Cap.22

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El olor a panqueques recien hechos me despertó.

Estaba algo conmosianado y no sabia porque, mi corazón brincaba con rapidez. Aun era dificil controlar mi propia respiración. Atribuí todo eso, al sueño que al parecer habia tenido, pero que simplemente no recordaba.

Me levanté con pereza, baje las escaleras y me dirigí a la cocina, aun era muy temprano, no habia razón alguna para apresurarse, podría disfrutar de un delicioso desayuno y llegar a tiempo.

-¡Buenos días cariño!

Me dió un beso en la mejilla y aproveche para atraparla en un muy fuerte abrazo, enbriagandome del dulce aroma que llevaba mi madre sobre el mantel de cocina. Ella sonrió con dulzura y me devolvió el abrazó.

-¿ A que viene tanto amor?- preguntó curiosa depositando los panqueques sobre la mesa.

Por alguna razón sentía que no la había visto en un muy largo tiempo...

-No lo sé- dije -es solo que no me había percatado de lo mucho que te amo.

Mi madre me abrazó y comenzó a repartir besos en mis mejillas, apachurrandolas.

-Yo siempre me percato de lo mucho que te amo- me dió un pequeño zapé.

Frente a mi se encontraba el correo de la mañana, sentí la extraña necesidad de revisarlo con la esperanza de leer algo con mi nombre.

-¿Aun no llega tu revista de misterios?

Negué con la cabeza. Sin embargo no era eso lo que estaba buscando. Aun no desifraba lo que era.

Sentía que algo había cambiado en mi... algo era diferente...

Después de terminar el desayuno me apresuré a colocarme el uniforme escolar, tenía la sensación de que hacía mucho que no lo usaba. Deposité un besó en la mejilla de mi madre y salí de casa.

Era un buen día para ir caminando, había poca gente abarcando las aceras, pocos automoviles sonando en bullició y unos cuantos escolares persiguiendo mis pasos. Un día muy tranquilo.

-¡Espera!- escuché la voz de una chica

.-Aun me debes dinero ¡estupido!- dijo, captando mi atención.

- No te debo nada... - esta vez se trataba de un chico. - Te dije que si te compraba el desayuno ¡No te daría ni un centavo!

La chica peliroja me observo del otro lado de la acera y sonrio, despues prosiguió con la extraña discusión que mantenía con aquel chico de cabello castaño.

Mantuve mi distancia y seguí rumbo al colegio.

Habían pasado un par de días, desde aquella extraña mañana en la que no me sentía yo mismo, pero no había razón para estar paranoico.

Me sentía aliviado, incluso feliz y en paz, como si hibiese ocurrido algo terrible y todo acabará en un parpadeo.

Ahí estaba rumbo al colegió, como cada mañana de mi vida.

-¡Enciende!- Era la misma voz de aquel chico intentando encender su motocicleta, frente a un restaurante de comida rápida. - ¡Rose muevete!- observé con atención el interior del local, la chica platicaba alegremente con la cajera que la atendia.

-¿Problemas?- Ni yo mismo me percaté cuando aquellas palabras salierón de mi boca.

Parezco un tonto, pensé.

-¿Tiene nombre?- el chico me observaba incredulo como si fuese alguna especie de extraterrestre o algo así, aunque la pregunta resultana ser un tanto vulgar.

Los Que Cayeron Del CieloDonde viven las historias. Descúbrelo ahora