➙ La misión II.

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Decir que estaba tensa era poco, todo mi cuerpo estaba rígido debido a los pensamientos que dominaban mi cabeza. ¿Podría ser Sting mi hermano? Aunque eso fuese posible, una parte de mí se negaba a creerlo, después de todo, recordaba qué yo lo había matado cuando destruí su hogar y este le cayó encima. Recordaba los gritos de desesperación de su madre. Recordaba con cada átomo de mi cuerpo el dolor y la culpa que sentí ese día y todos los siguientes hasta el sol de hoy. Pero siendo realista, era muy poco probable que nuestros padres se llamasen de la misma forma por mera casualidad.

A pesar de todo eso, no podía dejar que los pensamientos nublaran mis acciones, estaba de camino al consejo mágico de Pergrande y necesitaba que mi cuerpo se concentrara en la misión.

Busqué en mi bolso un espejo que siempre cargaba conmigo y me miré fijamente en el. Mi pelo se encontraba en su clásico gris, que no era mi color natural pero lo usaba hace algunos años para tapar el rubio que hacía que me pareciese a ella. Mis ojos también eran grises, pero esto a diferencia del pelo tenían diversos tonos que cambiaban según la magia que yo usaba en el momento. Sacudí la cabeza y liberé un poco de magia para qué el color de pelo y ojos volviese a su color natural. Me recogí el pelo en una coleta de lado, dejándome dos flequillos de cada lado.

—Te pareces tanto a mamá, Lucy. —hablé para mí misma, aunque sonó cómo un reprocho.

Suspiré y dejé de lado todos los pensamientos cuando ya en las ventanas del tren se empezaba a ver la estación con al lado una calle que deba derecho a una gran edificio que supuse era el consejo mágico. Cuando el ruido del motor paró y los auto parlantes anunciaron el fin del recorrido, me paré de mi asiento y salí.

 Cuando el ruido del motor paró y los auto parlantes anunciaron el fin del recorrido, me paré de mi asiento y salí

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"Laxus Dreyar"
"¿Eh? ¿Lucy?"
"Sí. ¿Cómo vas?"
"Algo tenso, será más difícil de lo qué pensé, creo que me han reconocido porque huyen apenas me ven"
"Era bastante predecible, Fairy Tail estuvo al frente de la guerra, ¿cómo llegarás al consejo? "
"Creo que he encontrado la forma de hacerlo, será algo bruta."

Sonreí para mis adentros y corté la comunicación. Procedí a ver qué tal con cada uno de ellos, y al parecer todos se encontraban con el mismo problema, pero habían encontrado la forma de llegar al consejo. Antes de lo esperado yo ya había llegado al consejo, al frente de las grandes puertas habían dos guardias.

—¿En qué podemos ayudarle, señorita? —habló en tono amable el guardia del lado izquierdo. Era un hombre de edad mediana.

—Soy Lucy Heartfilia —no me pasó desapercibido de cómo los guardias se tensaron y en un movimiento casi desapercibido se pusieron en posición de ataque– provengo del consejo de Fiore y vengo a hablar con su presidente.

—¿Esta usted consciente de lo extraño que suena eso? Su país hace poco estuvo en guerra con nosotros, es bastante extraño que manden a su maga más poderosa sólo para hablar. —esta vez habló el hombre del lado derecho, este a diferencia del otro era más joven, le daba apenas unos 20 y tantos de edad.

—Soy consciente de todo lo que ha pasado, pero he de admitir que no estuve al tanto de la guerra, tampoco tuve participación en esta.—hablé con sinceridad— En mi viaje ando investigando las razones detrás de la guerra, por eso he venido para hablar con su presidente.

Los guardias se miraron entre ellos, dubitativos y al final asintieron.

—De acuerdo, pero le tendremos que poner unas esposas anti-magia. —asentí de acuerdo, ya me lo esperaba, y tenía un truco bajo la manga que esperaba que sirviese.

Los guardias luego de ponerme los grilletes, me guiaron dentro del enorme edificio que se encontraba algo descuidado, y desolado. Traté de anular la magia de las esposas pero no me fue posible, y recordé las palabras de Daian durante un entrenamiento.

"Ser poderosa no te hace invencible, la magia también tiene sus limitaciones"

Sonreí cuando desde lejos visualicé la última puerta del pasillo, ahí se encontraba su presidente: Muron Hichaku. Los dos guardias tocaron la puerta y luego sin decir palabra se dieron la vuelta procediendo a retirarse, los miré extrañada, ¿no esperarían que me abriese?

Justo cuando iba a preguntar, la puerta que se encontraba teñida de un azul ya algo viejo, se abrió dando paso a un hombre de unos 20 y tantos de edad, pelo gris y tez morena. Cuando mis ojos hicieron contacto con los suyos, no me pasó desapercibido el escalofrío que recorrió mi cuerpo, ¿este hombre participó en la guerra? su magia era de por sí intimidante, pero sus ojos te hacía apartar la mirada inexplicablemente.

—Así que tu eres la tal Lucy Heartfilia, la maga santa número cero. —quise hablar pero su voz me interrumpió— De cerca y con grilletes no pareces ser tan poderosa.

—Quítame los grilletes y compruébalo. —siseé en tono amenazante.

—Lucy, Lucy, Lucy —repitió mi nombre en tono de burla— ¿Por qué no entras y hablamos como personas civilizadas?

Me dio la espalda, entrando nuevamente a su oficina. Procedí a entrar, y cerré la puerta con un golpe de talón, luego procedí a sentarme en una de las dos sillas enfrente de su escritorio. Ninguno de los dos produjo palabras durante varios minutos, analizándonos con la mirada.

—¿No piensas decir nada? —corté el silencio que empezaba a molestarme.

—¿A qué viniste, Heartfilia?

—¿Por qué empezaron la guerra contra Fiore?

—Te diría que fue por cuestiones de terreno, pero a quién engañamos, tú sabes que no es así. Nosotros somos soldados y si el alto mando nos da una orden, la cumplimos.

—¿Por alto orden te refieres al Ministerio Esencial? —él se mostró sorprendido pero quiso disimularlo con un asentimiento— ¿Quién da las ordenes?

—¿Eso por qué tendría que decírtelo? Eres mi enemigo.

—Si fuésemos enemigos ya me hubieses atacado.

—No te confundas, sé quién eres Heartfilia, sigues viva sólo porque tengo una deuda con tu madre.

Todo mi cuerpo entró en tensión, ¿mi madre? Hacía años que no escuchaba mencionar nada de ella, inclusive llegué a pensar que se encontraba muerta. Al instante me llené de rabia, si ella no se hubiese ido quizás papá no se hubiese suicidado y mi hermano se encontraría con vida.

—¿Dónde está ella? —Muron suspiró y negó con la cabeza, dejándome saber que no sabía dicha información.— Entonces, ¿qué deuda tienes con ella?

—Salvó mi vida hace 4 años, me habló sobre ti; me dijo qué tenía una hija de 15 años, te describió a la perfección.—sentí en ese entonces una pequeña sensación de alivio al saber que se encontraba consciente y que la magia uno no la había dominado por completo.

Cuando iba a hablar alguien tocó a la puerta, haciendo qué Muron saliese del despacho dejándome sola. Las cosas estaban pasando demasiado deprisa, Sting, el ministerio esencial, mi madre, Daian que no aparecía, la misión... toda mi cabeza estaba hecha un desastre. Miré hacia la ventana que se encontraba en el costado derecho, sin darme cuenta ya había anochecido, suspiré inevitablemente, esperaba que todos los demás se encontrasen bien y no hayan causado mucho revuelo en la ciudad.

—Lucy, tendremos que dejar nuestra charla para después. ¿Tienes donde quedarte? Ya no hay trenes a esta hora. —el presidente entró nuevamente a la habitación sacándome de mis pensamientos.

—No. —respondí sin corte, ya había calculado todo, esperaba pasar la noche aquí adentro para mañana empezar la acción.

—Entonces tendrás que dormir dentro de uno de los calabozos, ¿lo sabes, no?

Sonreí, justo como planeado.

Truth Hurt.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora