¡Feliz Año Nuevo!

6.6K 386 93
                                    


Emma había dilatado la vuelta, pero cuando Ruby ya se caía de cansancio, decidió volver a casa de Regina. Al llegar frente a la casa, ninguna luz. Echó un vistazo a su reloj: más de las 23:00. Henry debía estar acostado y Regina, ciertamente, tampoco la había esperado.

Suspiró y abrió la puerta de la entrada dando las gracias al cielo de que Regina, en un arranque de rabia, no hubiera cerrado la puerta con cerrojo.

Entró con precaución, sin hacer ningún ruido. Subió las escaleras y se dirigió hacia la habitación de Regina, pero al abrir la puerta, vio con sorpresa una cama vacía, las sábanas impecablemente en su lugar, señal de que nadie había estado en ella. Frunció el ceño, antes de dar marcha atrás y dirigirse a la habitación de su hijo.

Empujó con cuidado la puerta y ante ella apareció una escena más que enternecedora: Henry acostado de medio lado, con el libro abierto en su regazo, mientras Regina se había quedado dormida a su lado, sentada en el borde de la cama, con uno de sus brazos rodeándolo.

Entonces Emma sonrió, tomó la manta que estaba a los pies de la cama y cubrió con ella a la joven y a su propio hijo. Después caminó lentamente hacia la salida tras una última mirada hacia ellos.

Al final, se durmió sola en la cama que llevaba compartiendo con la bella morena, pero, al contrario de lo que podría sugerir pasar una noche sola, Emma se durmió con una sonrisa en sus labios al imaginar a su hijo y a la mujer que compartía su vida juntos en el cuarto de al lado.


Fue Regina la que despertó en primer lugar. Llena de contracturas por haber dormido media sentada y de lado, notó la presencia de la manta. Rápidamente, unió los puntos y suavemente salió de los brazos del pequeño, de camino poniendo el libro en la mesilla de noche.

Después se encaminó con apurado paso a su habitación, abrió la puerta con un mayor ímpetu del deseado y cuando vio la cabellera rubia sobresalir de entre las sábanas, suspiró aliviada.

Entró con cuidado, sin hacer ruido, cogió algo para cambiarse y cuando iba a entrar en el cuarto de baño, una voz visiblemente adormilada la hizo sobresaltarse

«Regina...»

Esta se volvió para ver a Emma, sentada en la cama, mirándola fijamente

«Emma, tú...»

«Perdóname» soltó la joven, con sus ojos al borde de las lágrimas, la voz temblorosa. Regina, entonces, se acercó y se sentó en el borde de la cama, en silencio «Fui una idiota. Yo...nunca he sido ducha para las excusas...»

«¿Te ayudaría si yo lo hiciera primero?»

«...»

«Tenías razón...Estaba celosa. Yo...sí, te quería a mi lado, pero no para impedir que vieras a otras personas, y mucho menos para controlarte, yo...solo quería poder ayudarte y seguir manteniendo mi sitio. Emma...tengo sentimientos por ti y me cuesta muchísimo demostrártelo convenientemente. Tú no eres ducha con las excusas, yo no lo soy para amar»

«Creo que en cierto sentido las dos nos hemos equivocado y las dos hemos tenido razón a la vez. Tú querías sobreprotegerme, y yo me lo tomaba como una dominación fuera de lugar. Yo simplemente quería estar contigo, y tú, tú has creído que era frivolidad»

«Aún tenemos mucho que aprender: yo debo aprender a amar correctamente y tú...»

«...Yo, yo debo aprender a separar las cosas y...a madurar. Siempre he actuado siguiendo mis caprichos, como una niña. Incluso con un hijo a mi cargo. Hoy, debo aprender a controlarme y...a vivir con otro adulto»

Clases particularesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora