—Ujum así es —decía Thaly de forma cansina.
Samantha le repetía todo lo leído en el día, además de las cosas que sus abuelos le contaban. Nunca se sintió tan conectada con su mamá como en este momento. Thaly sabía todo lo que ella le decía, pero si no accedía a escucharla, pasaría la noche enfurruñada y pasando exasperada las hojas de los libros hasta que Thaly, cansada de sus resoplidos, rodaba los ojos y le preguntaba «¿qué aprendiste hoy?».
—Hoy también empezamos a ver las piedras, me costó identificarlas, mi abuela me dio su libro de runas y también tengo que aprender a dibujarlas, no son nada fáciles... —divagaba Samantha explicando las runas.
Thaly hacia una cadena de pensamientos, un poco de su trabajo, un poco de La Asamblea, un poco de la universidad y de repente se sintió flotando en el aire a un metro de la cama donde estaba recostada, el libro que sostenía también flotaba a centímetros de su mano, la taza del café de la mañana, los adornos de la mesa, la mesa, la cama misma, las almohadas, las sábanas y Samantha.
—¡Mamá, Papá! –Thaly gritó con su cara desfigurada por el horror de lo que aquello significaba.
En segundos Elia y Enrique entraron en la habitación frenando en seco al ver la escena. Elia se llevó la mano a su corazón como si se le fuese a salir de la impresión, en cambio Enrique se las llevó a la cabeza, como si el cerebro fuese a explotarle por todo lo que aquello implicaba. Thaly, Samantha y todo lo de la habitación estaba en el aire, incluso Elia y Enrique se comenzaron a sentir más ligeros, por lo que retrocedieron un paso hasta el umbral de la puerta.
—¡¿Qué está pasando?! —preguntó Elia desesperada.
—No puedo bajarnos, ¡no puedo! —afrimaba Thaly con el ceño fruncido por el esfuerzo que estaba haciendo.
Samantha se aferraba a la mesa de noche que flotaba alrededor de ella y temblaba de pies a cabeza con sus ojos humedecidos por el miedo y el desconcierto.
—Yo... yo solo... —balbuceaba Samantha.
—Calma niñas —ordeno Enrique con seguridad—, hagámoslo juntos a la de tres.
Con un asentimiento esperaron el conteo de Enrique y se concentraron los tres adultos en canalizar toda su energía para hacer aterrizar cada objeto. Primero bajaron a Samantha y a Thaly que estaban rozando el techo de la habitación. Ambas quedaron sentadas en la cama, como si no hubiese pasado nada. Por último se dedicaron a bajar todas las demás cosas lo que se hizo más sencillo una vez Samantha se comenzó a calmar.
Enrique salió de la habitación corriendo, detrás de él Thaly saltó de la cama y lo siguió. Elia miraba desde el pasillo como ambos revisaban puertas, ventanas, corrieron a la cocina y se escuchaban las puertas abriendo y cerrándose. A los minutos regresaron al cuarto donde Elia aún seguía vigilando y Samantha muy preocupada seguía sentada en la cama.
—¿Algo?—preguntó Elia.
—Nada —dijo Enrique, jadeando de la carrera.
—No entiendo que pasó, pensé que las piedras habían fallado, pero nada —decía Thaly entrando en la habitación con su frente sudada y ceñuda.
—¿Qué está pasando?— preguntó Samantha.
—A veces, cuando las piedras no son bien almacenadas y están cargadas de energía, pueden causar estas explosiones energéticas... —expuso Elia— también las piedras custodias suelen fallar.
—¿Tenemos piedras custodias aquí? —preguntó Samantha.
—Las casas de todos los energéticos están rodeadas de piedras custodias para evitar fugas de energía —respondió Enrique.
—Pero si hubiesen sido las custodias, hubiese flotado todo en la casa —dijo Thaly buscando una explicación con la vista fija en el piso.
—Sí, es verdad —afirmó Enrique con la mirada perdida.
—¿Qué más pudo haberlo ocasionado? —insistió Samantha.
—Muchas cosas en realidad... —contesó su abuela pues Enrique y Thaly parecían muy concentrados en su propio mundo de hipótesis— algunos niños energéticos pueden jugar con eso solo por diversión.
—Pero no hay más familias energéticas por aquí mamá —refunfuñó Thaly.
—Sí, por lo que también descartamos que esté ocurriendo una batalla o que haya muerto un energético o que... —Elia miró a Samantha con los ojos abiertos asombrada— un niño este desarrollando sus poderes.
Enrique y Thaly voltearon a mirarla. Parecía que habían conseguido dar con una explicación para lo sucedido. Samantha los miraba a todos de hito en hito. Enrique salió de la habitación y se dirigió a la suya con grandes zancadas.
—Sami, ¿hay algo que quizás hayas hecho, es decir, no con intención claro, para que...? —preguntó Thaly evitando sonar acusatoria.
Samantha negó con la cabeza.
Enrique regresó a la habitación con un sensor igual a aquel aparato de André, era el objeto con el que se medían las ondas energéticas. Entonces Samantha titubeó en dar una nueva respuesta sin dejar de mirar a su mamá.
—Bueno, yo... pero eso no pudo haber sido... yo solo estornudé.
Enrique se sentó al lado de Samantha y le entregó el sensor. Ella ya sabía qué hacer, habían medido varias veces su energía antes de la visita de André, pero había tenido atados sus poderes, por lo que la prueba consistía en que el sensor no hiciese en absoluto nada.
Samantha le dio a la pequeña palanca del Sensor, desde la posición Off a On y el sensor brilló con todos los colores, llegándose a colocar de una luz blanca tan intensa que Samantha de la impresión lo dejó caer al piso.
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Gemas de Poder: Sobrevivir Con Poderes
Fantasy¿Qué pasaría si despertaras de una espantosa pesadilla recurrente, en medio de un ritual de atadura de poder que te está haciendo tu familia? Samantha siempre se había creído a lo largo de su vida, una adolescente corriente, estándar e incluso este...