Tanto Louis como Phoenix habían desaparecido de la comida navideña cuando Niall volvió a sentarse a la mesa. Al parecer, ambos se habían refugiado en sus respectivas habitaciones. Niall soportó durante más de una hora ciertos comentarios verdes que le dedicaba la abuela de Phoenix, como «Puedes pasarte por mi casa a visitarme cuando quieras» o «Nialler, tú sí que eres un mozo como Dios manda y no el carcamal este que tengo por esposo». El irlandés asintió ante todas sus palabras. Ya no tenía fuerzas para hacer bromas. Se había quedado sin inspiración.
Ahora no solo le odiaba Phoenix, sino también Louis. Miró de lado a la señora Tomlinson, rogando en silencio que ella todavía no le hubiese dado de lado. Afortunadamente, Johannah le sonrió con cariño, y él se sintió reconfortado bajo el brillo de sus amables ojos.
El señor Tomlinson se sirvió un vaso de licor, aprovechando la ocasión navideña y seguramente deseando olvidar su propia vida. Así pues, cuando los familiares de Phoenixse marcharon al fin, Niall lo agradeció con creces. Se disculpó después ante Johannah, indicándole que necesitaba descansar un rato.
Acababa de entrar en su habitación cuando sonó su teléfono. Lo buscó en el bolsillo de la chaqueta colgada tras la puerta, donde se le había olvidado, y contestó:
— ¿Cómo está mi pequeña coliflor?
Era su madre. Se sentó en la cama, mareado, e intentó sonreír, aunque sabía que ella no podía verle.
— Bien. —Suspiró—. Feliz Navidad, mamá.
— Igualmente, cariño. —Se oyeron algunas risitas de fondo—. Lo hemos celebrado en el restaurante italiano que tanto te gusta. Aquí ya es de noche, supongo que tú acabarás de comer.
— Sí, hace un rato.
— Aja —musitó—. Bueno, ricura, se pone tu padre al teléfono, que quiere hablar contigo.
Niall notó que su estómago daba un vuelco súbito y se llevó una mano a la barriga. Qué ganas tenía de hablar con su padre. Casi le temblaron las manos cuando escuchó su voz ronca y segura. El señor Horan siempre hablaba con una firmeza arrolladora y era extremadamente persuasivo.
— ¿Cómo te va, hijo?
— Digamos que... quizá no sea tan malo como pude pensar al principio. — Niall presionó el teléfono contra su oreja—. ¿Mucho trabajo por ahí?
— Sí, demasiado —contestó—. De todos modos, ya falta poco para que regreses, así que no te preocupes si no lo pasas tan bien como desearías. Tu madre y yo tenemos ganas de verte y de que estés en casa.
Niall parloteó algo más con su padre sobre temas de negocios antes de colgar. Tenía la boca seca. Casi no había pensado en ello, pero acababa de darse cuenta de que le quedaba poco tiempo y de que en apenas unos días volvería a Mullingar. Lo suyo con Phoenixera imposible. De un modo u otro, siempre estarían separados, ya fuese por sus discusiones, por la diferencia de sus mundos o porque, sencillamente, vivían en dos continentes diferentes.
Se levantó de golpe cuando Phoenixabrió la puerta de la habitación y le miró de arriba abajo con desdén.
— Prepara una mochila con provisiones para dos días —le ordenó.
— ¿Qué?
— Nos vamos de acampada.
Niall la miró como si estuviese loca de remate, pero a Phoenixno le importó. Cerró la puerta de golpe y regresó a su habitación. Tenía la seguridad de que los dos días siguientes serían los peores de su vida.
Todos los años, el grupo de amigos al completo organizaba una acampada por navidad. Bordeaban el bosque de la reserva hasta llegar a un lago que se congelaba en aquellas fiestas y por el cual todos solían resbalar y caer; les divertía deslizarse por el hielo.
Le había preguntado a su madre si podía dejar a Niall en casa, pero ella había respondido a su amable cuestión con un rotundo no. Phoenixno quería imaginar cómo sería convivir con Niall... en plena naturaleza. Ya era duro soportarle entre cuatro paredes.
Phoenixrespiró hondo antes de abrir su armario y comenzar a llenar la mochila con todo lo que encontraba mínimamente útil. Distinguió el regalo de Niall al fondo, entre montones de ropa, bien escondido. Sintió ganas de quemarlo, pero se contuvo a tiempo. ¿Cómo podía haberse encariñado de una persona tan sumamente egoísta? Era cierto que tenía algunos toques dulces y tiernos, pero no eran suficientes para equilibrar la inmensa balanza, que terminaba hundiéndose a causa de sus incontables defectos.
Tapó el regalo de Niall con una sudadera y se olvidó de él. Sacó un enorme anorak y toda la ropa de abrigo que pudo. Tres pares de calcetines de lana, una bufanda, guantes, un gorro blanco de nieve, camisetas interiores...
Los tímidos rayos del sol acunaban el despertar del día, semejando oro líquido que se derramaba sobre las agitadas hojas de los árboles. El azul cielo estaba ligeramente adornado con hermosas pinceladas rojizas y anaranjadas que indicaban el final del amanecer. El viento que soplaba era plácido, sutil y delicado...
Numerosos jóvenes se encontraban sentados en la cuneta de una carretera comarcal, al lado del inicio del bosque de la reserva. Habían dejado atrás el terreno cerrado de la urbanización donde vivían. Niall agradeció no haber despertado del todo todavía, así la situación se le antojaba menos dolorosa, puesto que aún no era consciente al cien por cien de lo que estaba ocurriendo.
Apenas a unos metros de distancia, su brother, Zayn, lanzaba una pequeña navaja y la clavaba en la corteza del tronco de un árbol. La cogía de nuevo y volvía a lanzarla. De buena mañana, a las seis. A Niall ya casi nada le parecía alarmante. Por otra parte, Emma (la visión de su pelo fucsia empeoraba de buena mañana), Eleanor, Amy y la Chica Cabeza Rapada permanecían adormiladas sentadas sobre sus propias mochilas. Phoenixse había alejado de él a propósito y charlaba sin demasiadas ganas con Gorth. Louis se encontraba ocupado escribiendo sobre la tierra seca su propio nombre con un palito de madera; parecía triste.
— Están tardando demasiado —se quejó Amy.
Por una vez, Niall estaba de acuerdo con ella. No era justo que ya llevasen allí casi veinte minutos esperando al enorme Evan, más conocido como Golpes y Sangre, ni mucho menos al estúpido de Liam.
Afortunadamente, no tardaron mucho más en aparecer caminando carretera arriba. Todos portaban una mochila colgada a la espalda. Desgraciadamente, a Niall no le cabía en una mochila todo lo necesario para subsistir en medio del bosque, así que él llevaba dos, más una bolsa de tela en la mano derecha. Esperaba que el camino no fuese demasiado largo.
— Sentimos la tardanza —dijo Liam, respirando con dificultad tras la carrera.
— No pasa nada. —Zayn se guardó la navaja en el bolsillo del desgastado pantalón vaquero y Niall agradeció el gesto en silencio—. Pero será mejor que nos marchemos ya, así llegaremos al claro a media tarde y podremos montar las tiendas cuando todavía haya luz.
— Pues, ¡venga, adelante! —rugió Golpes y Sangre.
Formaron una inestable fila y empezaron a internarse en las profundidades del bosque. Niall se sentía extenuado, pues apenas había dormido la noche anterior. Preparar la mochila no era algo que hiciese así como así. Pasó la tarde meditando qué llevarse. Aparte de la ropa, se había decantado por un botiquín de emergencia, entre otras cosas, como antimosquitos, cinco paquetes de pañuelos, tres linternas —había que ser precavido—, dos cepillos de dientes nuevos con sus respectivos envases de pasta dentífrica, una almohada plegable de viaje... y numerosos artilugios más que creyó convenientes para la ocasión, incluido un juego de sábanas por estrenar.
Verdaderamente, no sabía muy bien qué hacía allí en aquel instante: apretujado entre numerosas personas —odiaba las multitudes a muerte—, con Phoenixa su lado —también creía odiarla— y Liam a un metro de distancia — sobre el odio hacia este no abrigaba duda alguna—, caminando por el bosque —como si de un indígena se tratase—, con ganas de traspasarlo para llegar a un lago congelado — ¿qué tenía de interesante ese enorme trozo de hielo?
Durante la primera media hora de caminata se dedicó a observar y analizar a los presentes. Zayn, su brother, parecía haberse proclamado el líder del grupo, seguramente porque al no tener ningún tipo de escrúpulos lograba intimidar al resto; se movía con soltura entre los árboles y partía las ramas cuando alguna se enganchaba en su chaqueta de cuero. Emma le miraba con admiración y sacudía de vez en cuando sus coloridos cabellos, que resaltaban frente a los demás. Amy y Eleanor avanzaban cogidas del brazo, como las mujeres mayores, posición bastante incómoda a la hora de sortear las piedras o gruesas raíces que aparecían en medio del sendero. Louis parecía evitar la presencia de Niall y tenía la vista fija en el suelo, probablemente incluso estuviese pensando, aunque muy en el fondo a Niall le costó creérselo. Se giró hacia Phoenix, que estaba tras él y había pasado todo el trayecto hablando con Liam.
Trascurridos unos veinte minutos más, descubrió que las conversaciones de Liam eran más aburridas que pasar una semana en un desierto. Solo. Sin agua. Hubiese aguantado más tiempo vivo en ese estado que haciendo el esfuerzo de escucharle. En su mente comenzó una ardua investigación científica: «¿Cómo lograba Phoenixno dormirse de pie mientras esa voz parloteaba estupideces de fondo?». Incógnita de complicada resolución.
— Así que esos son mis planes para el futuro —proseguía Liam—, en cuanto termine mi segunda novela...
Niall le miró de reojo, molesto.
— ¿No puedes caminar en silencio? Me estás mareando —se quejó.
— Qué delicado nos ha salido el irlandés —respondió Liam con cierto retintín.
— No es necesario ser delicado para odiar tus monótonas conversaciones.
Phoenixsuspiró, y justo en ese momento Liam preguntó sobre la hora del almuerzo. Quienes iban a la cabeza de la fila comentaron que también ellos tenían hambre y finalmente lograron ponerse de acuerdo para hacer una corta parada. Se situaron en una explanada, sentados en círculo sobre el suelo, mojándose levemente por la humedad de la hierba. Niall fue el único que sacó de su mochila una pequeña toalla de baño y se sentó sobre ella, ante lo que Liam rió por lo bajo.
— ¿Es gracioso el hecho de que no tenga ganas de mojarme el culo? —preguntó, clavándole sus gélidos ojos celestes.
— No. Lo gracioso es que estemos en el campo, de excursión, pero no seas capaz de mantener un mínimo contacto físico con la naturaleza; algo verdaderamente hermoso, por cierto —dijo el escritor con media sonrisa en los labios.
— ¿A qué te refieres con la expresión «contacto físico»? ¿Tengo que tragarme una mosca para estar en contacto físico con la naturaleza o acaso debo sentarme sobre un montón de mierda para aprender a disfrutarla mejor? —atacó. Su limitada paciencia se agotaba por momentos. Total, ¿qué más podía perder? Phoenixle odiaba, Louis al parecer también... y apenas faltaban unos días para que se marchase de nuevo a Mullingar.
Liam iba a contestar sus palabras, pero Emma se le adelantó e interrumpió la conversación. Seguramente todos estaban al tanto de la tensión entre los otros dos, dado que Niall había besado a Phoenixdelante del grupo al completo a sabiendas de lo que Liam sentía por ella.
— Basta, chicos. Que no se siente en el suelo no significa que no ame la naturaleza. A todos aquí nos encanta, por eso hacemos esta excusión cada año — aclaró, mostrando sus blanquísimos dientes.
— Sí. Yo la amo mucho —siseó Niall. Probablemente solo Phoenixy Liam encontraron la ironía que escondían sus palabras.
La odiaba. Niall odiaba a muerte la naturaleza. ¡La de cantidad de gérmenes que se encontraban viviendo en ella! Aquello era como un hotel para las enfermedades. Bacterias, virus, resfriados, picaduras, infecciones... ¡Pensarlo se le antojaba doloroso! Odiaba los bichos, desde los gusanos hasta las tarántulas, detestaba aquella forma tan enclenque que tenían de caminar, de desplazarse. Las avispas le sacaban de quicio, y eso por no hablar de que además era terriblemente alérgico a sus picaduras. Pero lo que más odiaba de todo lo que habitaba en el campo eran los piojos. Pensar que unos diminutos seres podrían vivir en su cabeza, en su pelo, alimentándose de su valiosa sangre... le removía el intestino. Tener piojos era para él casi peor que un cáncer. Era la más temida de las maldiciones. ¡Por todo ello odiaba la naturaleza! Sin contar, por supuesto, con la presencia del resto de los animales que podían llegar a rondar por el bosque... prefirió no ahondar en aquel último aspecto.
Sacó de la mochila el bocadillo vegetal que le había preparado la señora Tomlinson e intentó disfrutar de la comida. Phoenixle observaba con atención. Y él, por más que lo desease, no era capaz de probar bocado. Lo había sacado al aire libre, allí donde múltiples gérmenes ya se habrían instalado agradablemente sobre el pan, sobre sus deliciosas olivas... invadiéndolo todo. Por ello, cuando todos habían terminado de almorzar, él solo había dado tres pequeños mordiscos al bocadillo.
— ¡Vamos, come de una vez! —le ordenó Golpes y Sangre, y la dura mirada de este pareció surtir efecto, pues Niall comenzó a devorar su almuerzo con más ganas.
La excursión prosiguió sin pausa. Niall estaba agotado. Y para colmo el único que hablaba era el pesado de Liam, el resto del grupo caminaba en silencio. Las horas se tornaron eternas, y los minutos, infinitos. La tensión acumulada en el ambiente provocaba que se sintiera vulnerable e intimidado. Louis no le había dirigido la palabra ni una sola vez durante todo el trayecto, aspecto que comenzaba a preocuparle de veras. Por otra parte, Phoenixle dejaba de lado y centraba toda su atención en Liam. Niall intentó hacerse un hueco entre los dos.
— Phoenix, ¿dónde dormiremos nosotros? —le preguntó—. No he traído tienda de campaña.
— La lleva Louis —respondió ella secamente.
— Entonces... ¿eso significa... que dormimos con Louis?
— Felicidades, has acertado.
Phoenixle sonrió falsamente. Niall tembló. Dormir con ambos hermanos sería francamente... peligroso.
— Y, Phoenix, si estáis muy apretados, en mi tienda cabes —añadió Liam.
Niall sintió unas ganas tremendas de matarle. Entornó los ojos e intentó no desesperarse.
— Sí, puede que sea una buena opción —le respondió ella, palmeándole la espalda.
Niall cerró los puños con fuerza e intentó seguir los pasos de la fila. Algo extraño comenzaba a bullir en su interior. Estaba cansado de tanta tontería. El enfado de Phoenixhabía ido demasiado lejos. Se inclinó hasta rozar la oreja de la chica con sus labios.
— ¿Podemos hablar un momentito? —le susurró.
— No, ahora no —le espetó Phoenix, y se sacudió la melena hacia atrás—. Quizá luego, cuando acampemos.
— Me estás sacando de quicio —le avisó Niall.
— Paciencia...
La voz de Phoenixdenotaba cierta diversión ante la situación, cosa que a Niall no le hacía ninguna gracia.
— «Paciencia» es una palabra que en mi vocabulario se encuentra en peligro de extinción.
— Como sigas así el que va a estar en peligro de extinción eres tú — concluyó ella.
Montar las tiendas de campaña no fue tarea fácil. Era la primera vez que Niall hacía una excursión de aquel tipo y le sorprendió la soltura del grupo a la hora de organizarse. Zayn llevaba la voz cantante y daba algunas órdenes de vez en cuando, mientras que Golpes y Sangre podía hundir las piquetas en la dura tierra sin la necesidad de tener un martillo, aspecto bastante útil. El único que le sonreía de vez en cuando era Gorth. A Niall le tranquilizaba su presencia.
Una vez su tienda estuvo bien montada, Niall entró en ella. Lo primero que pensó fue que sería complicado que consiguiese dormir bajo la dudosa seguridad de tres capas de tela fina. La segunda idea que acudió a su mente fue que definitivamente no deseaba que Phoenixterminase compartiendo la tienda con Liam, pues el aspecto de su interior se le antojaba extrañamente... íntimo.
Se puso nervioso cuando Louis entró. En aquel reducido espacio no podía evitar su mirada sin que se notase en exceso, así que pensó que había llegado la hora de enfrentarse a él y pagar por sus actos.
— Louis... —comenzó a decir, nervioso—. Lo que dijo tu hermana era verdad.
— Eso ya lo sé —contestó el otro, mientras guardaba su paquete de tabaco de liar en un bolsillo del extremo de la tienda.
— Lo que quiero decir es que... lo siento —admitió—. Puede que seamos muy diferentes, pero nos compenetramos bien. El problema es que no pensaba lo mismo al principio, no te conocía lo suficiente.
Un silencio tenso se adueñó de la tienda. Niall tosió, incómodo. Louis sonrió lentamente y poco después lo asfixió entre sus brazos. Las rastas de Louis le arañaban la piel de las mejillas, pero permaneció muy quieto aceptando el abrazo del Mendigo.
— ¡Te perdono, tío! —exclamó Louis, la mar de feliz. Lo soltó poco después, dejándole exhausto—. ¡Y ahora celebremos nuestra amistad con un porrete!
Niall rió, cosa que le extrañó hasta a sí mismo y esperó mientras Louis liaba con maestría aquel cigarro de hierbas medicinales. Ambos permanecieron en el interior de la tienda mientras escuchaban el ajetreo que el resto armaba fuera. Niall no fumó, pero la humareda que le envolvía comenzó a marearle. Suspiró, colocando su almohada plegable sobre el suelo y extendiendo las sábanas nuevas.
— ¿Sabes? Tu hermana pretende dormir con Liam —le informó a Louis.
Louis abrió mucho los ojos, sorprendido, al parecer.
— ¡Ni de broma! Yo no quiero cambiar de cuñado —se quejó, como un niño pequeño—. Le pediré a Liam que me deje dormir en su tienda y así Phoenixtendrá que dormir aquí, ¿no crees, chaval?
Niall sonrió travieso. Por supuesto que lo creía. Probablemente aquella era una de las mejores ideas que Louis había tenido en toda su vida.
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Besos debajo del muérdago. N.H.
Fanfic«Un muerdago es una buena excusa para un beso» Fanfic de Niall Horan