2: El callejón Diagon

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Era un poco irritante, como todo el mundo saludaba a mi abuelo, bueno era famoso, un gran magizoologo y un escritor de muy buena fama. Me sabía la guía del libro de memoria de tantas veces que lo he leído. Hasta ahora tenía casi todo, excepto la varita, mi abuelo Newt dijo que lo mejor sería para el final. Estaba tan distraída viendo el cromo, que mi rana había saltado, y más encima choqué contra algo haciéndome caer de espaldas, creo que fue una pared.

—¡Laila!—escuche una voz preocupada, mi abuelo.

—Estoy...estoy bien—murmuré levantándome, no había chocado contra algo, al principio pensé que era una pared, si no contra alguien, tuve que alzar mucho la cabeza para ver quién era. Un hombre enorme, casi un gigante en frente de mi, tenía dos ojos negros pequeños y cálidos con una barba enmarañada, se veía preocupado.

—No te disculpes ¿Estás bien?—preguntó, tenía la voz un poco tosca

—Lo siento mucho—dijo mi abuelo al hombre gigante—. Mi nieta es algo...distraída.

Sin embargo la cara del hombre al ver a mi abuelo se transformó en sorpresa y casi pensé que empezaría a dar saltitos, por lo que reí en silencio, parecía como cuando yo había conocido a los kneazles.

—¡Gorgonas galopantes! Usted es Newt Scamander!—dijo con un tono de admiración.

—Sí —dijo mi abuelo con una gentil sonrisa como siempre —, es un gusto conocerlo señor...

—Hagrid, Rubeus Hagrid, guardián de los terrenos y las llaves de Howgarts—dijo con emoción, estrechándole la mano a mi abuelo—. Déjeme decirle señor...que su libro es maravilloso...sabe, desde pequeño siempre quise tener un dragón y su libro de cómo proteger a las criaturas es fascinante!

—Es una pena que ya nadie sepa apreciarlos—dijo mi abuelo asintiendo con una sonrisa.

El hombre parecía sumamente feliz al hablar con mi abuelo y a punto de llorar, parecía que el también tenía el mismo amor obsesivo por las criaturas, que mi abuelo y yo, me hubiera sumergido en la conversación de no ser que estaba impacientada por mi varita, mire a mi abuelo impaciente.

—Y esta es mi bisnieta; Laila—dijo tomándome por los hombros.

—¡Laila! ¡Eres igual a tu madre, Elizabeth!—dijo Hagrid—. Aunque te pareces un poco a...—paró en seco e hizo una mueca de disgusto—. ¡Bah tonterías mías! ¿Estarás en primer año?

—Sip, ¡espero estar en Griffindor!—dije rugiendo, imitando a un león.
Hagrid me miró como recordando algo y mi abuelo me miró y dijo;

—¿Sabes? Hufflepuff es una muy buena casa—sugirió.

—Si...pero mamá estaba en Gryffindor—dije un poco triste.

Mi abuelo solo me dio una sonrisa y le estrechó la mano a Hagrid.

—Ha sido increíble un gusto conocerle Hagrid, espero volver a verlo—dijo con su típica simpatía, mi abuelo es de esas personas que no puedes odiar, nunca, jamás y si lo odias, te perseguiré y te embrujaré...aunque no sé aún cómo.

—El honor ha sido todo mío Señor Scamander, te veré en Hogwarts Laila.

Hagrid se marchó dejándonos a los dos.

—¿Quién quiere ir por su varita?

🌌

Entramos a Ollivander's y una campanilla resonó en el fondo de la tienda. Era un lugar pequeño y vacío. Me sentía bastante emocionada viendo las miles de estrechas cajas, amontonadas cuidadosamente hasta el techo, una de ella seria mi compañera por toda la vida, si es que no la rompía la primera semana...

—Buenas tardes —dijo una voz amable.
Un anciano estaba ante nosotros; sus ojos, grandes y pálidos, brillaban como lunas en la penumbra del local.

—Hola —dije saludando con la mano.

—Ah, sí —dijo el hombre—. Sí, sí, pensaba que iba a verte pronto. Laila Scamander. —No era una pregunta y tampoco quería saber como él sabía mi nombre—. Eres igual a tu madre, recuerdo cuando vino a comprar su varita, 26 centímetros, pelo de unicornio.

El señor Ollivander se acercó a mi abuelo y dijo con orgullo;

—Y como olvidarme de su varita, señor Scamander, la única con el núcleo de hueso y concha de mar, una varita única — hizo una pausa hasta dirigirse hacia mí —. Bueno, ahora, Laila.. Déjame ver. — sacó de su bolsillo una cinta métrica, con marcas plateadas—. ¿Con qué brazo coges la varita?

—La izquierda.

—Extiende tu brazo. Eso es. —Me midió del hombro al dedo, luego de la muñeca al codo, del hombro al suelo, de la rodilla a la axila y alrededor de su cabeza. Mientras medía, dijo—: Cada varita Ollivander tiene un núcleo central de una poderosa sustancia mágica, Laila. Utilizamos pelos de unicornio, plumas de cola de fénix y nervios de corazón de dragón. No hay dos varitas Ollivander iguales, como no hay dos unicornios, dragones o aves fénix iguales. Y, por supuesto, nunca obtendrás tan buenos resultados con la varita de otro mago.
El señor Ollivander estaba revoloteando entre los estantes, sacando cajas, vi a mi abuelo insegura pero él solo me dio una sonrisa reconfortante.

—Esto ya está —dijo, y la cinta métrica se enrolló en el suelo—. Bien, Laila, prueba ésta. Madera de sauce y pelos de unicornio, 22 centímetros. Bonita e inflexible. Tómala y agítala.

Hice un gesto sin importancia, la agité y Olivander me la arranco de las manos

—Cartilago de dragón y ébano. Diecinueve centímetros. Muy elástica. Prueba...

La agité nuevamente y me la quitó, mi abuelo parecía bastante interesado. Después de 4 modelos el señor Ollivander parecía muy entusiasmado, sin embargo yo me sentía mal de no encontrarla y hacerle perder el tiempo.

—Lo siento mucho—dije con una mueca.

—Qué cliente tan difícil, ¿no? No te preocupes, encontraremos a tu pareja perfecta por aquí, en algún lado...—me miró serio y luego tenía una cara indecisa—. Me preguntó si...no lo sé...podría ser...—saco una varita de una caja negra que tenía debajo de su escritorio; me la extendió—. Pelo de Thestral y madera de Pirul, 23 centímetros.

Toqué la varita y sentí un calor en los dedos. Levante la varita, y una corriente de chispas rojas y verdes estallaron en la punta como fuegos artificiales, arrojando manchas de luz que bailaban en las paredes. Pensé que mi abuelo estaba feliz pero en realidad se veía bastante serio, pero Ollivander dijo:

—¡Oh, bravo! Oh, sí, oh, muy bien. Bien, sé que esta varita está en muy buenas manos.

Puso la varita en su caja y la envolvió en papel de embalar, mi abuelo Newt se acercó al hombre.

—¿Pluma de Thestral? De verdad cree que es para ella? ¡Es solo una niña pequeña, tiene once años!—dijo en susurros, pero pude escucharlo claramente.

—Pelo de Thestral y madera de Pirul. Una combinación Letal si no está en buenas manos—dijo mirándome y luego se dirigió a mi abuelo—. Como alguna vez le dije señor Scamander, la varita escoge al mago. Su nieta ya ha visto la muerte para poseer esta varita. Y está peculiar varita a escogido a una peculiar maga.

Laila Scamander y La Piedra FilosofalDonde viven las historias. Descúbrelo ahora