Los párpados de Niall se agitaron nerviosos. Abrió los ojos poco después, preguntándose por qué Phoenix estaba durmiendo plácidamente entre sus brazos. Entonces recordó lo ocurrido la noche anterior y no pudo evitar sonreír tímidamente.
Contempló los rojizos labios entreabiertos de Phoenix, el cabello desordenado, que se desparramaba por la almohada, las graciosas pecas que recorrían el contorno de su nariz... Era realmente adorable.
Alzó una mano, dispuesto a hundir los dedos entre las ondulaciones de su pelo, pero la dejó suspendida en el aire cuando advirtió que alguien acababa de abrir la puerta. Frunció el entrecejo, molesto por la interrupción.
— ¡Buenos días, parejita! —gritó Louis.
El Mendigo llevaba una bandeja de plástico, repleta de diferentes alimentos, que dejó sobre la mesita de noche de Phoenix. Ella, aturdida, se giró hacia su hermano.
— ¿Qué haces, Louis? —le preguntó.
— Os he traído el desayuno. —Se encogió de hombros—. Para desearos una vida próspera, feliz y... Bueno, todo eso.
Niall se sentó sobre la cama. Solo entonces se dio cuenta de que había dormido con la misma ropa que llevaba la noche anterior y ahogó un gemido.
— ¡Dios mío! —Agitó el cuerpo de Phoenix —. ¡Levanta de una vez, estas sábanas están llenas de gérmenes!
Descubrió que ella también llevaba todavía los vaqueros ajustados y la camiseta marrón. Era asqueroso; después de haberse juntado con toda la chusma y haber entrado en una discoteca repleta de humo, sudor y demás porquería. Louis arrugó la nariz.
— Oye, seguís vestidos —farfulló—. Así que anoche ni siquiera hubo marcha.
— Louis, ¡por favor!, desaparece.
Louis se marchó cabizbajo, quizá algo dolido por el recibimiento de los otros dos. Niall se levantó de la cama y, tras calzarse los zapatos, tiró a Phoenix del brazo con tanta fuerza que ella acabó en el suelo.
— ¡Au! —se quejó ella, frotándose el codo—. Pero ¿qué haces, estúpido?
— Salvarte de una muerte segura —respondió él y, acto seguido, comenzó a quitar las sábanas de la cama, hizo una bola con ellas y las lanzó a un rincón de la habitación. Una vez el colchón se quedó desnudo, se miró las manos y su rostro se contrajo en una mueca de asco—. Perdona, pero ahora tengo que ir al baño a lavarme —le dijo, al tiempo que salía de la habitación.
Phoenix se quedó allí, sentada en el suelo de su cuarto, con la vista clavada en el colchón de la cama. Se preguntó si aquello sería un despertar normal para Niall. Probablemente sí. Respiró hondo, procurando encontrar la calma perdida. A nadie le gusta que rompan sus sueños tirándole de la cama. Niall regresó cinco minutos más tarde.
— ¿Todavía sigues ahí, Phoenix?
Le dirigió una mirada de reproche antes de sacar del armario un juego limpio de sábanas y hacer de nuevo la cama —previa inspección del colchón, por si quedaba algún resto bacteriano—. Cuando terminó, Phoenix había logrado levantarse y situarse a su lado.
— ¿No crees que es un poco exagerado? —le preguntó.
— ¿No crees que tú eres un poco... sucia? —contraatacó él.
Phoenix se quedó con la boca abierta y le dio un manotazo en el hombro.
— ¡Acabas de llamarme guarra!
— No pretendía ofenderte —Le sonrió como si ella tuviese tres años—; pero a veces es bueno que otros nos señalen nuestros defectos para que podamos advertirlos y, seguidamente, solucionarlos.
Phoenix negó con la cabeza, cabreada, y se dirigió a paso rápido hacia la cocina dispuesta a desayunar algo antes de enfrentarse nuevamente a Niall.
Pensó que quizá él podría cambiar, creyó que Niall se convertiría mágicamente en un chico normal y corriente después de aquel beso —como las ranas que terminan siendo príncipes—, pero, obviamente, se había equivocado. Niall no dijo nada mientras untaba dos tostadas con mantequilla y ella removía su café con parsimonia.
— ¿Y bien...? —comentó él, cuando ambos terminaron de desayunar.
— Y bien, ¿qué?
— ¿Ni siquiera piensas hablar sobre lo que pasó ayer? —le preguntó—. Por si no lo recuerdas, me pediste que durmiese contigo.
Phoenix rió, nerviosa.
— Por si a ti también te falla la memoria, antes de que eso ocurriera, tú me besaste.
Niall la acuchilló con la mirada. Iba a decirle cualquier barbaridad que se le pasara por la cabeza cuando Louis apareció en la cocina, cargado de nuevo con la bandeja del desayuno intacta que había dejado sobre la mesita de Phoenix.
— ¡Ni siquiera os habéis dignado probarlo! —se quejó—. Y me ha costado mucho averiguar cómo funcionaba el exprimidor de naranjas.
— Lo siento, Louis —contestó su hermana—. Pero ahora estamos ocupados, ¿hablamos luego?
Louis frunció los labios.
— Así que, como sois parejita, me margináis.
— Oh, no, no es eso...
— Ya, claro. —Les miró dolido—. Esperaré en el salón, con Whisky, mientras encuentras una buena excusa.
Y acto seguido volvió a desaparecer. Niall intentó contener la risa, y Phoenix le dirigió una mirada punzante y amenazadora. Él tosió y consiguió mantenerse serio.
— Entonces... —balbució—, tú y yo ahora... ¿qué somos?
— Personas —contestó Phoenix. No se atrevía a dar una respuesta sobre lo que realmente Niall pretendía averiguar.
— Idiota, me refería a nuestra situación tras los acontecimientos de la pasada noche.
— Deja de llamarme idiota —se quejó Phoenix.
— Deja de parecerlo, entonces.
Phoenix suspiró, dejó el vaso sobre la pila de la cocina y se apoyó en ella. Niall también se levantó para llevar su plato, y permaneció cerca de Phoenix, estudiando sus movimientos. Respiraba agitada, así que supuso que estaba nerviosa. Eso le gustó.
— ¿Te gusto? —le preguntó ella.
Y Niall tembló ante aquella complicada cuestión.
— ¿Te gusto yo a ti?
— ¿Quieres dejar de contestarme con otra pregunta? ¡Niall, esto no es una competición!
Niall iba a responder que sí, que sí le gustaba, pero justo en ese instante sonó el teléfono y Phoenix le apartó a un lado para poder descolgarlo.
— ¿Diga?
— ¡Cariño, soy mamá! —exclamó la señora Tomlinson al otro lado de la línea. Phoenix suspiró—. ¡Ya me he enterado de la noticia! ¡Y no sabes cuánto me alegro!
Phoenix frunció el entrecejo, y Niall la observó contrariado, intentando adivinar con quién hablaba.
— ¿De qué noticia estás hablando?
— ¡Niall es fantástico, un buen partido! —prosiguió su madre, omitiendo su pregunta pero dándole a entender la respuesta—. Hacéis una pareja perfecta. Tú padre y yo llegaremos a casa esta tarde.
— ¡Por favor, mamá! —Phoenix sintió ganas de llorar, pero logró contenerse—. ¿Se puede saber quién te ha dicho eso?
— Bueno, cielo, papá me está esperando fuera del hotel, vamos a visitar el museo de la ciudad —dijo, hablando atropelladamente—. Nos vemos en apenas unas horas. Cuídate, Phoenix, ¡y usa protección, cariño, úsala!
Acto seguido la señora Tomlinson abandonó la línea, y Phoenix se quedó atontada con el teléfono pegado a la oreja. Niall la sacudió por los hombros.
— ¿Qué te pasa?
— Nada —le dedicó una sonrisa forzada y después cogió mucho aire antes de gritar con todas sus fuerzas—. ¡LOUIS, VEN AQUÍ AHORA MISMO!
Como era de esperar, Louis no apareció.
Phoenix cerró con fuerza los ojos y volvió a abrirlos de golpe; después le explicó a Niall, sin entrar en detalles, la conversación que acababa de mantener con su madre. Él sonrió con fanfarronería cuando ella repitió la frase «Es un chico fantástico, un buen partido».
— Qué lista es tu madre —musitó.
La joven negó con la cabeza, incrédula.
— Pero ¿es que ni siquiera te preocupa lo que mis padres puedan pensar? ¡Por Dios, mi madre me ha pedido que use protección! —Phoenix agitó los brazos. Cuando sus padres llegaran no se atrevería a mirarles a la cara.
Niall se encogió de hombros.
— ¿Y...? Está claro que tienes que usar protección —dijo—. No tienes idea de la cantidad de enfermedades venéreas que hay hoy en día. Te sorprenderías, en serio.
Ella abrió mucho la boca y se quedó así un buen rato, medio atontada, hasta que terminó propinándole a Niall el segundo manotazo del día. Se lo merecía de veras. Él rió como un chiquillo y salió corriendo de la cocina, pero Phoenix logró alcanzarlo y, cogiéndole por el cuello de la camisa —cosa que molestó mucho a Niall—, le pidió que la acompañase para hablar seriamente con Louis.
Su hermano se encontraba tumbado en la cama de su habitación, y una pequeña sonrisita curvaba sus labios, por lo cual Phoenix supuso que estaba al tanto de la llamada y que, cuando ella había gritado su nombre, había permanecido callado a propósito. Niall se quedó rezagado en la entrada de la habitación, mirando con aire desdeñoso a su alrededor, como si aquello fuese un criadero de cerdos, mientras que Phoenix se adentró hasta situarse al lado de su hermano.
— ¿Algún problema, hermanita? —preguntó Louis, haciéndose el gracioso.
— ¿Por qué has tenido que decirle algo así a mamá?
— Si no hubieseis ignorado mi desayuno quizá habría sido más solidario.
— No te lo perdono, Louis —contestó Phoenix y le apuntó con un dedo acusador. Niall rió a sus espaldas—. ¿Y a ti qué te hace tanta gracia, tonto?
— Sigo disfrutando cada vez que te cabreas.
Phoenix salió de la habitación a paso rápido y entró en la suya. Niall la siguió sin pensárselo demasiado. Ella se sentó en la cama y se llevó las manos a la cabeza; él permaneció muy quieto, a su lado, convirtiéndose en una estatua.
— Tampoco es para tanto —comentó Niall, al cabo de un buen rato—. Además, tu madre me ama. Me ama casi más de lo que te ama a ti.
Phoenix suspiró hondo y le dirigió una punzante mirada.
— Vale, retiro lo último —rectificó él, alzando las manos en son de paz.
— Niall, es que... no te lo tomes a mal, pero... —Se esforzó por no apartar la mirada de sus ojos celestes mientras procuraba dar con las palabras correctas—, pero... tú eres raro. Esto es raro. La situación es rara.
— Tú también eres rara para mí.
— El problema es que yo... no sé cómo podría terminar todo esto —explicó, gesticulando en exceso con las manos; cuando se dio cuenta de ello, las dejó caer sobre su regazo—. Es probable que dentro de unas horas intentemos matarnos el uno al otro.
Él sonrió y se encogió de hombros.
— Bueno, tampoco sería una novedad.
— Ya, pero no es lo normal.
— ¿Tú quieres algo normal?, ¿es eso? —Encontró atisbos de valor escondidos en algún lugar remoto y logró mirarle a la cara.
Phoenix pareció dudar; entreabrió los labios, pero no logró contestar a las preguntas de Niall. Él se perdió en el mar de sus ojos y se preguntó si realmente sería posible que estuviesen juntos. Juntos, como esas parejas que paseaban por el parque mientras degustaban un helado. Negó con la cabeza, absorto en sus pensamientos. Lo cierto era que a él no le agradaba la idea de compartir su comida con nadie...
Volvió a mirarla. Se olvidó del helado, del parque y del resto de las parejas felices. Phoenix alzó despacio una mano, trémula, y terminó posándola sobre la mejilla de Niall; él, sorprendentemente, agradeció el calor de su piel y se le antojó reconfortante. Sonrió y se acercó hacia su rostro regalándole un tímido beso en la comisura de los labios.
— Hagamos algo juntos —le dijo.
Phoenix correspondió su sonrisa, y Niall se relajó un poco. Advirtió que llevaba media hora sentado en la cama con todos los músculos del cuerpo en tensión y la mandíbula ligeramente apretada.
— ¿Te apetece ir a la feria? —preguntó Phoenix, alegre.
Él tragó saliva despacio antes de asentir, temiéndose lo peor.
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Besos debajo del muérdago. N.H.
Fanfic«Un muerdago es una buena excusa para un beso» Fanfic de Niall Horan