Vuelta a la realidad

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Ideal, esa era la palabra. Así como los dos días siguientes hasta que la realidad atrapó a Emma.

«¿Me ha hecho llamar a su despacho, señorita Mills?» dijo Emma divertida moviendo su teléfono «Un SMS, ¿en serio?»

«Tenemos que hablar, siéntate»

Emma tomó asiento en el sillón que se encontraba frente a la mesa de madera maciza. Algunos segundos de silencio planearon antes de que Emma soltara una ligera risa captando la atención de Regina, que alzó lentamente su rostro de los papeles.

«¿Qué?»

«Oh, nada, solo que...pareciera que estamos de vuelta en la facultad, es curioso»

«Curioso, en efecto, es que abordes el tema de la facultad, porque de eso se trata»

«¿Ah?»

«Emma...las clases comienzan dentro de una semana y no has abierto un libro desde que has llegado. Te recuerdo que hay exámenes a la vuelta y que estás muy lejos de llevarlo bien»

«¡Hey! Yo...tengo facilidades»

«¿Debo recordarte los términos de nuestro acuerdo?»

«¿Acuerdo?»

«Que Henry estuviera al corriente y que te licenciaras»

«Ah...Bueno, hay tiempo...»

«No, Emma, las cosas van a ir cada vez más rápido. Yo soy, quizás, tu...en fin...»

«¿Sí?» dijo ella mezquinamente

«¡Vale! Soy también tu profesora y me tomo muy en serio que mis alumnos aprueben»

«¡Qué bondad, querida profesora! Espero que no sea tan dedicada con sus otros alumnos...»

«No seas estúpida y no cambies de tema. Hoy, vas a estudiar»

«Pero Henry...»

«Henry juega tranquilamente en su habitación, como lo lleva haciendo dos días. Si necesita algo, solo tiene que llamar. Así que, vas a buscar tus cosas y a repasar»

«¿Estás...hablando en serio?»

«Completamente. Vas a venir aquí y a estudiar. Nada de tele, nada de ordenador, nada de teléfono y nada de Henry»

Emma hizo una mueca refunfuñona, pero Regina se mantuvo firme en sus posiciones, y después de vanas suplicas, Emma subió al piso de arriba para darle un beso a su hijo. Este jugaba tranquilamente con su castillo.

«Hey, sir Henry, vengo a demandaros un tierno beso de vuestra parte»

«¡Acercaos, damisela!»

Emma se arrodilló y Henry rodeó su cuello con sus pequeños brazos.

«¿Me daríais vos la fuerza para afrontar al dragón al que me dispongo conquistar?»

«¡Tomad, cogedla!» Henry le tendió una pequeña espada de plástico de uno de sus caballeros «Con esto, nada temeréis »

Emma le sonrió y lo besó efusivamente.

«Te quiero, mi pequeño príncipe»

Después bajó y vio sobre el sofá algunos manuales de derecho y de economía.

Cuando miró a Regina, se quedó estática, con la boca dibujando una «o» perfecta. Al no ver a la joven moverse, Regina alzó su rostro.

«¿Qué ocurre?»

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