➙ Satoru.

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En los tres días que nos habían dado para prepararnos no hice más que estar en casa tranquila, no había ido al gremio, sólo había estado comiendo y durmiendo para ir con energías recargadas, obviamente también pensando en lo que pasaría en los próximos días.

Ya cuando llegó el día de partir, fui la primera en llegar a la estación de trenes así qué compré los boletos, la siguiente fue Erza, Laxus, y después Sting y Rogue, ninguno de los cinco habló hasta estar sentados en el vagón privado del tren.

—Creo que para nadie es una novedad de qué se trata de una trampa. —habló Erza, su expresión era seria. Todos asentimos.

—Según nos explicaron debemos llegar al último piso del consejo y averiguar qué es lo qué tienen ahí. -esta vez fue el turno de Laxus.

—Tengo un plan, pero deben escucharme atentamente. —ahora fue mi turno de hablar, captando la atención de todos. Alcé mi mano derecha y de esta salió una luz azul.

—Occulta marcam —susurré, y aprecié como las marcas del gremio de todos se ocultaba, sin dejarlos hablar levanté mi mano izquierda y la misma luz salió—. Mentis unionis.

—¿Qué acabas de hacer? —preguntó Sting impresionado igual que los demás. Los miré de igual forma a ellos.

—Es magia básica. ¿Nunca aprendieron estos hechizos? —todos negaron con la cabeza, suspiré—. El primer hechizo sirve para ocultar las marcas del gremio, y el segundo es una unión mental, nos podremos comunicar telepáticamente, sólo deben decir el nombre completo de la persona con la que quieren hablar.

—Dinos cuál es el plan.

—Bien, oculté la marca del gremio para evitar ser reconocidos, pero no cabe en duda de qué quizás encontremos personas que nos reconozcan por la cara, así que debemos evitar los lugares frecuentados, y si llegamos todos juntos llamaremos demasiado la atención, pero para eso ya encontré solución.

—Espera Lucy, si llegan a reconocernos, ¿qué medidas debemos tomar? —me interrumpió Erza.

—En este caso hay que ser astutos y evitar las peleas de cualquier forma, obviamente esto para Sting y Rogue no tendrá validez. —todos me miraron con duda pero no los dejé hablar— Pergrande cuenta con 2 ciudades importantes, además de la Capital. La primera es Greimhridh y la segunda es Grieggër, luego está la capital Ancyra.

—¿Qué es lo que debemos hacer? —preguntó un tanto emocionado Sting. Lo miré fijamente antes de seguir hablando.

—Este tren afortunadamente hace parada en todas las ciudades que acabo de mencionar, así que Erza se bajará en Greimhridh, Laxus en Grieggër, Sting y Rogue irán directamente a Ancyra, pero Rogue se bajará en la primera parada. Cada uno llegará a su manera al consejo mágico qué se encuentra en la capital, obviamente para esto debemos hacer en modo que nos lleven hacía allí.

—¿Y cómo se supone que haremos eso?

—Simple. Cada uno de nosotros debe encontrar la manera de dejarse capturar por los guardias en nuestra ciudad asignada.

—Pero, no has mencionado en qué ciudad estarás tú. —aclaró Laxus.

—Bueno, obviamente el plan no sirve de nada si todos terminamos encarcelados, yo seré el caballo de troya, me presentaré directamente en el consejo —todos me miraron como si estuviese loca—. Tranquilos, no se atreverán en atacarme, seguramente me llevarán hacia su presidente; una vez yo sepa que están todos adentros, procederé a liberarlos usando mi magia.

—¿Y no puedes liberarnos desde afuera? —preguntó Erza. La miré con algo de decepción.

—No te confundas, que sea poderosa no quiere decir que no tenga ciertos límites, algunos hechizos debo hacerlos estando cerca. Además, no tengo a Daian conmigo, estoy limitada en cierto aspectos.

Era cierto. Desde la conversación con Zeus, Hades y Dionisio no había vuelto a sentir a Daian dentro de mí, pero tampoco estaba preocupada, era normal en él quedarse varios días en su mundo. Pero a su vez comportaba un problema ya que no podría usar la magia ancestral de Dioses. Tendría qué valerme de mi primer y segundo contenedor, el cuál dividía en dos partes mi magia de espíritus celestiales. El primer contenedor contenía el 30% de dicha magia, el segundo el restante 70%, el tercero la magia ancestral y el cuarto, el cuál se encontraba sellado, era el qué contenía la magia uno.

—¿Cuánto tiempo tenemos? —preguntó Rogue.

—Buena pregunta, cada uno de nosotros debe encontrarse dentro del consejo para mañana en la noche, a esa hora los turnos de guardia son menos pesados, y en su mayoría están cansados, que es un punto a nuestro favor.

La mayor parte del viaje fue en su mayoría hablando y perfeccionando entre todos el plan. No puedo negar que fue agradable pasar el tiempo con ellos. Luego de eso, empezaron a bajarse del tren, la primera fue Erza y luego le siguió Laxus, el cuál se fue no sin antes dedicarme una mirada encrespada la cuál no pude conectar con algún sentimiento o emoción específico. Para cuando llegamos a la última parada de Ancyra sólo quedábamos Sting y yo.

No cruzábamos palabras, pero nos mirábamos -inesperadamente él también a mi- con seriedad pintada en el rostro. Tenía algunas dudas que necesitaba saciar.

—¿Qué edad tienes, Sting? —pregunté sin tapujos.

—17, ¿y tú?

—19. Sino mal recuerdo eres un dragón slayeer de luz, ¿cierto?

—Sí. ¿Tú que magias usas?

—Magia de espíritus celestiales.

No quise dar más detalles sobre mi magia, y si se preguntaban la razón por la cuál respondía sus preguntas es porqué necesitaba que él respondiera las mías. La curiosidad me tentaba a seguir indagando sobre él, por alguna razón sentía gran compatibilidad con él.

—Cuéntame de ti, Sting. ¿Tus padres que magia usan? —me atreví a decir, él me miró con el ceño fruncido antes de relajarse y empezar a hablar:

—Mi madre no era maga, y murió cuando yo tenía 10 años, ahí fue cuando conocí a Weisslogia, lo demás es entrenamiento y luego me uní a Sabertooth.

—¿Qué hay de tu padre? —no me pasó desapercibido el cómo el cuerpo de Sting se tensó y trató de sonreír con una sonrisa falsa.

—No lo conozco, a mala penas sé su nombre. Mi mamá me dijo que falleció en un accidente. —por la rigidez de su voz pude darme cuenta fácilmente de qué mentía, pero no quise indagar más por mera educación.

Justo cuando iba a hablar sobre él parecía hablar más del tema el auto-parlante del tren lo interrumpió anunciando que habíamos llegado a su parada. El fue a despedirse, pero antes de qué se fuera, no pude evitar formular una pregunta: —¿Cuál era el nombre de tu padre, Sting?

Él me miro extrañado pero sin dudarlo contestó, causando en mí un numero ilimitado de emociones, y pensamientos. Todo mi cuerpo se tensó ante la respuesta.

—Satoru.

Truth Hurt.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora