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La boda en Dragonstead del Darién Chiba y Lady Serena de Graycote fue un gran evento vikingo.
Fue realizada un viernes, o Friggsday, en conmemoración de la Diosa del Matrimonio.
Los cielos los correspondieron sonriéndoles con un clima cálido y un sol brillante.
La gente venía de todas partes, llenando las colinas y el valle que rodea el lago, donde las tiendas de vivos colores se habían levantado. Entre los invitados estaban el tío de Darién, Haakon, el rey de toda Noruega, un hombre guapo de pelo rubio unos años más joven que Darién. Haakon trajo consigo a su mejor amigo, Sigurd, el jarl de Lade. Sólo más ligero en tamaño  que  el  séquito  real  de  Haakon  fue  el  del  rey  Anlaf  y  sus  muchas  esposas  y concubinas, por no hablar de su exuberante hija, Signe, que fue seguida por un marido siempre sonriente, Torgunn, y su hermana Gudny, a la que no le importaba si alguien notaba los ruidos tintineantes debajo de su túnica, mientras sostenía fuertemente a su desconcertado esposo, Alfrigg, que caminaba a su lado.
Serena era un espectáculo para la vista en su vestido de lana suave bordado con hilo de oro bizantino, a la medida para ocultar su estómago leve. En su cuello había un magnífico collar de lágrimas de ámbar. En lo alto de su pelo en llamas de color rojizo, dejado suelto de acuerdo  a  la  moda  nupcial  nórdica,  descansaba  una  guirnalda  de  lirios  del  valle  del Dragonstead, mezclada con pequeños capullos de rosa.
Tan  hermosa  estaba  ella  que  algunos  dijeron  que  el  pelo  oxidado  y  las  pecas  se convirtieron en un atributo favorecido por las mujeres del norte ese día. 
Las  personas  generalmente  aceptaban  ahora  que  Serena  no  era  una  bruja,  pero preferían no correr riesgos. Muchos de los hombres que fueron vistos en su presencia, tenían sus escudos colocados casualmente delante de sus partes masculinas... siendo el más obvio el rey Anlaf. Y más que unos pocos espectadores fueron vistos revisando la parte trasera debajo del vestido de Serena, sólo por si acaso una cola cayera ahora que se había casado con un hombre mortal.
Atontado  era  la  única  manera  de  describir  a  Darién  mientras  miraba  a  su  amada acercarse al pabellón nupcial del brazo de Alan. Jaideite, de pie a su lado, le apretó el brazo, y los dos hermanos intercambiaron una mirada de entendimiento. Ambos sabían del efecto profundo que las mujeres en sus vidas habían tenido sobre ellos y lo difícil que había sido reconocerlo.
Darién estaba vestido todo de negro, desde las botas de cuero del tobillo hasta los braies y la túnica. La crudeza de su rico atuendo sólo era rota por un grueso cinturón de oro y su habitual pendiente de ámbar en forma de estrella. Como siempre, llevaba en su única oreja  expuesta  por  el  pelo  negro  dejado  suelto,  pero  trenzado  sólo  en  ese  lado,  el pendiente de plata con forma de rayo de su padre.
Después de que los votos del matrimonio cristiano fueron realizados por el Padre Caedmon, se procedió a seguir los rituales vikingos de la boda.
— ¿Quién acepta el mundr o precio de la novia, en nombre de Serena de Graycote? —pregunto Ketel, el lagman del rey Haakon.
—Yo lo hago —dijo Alan, dando un paso adelante para tomar en sus manos un cofre con algunas de las magníficas joyas de Darién. Era una tarea que debía realizar el padre de Serena, u otros miembros de la familia, si estuvieran vivos, pero, gracias a Dios, no lo estaban.
El rumor era que el Morgenr08;gifu de Darién para Serena —el "regalo de la mañana" que sería presentado al día siguiente, después de la noche de consumación— sería una pieza de ámbar  con  una  extraña  forma  que  parecía  cálido  al  tacto  y  palpitaba.  ¡Qué  extraño Morgenr08;gifu sería ese! Todos proclamaron en susurros, y estaban maravillados ante su propósito erótico.
— ¿Y tú tienes una heiman ftygia para tu marido? —Ketel le preguntó a la novia.
—Sí, lo tengo. Le doy a mi marido la mitad de un rebaño de dos docenas de preciadas ovejas y un carnero de cuernos rizados.
Entonces se escuchó reír a Darién, y su esposa fue vista dándole un codazo y murmuró algo que sonó como: — ¡Compórtate, troll!
— ¿Quién actúa como testigo del handsal que sella el contrato de boda? —preguntó Ketel, y seis hombres se adelantaron: Jaideite, Artemis, Alan, Nepherite, Anlaf y Haakon.
El rey Haakon le entregó a Darién la espada ancestral, “Piedra de Molino Mordedora”, que había pertenecido al famoso rey Harald “Cabellera Hermosa”. La leyenda dice que una vez Harald partió una piedra de molino con ella. Colocando un anillo de oro en la punta de la espada, Darién se lo ofreció a Serena, diciendo:  —Te  doy  este  anillo  para  marcar  el  círculo  continuo  de  nuestros  votos inquebrantables, y esta espada para custodiar a nuestros hijos.
Ella asintió con la cabeza, con lágrimas en los ojos como era su costumbre en los últimos tiempos, y repitió las palabras del ritual con un anillo de hombre para el novio.
Con una mano cada uno en la empuñadura de la espada y sus otras manos unidas, Darién le indicó a sus testigos que dieran un paso adelante. Entonces el lagman dijo:  —Nosotros nos declaramos testigos de que tú, Serena de Graycote, y tú, Darién de Dragonstead, se enlazan entre sí en legítimo compromiso, y al tomar sus  manos,  han prometido el uno al otro, el amor, honor y fidelidad, siempre y mientras la sangre fluya por sus venas. —Luego el lagman hizo un pequeño corte en cada una de sus muñecas, las apretó juntas y proclamó— con la mezcla de su sangre, Darién y Serena son uno.
No era exactamente el ritual vikingo tradicional, transmitido a lo largo de los siglos, pero lo suficientemente cerca, si las sonrisas en cientos de caras eran un indicio, seguido por gritos alborotados vikingos de felicitación a la pareja de recién casados. Además, pedir a la Diosa Freya para que bendijera a la pareja con la fertilidad sería un recordatorio poco delicado de la ya fértil condición de la novia.
— ¿Estás lista, esposa? —dijo Darién con un guiño.
—Sí, ya estoy lista, esposo —respondió Serena con un grito salvaje que haría que una doncella vikinga estuviera orgullosa. Luego ella corrió por la casa, levantando su vestido mientras recorría su camino a través del montículo de hierba que daba al castillo. Ese era el brudh gumareid, o "el correr de la novia" —aunque se veía más como "el rodar de la novia" debido a su condición.
Darién la persiguió —aunque lentamente, a pesar de que su pierna se sentía mejor en estos días— seguido por todos los invitados que reían y aplaudían. Al final, fue Darién quien la esperaba en la puerta de la casa con una sonrisa, con la espada colocada a través de la entrada. Si ella pasaba por encima de la espada, esa sería la prueba final de que ella aceptaba su cambio de estatus, de soltera a esposa.
Ella lo hizo, ante los ruidosos aplausos de todos.
Algunos dicen que luego Darién le golpeó el trasero con el costado de la espada. A veces los hombres vikingos eran así de troles.
Una vez dentro del gran salón, Darién hundió su espada en la cumbrera, dejando una profunda cicatriz en el pilar de apoyo de la casa. La profundidad de su corte era una indicación de la virilidad y buena suerte para la familia.
Con la bebida ceremonial de la cerveza nupcial, Serena presentó hidromiel a su nuevo esposo en un cuenco con dos asas y recitó las palabras tradicionales:
Ale te traigo, roble de batalla,
con fuerza combinada y el honor más grande;
mezclados con canciones mágicas y poderosas,
con hechizos buenos, de deseos de carreras veloces.

Después de beber, Darién hizo la señal del martillo de Thor, Mjolnir, sobre la copa y se presentó a Serena, diciendo:
Trae el martillo para bendecir a la novia:
En el regazo de la novia tu yaces Mjolnir;
En el nombre de Frigg entonces santifica nuestro matrimonio.

Después de eso hubieron muchos festejos y bebida de hidromiel, que sería bebido por un mes durante el período de "luna de miel". Algunos dicen que algo de miel también fue llevada a la cámara nupcial esa noche. Pero, ¿quién puede decir si eso es cierto?
Aunque Alan escribió un poema sobre ello, para sorpresa de nadie.
El troll puso miel
en sus plumas,
así que la bruja proclamó.
¿Me estoy quejando?
El vikingo rió.
Hay miel
en mi pluma, también.

Tres meses más tarde, Mamoru Chiba llegó aullando al mundo, un bebé moreno y de ojos azules con disposición a la sabiduría. Algunos dicen que está destinado a ganar el mundo, no con la espada, sino con un guiño y una sonrisa.

el vikingo hechizadoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora