19 Instinto salvaje II

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— Dame el teléfono del supermercado —le pidió Niall.

— ¿Qué...?, ¿qué piensas hacer, pequeño demente?

— Pediré que traigan a casa masa de canapé preparada.

Phoenix se cruzó de brazos y le miró como si acabase de volverse completamente loco. Suspiró largamente.

— Mira, Niall, en el diminuto supermercado de la urbanización no hacen pedidos a domicilio.

— Entonces esta vez será la excepción —repuso él, sonriente—. Venga, no me cuentes historias y dame el teléfono.

Phoenix puso los ojos en blanco, antes de desaparecer hacia el comedor en busca de la guía telefónica. Allí se encontró con su hermano, Esko y Leo, que reían sin cesar mientras veían anonadados el programa ¿Quién quiere ser millonario? Phoenix no encontró la gracia del asunto y supuso que ya habrían fumado más de la cuenta.

— ¿Estás con tu amiguito? —le preguntó Louis, dirigiéndole una sonrisa ligeramente maliciosa.

— No es mi amiguito —repuso Phoenix —. Y, en el remoto caso de que lo fuera, no sería asunto tuyo.

— Mientras os lo sigáis montando sobre la alfombra del comedor, será asunto mío —le indicó su hermano—. ¡En esta casa tenéis habitaciones de sobra para hacer gorrinadas, no hace falta que nos restreguéis vuestra feliz vida sexual! — gritó, y después rió atropelladamente, acompañado por las estridentes carcajadas de los otros dos.

— Louis, creo que deberías dejar de fumar.

— ¡Pero si la fiesta solo acaba de empezar! Espera a que lleguen los demás...

Phoenix cogió la guía telefónica y salió de allí dando un fuerte portazo. Estaba cabreada con el mundo en general. Niall tenía la culpa de todo. Antes de que el irlandés llegase allí a pasar las vacaciones todo había ido sobre ruedas, sin problemas. Ahora, contrariamente, las cosas comenzaban a torcerse más de lo debido.

— ¿Ya tienes el maldito teléfono? —preguntó Niall en cuanto ella entró en la cocina.

— Sí, aquí lo tienes —contestó Phoenix , lanzándole la gruesa guía telefónica.

Niall logró cogerla al vuelo, pero dio un paso atrás, asustado.

— ¿Quieres matarme? —Hojeó las páginas de la enorme guía—. ¿Y cómo narices pretendes que encuentre aquí el número del supermercado? ¡Búscalo tú!

Le tiró la guía, que de nuevo voló por los aires como si se tratase de una pelota de goma. Phoenix no consiguió alcanzarla y retumbó estridentemente sobre el suelo de la cocina.

— ¡Estúpido! —le gritó al recogerla.

Respiró agitada, mientras buscaba el teléfono del supermercado y prometió que, una vez lograse preparar adecuadamente el cumpleaños de Louis, también se dedicaría a celebrarlo por todo lo alto. Pensaba darse la fiesta de su vida. Es más: necesitaba urgentemente esa fiesta. Debía despejarse de todos aquellos insufribles días.

— Aquí lo tienes —le dijo cuando lo encontró y se lo señaló con la punta del dedo.

Él sonrió satisfecho. Cogió el teléfono, marcó el número y esperó una respuesta.

— ¿Oiga?, ¿hablo con el supermercado? —preguntó—. Ah, perfecto. Soy el señor Niall, me gustaría hacerles un pedido a domicilio.

Phoenix le observó mientras él permanecía en silencio, escuchando al parecer las palabras de uno de los encargados.

Besos debajo del muérdago. N.H.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora