➙ 3 actos de la misma obra.

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Acto número uno.
Acción.

—¡Mamá! ¡Mamá, por favor, no me dejes! Prometo portarme bien, hacer todas mis tareas y no volver a decirle a papá cosas feas. Prometo ser la niña que tanto quieres, pero por favor no me dejes sola —traté de aferrarme lo más fuerte que pude a su vestido, a pesar del dolor que eso le causaba a mi pequeño cuerpo y las fuertes quemaduras que empezaban a formarse en mi piel.

Una oleada de energía me mandó a volar varios metros, provocando que mi espalda chocase con los hierros del portón tras de mí. Grité del dolor, grité hasta desgarrar mis cuerdas vocales tratando de captar su atención inútilmente. Ella ya se había ido.

Acto número dos.
Acción.

—¡Papá, papá! —corrí por los pasillos de aquella mansión cargada de felicidad. Había finalmente conseguido mi primera llave celestial. Al llegar al final del pasillo me extrañé al ver la puerta de la habitación de mi padre cerrada, él nunca hacía eso.

Toqué dos veces, pero no recibí respuesta alguna.

Lo intenté otra vez, nada.

Posé mi pequeña mano en el pómulo de la puerta, y al tratar de girarlo me percaté de que se encontraba bloqueado.

—Papá, ¿estás bien? —mi voz sonó un tanto rasposa por el miedo. Agarré entre mis dedos la llave que había conseguido con mis ahorros.

—¡Ábrete puerta del Zodiaco: Leo! —el peli-naranja con el que hace poco había hecho un contrató salió de su llave y me miró extrañado.

—¿Qué pasa, Lucy?

—¿Podrías abrir esa puerta?

Aún extrañado me posicionó atrás de él con delicadeza y de un golpe secó, derribó la puerta. La habitación estaba completamente en silencio y sumida en la oscuridad; lo más preocupante era que no había rastro alguno de mi padre.

—Espérame aquí, no te muevas. —me advirtió Loke mientras se dirigía al baño personal de la habitación. Mi instinto me decía que algo pasaba, pero trataba con toda mis ganas de no pensar mucho en ello, seguro mi papá sólo me estaba jugando una pequeña broma.

El grito mudo que soltó Loke me sacó de mis pensamientos, y antes de que pudiese impedírmelo corrí hacía donde estaba él, mirando hacía su mismo punto. Mis músculos fallaron, haciéndome caer de rodillas al suelo, el dolor agudo de cabeza no duró en aparecer al igual que mi respiración comenzó a fallar.

Otra vez la historia se repetía y yo no podía apartar mi mirada del cuerpo colgado de mi padre.

Acto número tres.
Acción.

Le di otro sorbo a mi botella de agua antes de caminar hacia la casa construida en los confines de la ciudad en la que me encontraba. Miré a mi alrededor, notando que era la única casa construida de madera, las demás estaban hechas de cemento, incluido el hecho de que la casa estaba un tanto vieja, y no pude evitar preocuparme, ¿de verdad ellos vivían allí? Apresuré el paso.

Suspiré fuertemente una vez frente a la puerta, y toqué fuertemente. Unos pasos se apresuraron en abrir, y ante mi visión apareció una señora de algunos 40 años de edad, tenía el pelo de un negro azabache, y sus ojos eran de un increíble azul cielo. Me miraba con confusión en sus ojos pero a la vez tenía una amable sonrisa.

—Buenas, mi nombre es Lucy...

Apenas pronuncié mi nombre, la señora cambió completamente de expresión, su postura se tornó rígida y su sonrisa fue borrada.

—Heartfilia, ¿verdad? —su tono de voz se mostró completamente frío al igual que sus ojos.

-Si, señora.

—¿Qué haces aquí? —miró de soslayo atrás de ella, dio un paso hacia delante y cerró la puerta a sus espaldas.

—Yo... sólo quería conocerlos.

—¿Dónde está Takeshi? —me ignoró.

Narracción tercera persona.

A Lucy se le formó un nudo en la garganta, aún no superaba el suicido de su padre. Digo, sólo había sucedido 1 mes atrás, y ella misma le había tenido que enterrar en su jardín, sola. Después, en una noche curiosa subió a la habitación de los que solía llamar "papá y mamá", y enseguida un sobre amarillo posado arriba de la cama que anteriormente no había notado captó su atención. Era una carta donde le contaba la verdad parcialmente, junto a la dirección de esta casa.

—Mi papá... murió —susurró, y vio con temor como la mujer cambiaba otra vez de expresión, pero esta vez mostraba odio puro.

—¡Tú! —gritó, empujando a Lucy, la cual calló al suelo—. ¡Es tu culpa, estúpida niña! —gritó nuevamente.

—N-no, no es cierto... —Lucy sentía como una parte de ella de desgarraba lentamente. Se abrazó a si misma aún en el suelo.

¿Y si de verdad era su culpa? No había podido detener a su madre, y tampoco había podido salvar a su padre, era obvio que era su culpa. Los sentimientos reprimidos por todo este mes empezaron a surgir, y sin darse cuenta Lucy se encontraba abriendo el sello que maldecía la familia Heartfilia.

—¡Claro que es cierto! Por tu culpa y la desquiciada de tu madre, Takeshi está muerto.

La mujer llena de rabia se dispuso a atacar a la rubia, pero antes de poder siquiera rozarle, una barrera proveniente del cuerpo de Lucy la mandó a volar lejos.

—¡Argh! No, por favor, no le hagas daño —sollozó Lucy hablando consigo misma, su cuerpo dolía a montones, era como si mil agujas le estecen pinchado la piel a la misma vez. Y con la única pequeña fuerza que poseía luchó por no cederle su mente a aquel poder que la empezaba a corroer.

Otra onda de energía salió de su cuerpo, pero esta vez dirigida hacia la casa, la cual estalló en pedazos. Escuchó como la mujer gritaba desgarradamente, y sintió como su cuerpo volvía a la normalidad.

Empezó a temblar, ¿qué había hecho?

La mujer empezó a correr hacia lo que quedaba de la casa, buscando algo, o más bien a alguien. Y cuando al parecer lo encontró se llevo ambas manos a la cara, horrorizada. Se tiró al piso, y comenzó a gritar con furia. Lucy seguía en el suelo, aún abrazada a sus piernas y temblando.

—¡Lo mataste! ¡Mataste a tu hermano! —gritó la pelinegra, mirando con mucha más furia a la rubia, quién quedó en shock al escuchar lo que acababa de hacer.

"No, no otra vez" era lo que su mente repetía.

Ella sólo había querido conocer a su pequeño hermano, del cual su papá le había contado en esa pequeña carta, ella sólo quería cuidarlo... Se llevó sus manos a la cabeza y empezó a tirar de su pelo. Su mente era tan masoquista que le hacía revivir los hechos de como perdió a su familia una y otra vez.

¿Y lo peor?

Era su culpa.

Truth Hurt.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora