niall se le antojaba demasiado doloroso escuchar aquel terminó, y sus oídos no parecían estar preparados para soportarlo. Phoenix abrió el botiquín de primeros auxilios que él había llevado como parte del equipaje y buscó en el abarrotado interior otra toallita húmeda para colocársela en la frente.

— Están a la derecha —le indicó Niall—. ¡Uf, Phoenix , eres una paleta total! Dame el botiquín, ya las busco yo mismo.

Le tendió la maletita.

— Cuidado, no sea que te rompas una uña... —le advirtió ella, medio riendo—. Eso sería... el Apocalipsis.

Niall desenvolvió rápidamente otra toallita húmeda y, desechando la anterior, se la puso sobre la frente con cuidado. Se reclinó sobre el sofá y apoyó la cabeza en un almohadón de color morado.

— ¿Sabes?, empiezas a repetirte —dijo Niall—. Vas a tener que contratar a alguien para que piense estupideces nuevas por ti.

— ¿No es más propio de ti eso de tener sirvientes que se encarguen de tus responsabilidades?

— Sí. Ojalá estuviese aquí Jack —Suspiró con aire nostálgico—; nadie hace los zumos de piña con coco rallado como él... —Frunció el entrecejo—. ¡Cómo odio este horrible lugar!

— Te refieres a mi casa, ¿no?

— Sí, y a todos los que la habitan, por supuesto —aclaró felizmente.

— Tranquilo; para mí también es un alivio saber que cada minuto que pasa significa que falta un poco menos para que te marches de aquí. Niall estiró los brazos, sonriendo y ocupando prácticamente todo el sofá. Phoenix cambió el canal de la televisión, molesta, apretando con ahínco las teclas del mando a distancia.

— ¡Sí! Será un lujo volver a tener algo de espacio —prosiguió el irlandés.

— Oye, mi casa tiene dos pisos, no es pequeña.

— ¡Si tú lo dices...! Apuesto a que tiene los mismos metros cuadrados que uno de mis cuartos de baño.

Phoenix enarcó las cejas con escepticismo. Cada vez le intrigaba más sabe de dónde provenía realmente aquel extraño alumno de intercambio. Quizá todo aquello que decía era mentira, quizá solo se trataba de una persona con verdaderos problemas mentales que no llegaba a aceptar su propia realidad... y terminaba por inventársela. Ahogó un suspiro.

— Sabes que esta noche celebramos el cumpleaños de Louis, ¿verdad?

Niall ladeó lentamente la cabeza y miró a Phoenix con los ojos muy abiertos, como si acabase de ver a un fantasma. Después rió tontamente.

— ¡Qué chiste más malo! Y encima casi me lo trago.

— No es un chiste, Niall. —Phoenix amplió su sonrisa—. En realidad es dentro de una semana, lo que pasa es que coincide con el día de Navidad, y este año hemos decidido cambiarlo. Ya sé que es un poco precipitado... pero hemos conseguido arreglarlo.

Y era cierto. Louis había querido celebrar su cumpleaños esa misma noche de cualquier modo. Así pues, sus padres decidieron aprovechar el día para visitar a la tía Marge y pasar la noche con ella, dejándoles la casa libre. Había sido toda una suerte que el señor Tomlinson cediera; terminó sucumbiendo a las amenazas de Louis de que, si no lo hacía, dejaría de estudiar y se marcharía a recorrer mundo en la maltrecha caravana de su amigo Frank.

Besos debajo del muérdago. N.H.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora