25 ¡Feliz Navidad!

1K 45 3
                                    

« ¿Me he vuelto loca ya?», se preguntó Phoenix mientras se miraba en el espejo grande el baño. En realidad las profundas ojeras, la piel arrugada del contorno de los ojos tras el patético lloriqueo de la noche anterior y el cabello despeinado y enredado... no ayudaban mucho a encontrar una respuesta coherente que despejase sus dudas.

«Vale. Ahora, aparte de loca, también soy fea. Dos puntos extra.» Se sentó sobre el borde de la bañera mientras esta se llenaba de agua. Necesitaba con urgencia darse un baño relajante.

Los acontecimientos de la noche anterior la habían dejado aturdida. En primer lugar, todavía no lograba imaginarse a su aniñado Niall acostándose con aquella chica de la fiesta de no sé quién cuando tenía novia. En segundo lugar, debería haberle preguntado antes cuál era su apellido. En realidad lo indicaba en los papeles correspondientes del intercambio, pero no le había prestado atención y, aunque lo hubiese hecho, no lo habría creído.

Un Horan... El mimado, rico e imbécil hijo del famoso matrimonio Horan. El padre, dueño de una de las mayores empresas del mundo. La madre, una de las abogadas más prestigiosas de toda Europa. Phoenix se abofeteó a sí misma, intentando despertar así de aquel confuso sueño. Pero no pasó nada. Siguió allí, absorta, escuchando el sonido del agua caer conforme la bañera se iba llenando.

Por otra parte, empezaba a entender cómo y dónde había crecido Niall. Ahora todo tenía sentido, porque, claro, no era solo Niall, sino Niall Horan. Esa última palabra lo cambiaba todo de un modo radical.

Se desvistió, cerró el grifo y se sumergió en el agua. Respiró hondo, relajándose. Inclinó la cabeza hacia atrás, hundiéndola hasta mojarse todo el pelo. Innumerables pensamientos volvieron a invadir su mente.

De todos modos a ella le daba igual quién era Niall. Le importaba lo que había vivido con él, ni más ni menos. Y, si él había terminado engañando a su novia, que era una amiga e iba a su misma clase, ¿cómo podrían mantener ellos una relación a distancia? Se iría con otra a la primera de cambio, seguro. Phoenix no quería pasarlo mal, no deseaba hundirse por las noches en el sofá del comedor, al lado de su simpático amigo helado de chocolate, mientras recitaba una vez tras otra los diálogos de Romeo y Julieta y se preguntaba, angustiada, qué estaría haciendo Niall. Porque su paranoica mente se lo indicaría enseguida: estaría... con otra.

Exhaló aire por la nariz con la cabeza sumergida en el agua, un montón de burbujas pequeñas subieron a la superficie. Después volvió a sacar la cabeza y encontró fuerzas para echarse un poco de champú y frotarse el cabello sin demasiadas ganas. Llamaron a la puerta del baño.

— ¡Phoenix!

Era el traidor. Fingió que acababa de quedarse sorda.

— Phoenix, sé que estás ahí —prosiguió él—. ¿Puedo pasar?

— ¡NO!

Esta vez sí contestó, porque no recordaba si había puesto el pestillo y temía que él entrara sin demasiados miramientos. Por si acaso, corrió la cortina de la bañera.

— ¿Por qué no?, ¿qué estás haciendo?

— Duchándome.

—Ah, vale. —Niall bajó el tono de voz—. Pues te espero en la puerta hasta que termines.

Phoenix resopló. La estaba acorralando. Claro que ella le había evitado en numerosas ocasiones. La noche anterior, tras descubrir que el empresario Horan era su padre, había corrido despavorida hasta su habitación y se había encerrado allí a cal y canto, tal como había hecho también esa misma mañana. Solo salió —a toda prisa— cuando escuchó la voz de Niall y advirtió que este se encontraba en la planta baja de la casa. Ahora él no pensaba dejarla escapar otra vez, y comportándose como un hippie en la acción de manifestarse, había decidido hacer una sentada frente a la puerta del baño; solo le faltaba una pancarta reivindicativa que dijese: «Phoenix, ¡deja de huir! El pueblo te necesita». Total, viviendo ambos entre las mismas cuatro paredes, poco podría haber hecho por evitarle. Mucho menos teniendo en cuenta que aquel día era Navidad y celebraban la comida con toda la familia.

Besos debajo del muérdago. N.H.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora