Capítulo 2. La Familia Adams (Segunda parte)

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En aquella plaza a poco más de las doce de la media noche estaban Thaly y Samantha adormeciendo sus sentidos, Thaly acariciaba a su hija para que el miedo de la partida desapareciera y pudiera caer en un sueño profundo que la ayudara a mitigar el dolor. Quizás fueron quince minutos o una hora, pero el sueño de Samantha se vio interrumpido cuando escuchó el traqueteo muy conocido de un carro, mientras parpadeó escuchó a su abuela:

—Hija, ¿qué ha pasado? —preguntó Elia.

—Thaly, ¿estás bien? Si ese Noide te hizo algo... —Amenazó Enrique, aunque todos lo conocían como Enri.

No era la primera vez que escuchaba el término Noide, era la forma que usaba su abuelo para referirse a su papá y aun no sabía si era un insulto o un halago.

Los abuelos Enrique y Elia Adams vivían a quince minutos de todo; quince minutos del colegio de Samantha, quince minutos de cualquier centro comercial, quince minutos de la casa de Dilas y Thaly y quince minutos de cualquier heladería decente. Para Samantha ese hecho se debía a que su abuelo era un excelente piloto de carreras, como él una vez le dijo en algún cuento sobre su juventud.

Thaly trató de despertar a Samantha para subirá al vehículo y con un gesto que significaba «ahora no» les pidió espacio a sus padres para hacerlo sola. Pero ella fingía dormir profundamente, entonces la dejó descansar y la cargó en brazos como no lo había hecho en mucho tiempo, ambas necesitaban ese contacto.

Cuando subieron al carro las puertas se cerraron con fuerza, el abuelo se sentó delante del volante y arrancó el sonoro motor que escondió con astucia los sollozos ahogados de Samantha. No hubo música ni palabras que rompieran el ambiente estático durante los precisos quince minutos de viaje, Thaly y sus padres se dedicaron solo a contemplar las luces de la calle al pasar.

Gemas de Poder: Sobrevivir Con PoderesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora