20. Pequeños recuerdos.

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Inés.

Desde que llegamos solo han pasado unas cuantas horas. Ha bastado para conocer a su familia, intimidarnos entre todos y como dice Óliver "ver una galaxia".

Son las 5 de la madrugada. Todos duermen menos yo, que no pego ojo ni aun queriendo.

No se que me pasa. Me comencé a marear y a tener náuseas. Corrí al baño más cercano y vomité.

-¿Te encuentras bien?

La voz ronca de su hermano hizo que se me parara el corazón al instante.

-Sí, solo que me encontraba mal.

Se quedó mirándome. Los ojos de el hermano eran azules como los de Óliver, pero mas oscuros.

-No me has dicho tu nombre.- Dije incorporándome.

-Edu, de eduardo.

-¿De donde vienes tan tarde?- Pregunté al fijarme que venía con ropa y no con pijama.

-De la casa de una. Tenía que salir lo antes posible de ahí.

Así que era un mujeriego. Todo lo contrario a Óliver.

-Bueno... Buenas noches.- Entré casi corriendo a la habitación y cerré.

Me quedé de espaldas apoyada en la puerta.

Me sentía muy incómoda cuando me miraba. Era muy descarado, no se, me daba algo de mal rollo.

Me dio tiempo a fijarme en él. Era completamente diferente a a Oly.

Mientras que Óliver era algo fuertote, Edu era algo mas delgado y con menos masa muscular, con el pelo corto y rubio que parecía de bote, y se dejaba barba.

En lo único que se parecía era en los ojos, y ya. Ambos eran azules. Uno como el mar y otro como el cielo.

Bajé de mis pensamientos al mundo real. Me volví a fijar en Óliver y en rostro.

Cuando se soltaba esa pequeña coleta el pelo se le desparramaba por la cara.

Me acerqué.

Me tumbé mirándole sus ojos cerrados. Apagué y me fui a dormir.

                                  ...

A la mañana me levanté relativamente temprano, a pesar de haberme dormido tan tarde.

Me froté los ojos, me estiré y miré a mi lado. Óliver no estaba. Supuse que tendría que bajar, así que me puse algo mas de ropa.

Cuando abrí la puerta un gran aroma inundó la habitación. Me resultaba familiar ese olor.

Bajé a la cocina y vi a Loreto cocinando y a Óliver poniendo la mesa sobre la isla de la cocina.

-Buenos días...- Dije algo dormida aún

-¡Buenos días!

Su madre desprendía felicidad. De verdad, tendríais que ver eso.

-Buenos días pequeña.- Óliver me dio un pequeño beso. Sus labios estaban dulces, como si hubiera comido algo antes.

-Huele de maravilla.- Dije esperando una respuesta.

-Estoy haciendo churros.

Cuando Loreto pronunció esas palabras se me paró el corazón. Hacía años que no probaba ni un mísero churro desde los 15 años.

Mi madre también los solía hacer, pero desde que murió mi padre no los volví a probar nunca.

Tomamos los tres asiento. En el centro de todo, un gran bol con churros.

La razón de Oli. [COMPLETA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora