«Señorita Swan, cierre la puerta al entrar»
Emma obedeció antes de sentarse en el asiento frente al escritorio. Regina le sonrió, luego se levantó y se apoyó en los reposabrazos de la silla en la que Emma se había sentado. Con sus rostros a escasos centímetros el uno del otro, Emma se contenía para no hacer suyos esos labios.
«Creía que no debíamos mezclar...»
«...Cállese» soltó ella secamente para, a continuación, deslizar una de sus manos desde su rostro a su cuello, pasando por el hombro y finalmente acabar su carrera en uno de los pechos de la joven. Emma lanzó un suspiró de sorpresa antes de cerrar los ojos un breve instante.
«Nueva lección, señorita Swan: tras estarse callada, veamos que puede hacer...sin sus manos»
«Sin mis...»
Regina sacó entonces de su escote dos trozos de tela de seda negra que pasó por cada muñeca de Emma, amarrándola a los reposabrazos.
«¿Le va el sado-maso?»
«Shh...»
Regina se incorporó y regresó a su mesa, balanceando más que de costumbre sus caderas. Se sentó en el borde de su escritorio y, lentamente, fue subiendo su falda por sus muslos, suscitando en Emma un deseo creciente. Se tensó en la silla, apretando los puños, amarrados con las telas. Se mordió los labios de deseo al ver las manos de Regina vagar sobre su propio cuerpo, yendo y viniendo, rozando las curvas de sus senos, sus caderas, subiendo cada vez más su falda...
«Ok, Ok, Regina, lo he entendido, suélteme...»
Como toda respuesta, Regina sonrió aún más antes de incorporarse y tomar de su mesa un afilado abrecartas. Se acercó a Emma y apuntó el abrecartas en su garganta. Emma podía sentir la punta rozarle la piel. Ni siquiera se atrevía a tragar por miedo a que la hoja la cortara...Durante un cuarto de segundo, tuvo miedo...
Después Regina bajó la hoja hasta chocar con el top. Con un gesto seco, agarró la tela y la cortó a lo largo.
«Hey, ¡eso no!»
Se removió en la silla, pero incapaz de moverse, no pudo sino suspirar.
«Pórtese bien, señorita Swan...»
Una vez la camiseta abierta en dos, dejando ante la ávida mirada de Regina un sujetador azul cielo, Emma se resignó y resopló de frustración cuando escuchó caer al suelo el abrecartas. Entonces, Regina se arrodilló y separó las piernas de Emma para meterse entre ellas y acercarse un poco más al busto medio desnudo de la bella rubia.
«Interesante...»
«¿Es...es así como siente placer, en serio?»
Regina sonrió, sin tomarse la molestia de responderle, y rozó con sus dedos el escote, siguiendo la línea del sujetador.
«Regina, si no me desata ahora...»
«¿Qué?» dijo ella mientras comenzaba a lamer su busto, después la mordisqueó a través de la tela, bajo los gemidos apenas audibles de Emma. Cerraba tan fuerte sus puños que las uñas se hundían en la palma.
«Mierda Regina...Para...»
«Silencio» Posó sus manos en el vientre de Emma, y esta ante el gesto no pudo sino contraer los abdominales. A continuación asaltó su pecho, pero esta vez, dejó caer las asillas, dejando ver un poco más de sus pechos.
ESTÁS LEYENDO
Clases particulares
Hayran KurguTRADUCCIÓN del fic Cours particuliers de Sedgie. Cuando Emma, de 27 años, retoma sus estudios en la facultad de Boston, entre nuevos amigos y clases, no se esperaba recibir de parte de la muy atractiva profesora, la señorita Mills, clases muy partic...