twenty two

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April

Abro los ojos y tengo que volver a cerrarlos por culpa del sol. Y sólo con este gesto siento como la cabeza me va a explotar. Es horroroso, creo que si me pegaran un tiro sería mejor.

Intento abrir los ojos de nuevo poniendo mi mano de modo que tape el sol. Por dios, que alguien lo apague o algo. Cuando puedo ver algo, inspecciono el cuarto dónde estoy. Y compruebo que este no es el mío.

Ay no, ¿qué has hecho?

Me incorporo en la cama lentamente, ya que sino el cuarto me da vueltas. Pongo un pie en el suelo y comienza a dolerme la cabeza. Por dios, no sé porque bebo.

Me paso las dos manos por la cara en un intento de que se quite el dolor. Pero es imposible.

Cuando consigo levantarme, me encuentro con un espejo. Abro la boca y los ojos al ver mi cara. Me explico, un monstruo tiene mejor aspecto que yo. Ojeras, unos pelos de loca y se me nota a kilómetros que no me entero de lo que pasa a mi alrededor. Y encima sigo con el mismo vestido y tacones. Menos mal.

Me dirijo hacia la puerta y en cuánto abro, me doy cuenta de que este apartamento me suena. Y que es de Zayn.

Menos mal.

Quiero decir, es mejor que sea alguien que conozco que pueda ser un gilipollas salido que haría de todo para que folláramos y después dejarme como si no fuera nada. Aunque tampoco hay mucha diferencia con Zayn. Pero bueno.

Camino a través del pasillo y cada paso es un dolor más en mi cabeza. Dios mío. No vuelvo a beber más en mi vida. Cuando llego al final del pasillo para la entrada salón, está Zayn en el marco de la cocina provocando que me asuste. 

— ¡Joder Zayn! —exclamo asustada mientras me toco la cabeza por el dolor.

— ¿Qué? —pregunta divertido.

— No tiene gracia —afirmo con cara de pocos amigos.

— No —se incorpora para acercarse a mí—. Lo que no tiene gracia es cuidar de una borracha que se comporta como una cría.

Me pongo roja mientras intento evitar su mirada. No me acuerdo de nada pero por lo que dice tuve que ser inaguantable.

— Bebí ¿y qué? Nadie te dijo que me cuidaras.

Hace una media sonrisa.

— Tu amigo Mike llamó a la policía y se fue sin ti.

Abro la boca de la sorpresa. Entre eso y el dolor de la cabeza me gustaría dormir y olvidarme del mundo por unas horas. ¿Por qué hizo Mike tal cosa?

— Joder... —susurro para pasarme las manos por la cara. 

— Anda entra —ordena mientras él hace lo mismo.

Voy despacio porque cada paso es como andar en el infierno.

— Bebe chocolate, a ver si así te despejas —pone una taza en la mesa.

Me siento y le miro sonriendo.

— ¿Por qué sonríes? —pregunta extrañado.

— ¿Has hecho chocolate para mí?

Miro hacia otros lados evitando mirarme mientras se rasca el pelo.

— Bueno, sí... ¿Por qué siempre tienes que decir todo con un tono que parece romántico?

Ruedo los ojos y bebo un sorbo.

— Nunca te quitarás esa actitud de chico malo sin sentimientos ¿no? —cuestiono sarcástica—. Sólo era para darte las gracias —sonrío.

He » z.m [EN EDICIÓN]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora