Ana (4)

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CAPITULO 4

De nuevo me estaba siguiendo, por favor, que crío más pesado.

-Dani, ¡qué me dejes de una puñetera vez!

-Al final te acabarás enamorando, como todas -me dice satisfecho-.

La verdad es que no, un crío rubio, de ojos azules, alto, esbelto, guapo pero terco como una mula e inútil cual perezoso en época de celo no me iba a atrapar a mi, Ana, la chica más guay del instituto, o sea.

Nah, lo digo de coña, pero igualmente ese no va a conseguir que salga con él ni en sus más locos sueños.

-Va Ana -me dice interponiendose entre el bate de béisbol y yo (sarcasmo)- admítelo ya, estás loquita por mi.

-¿Qué más quisieras? - ¿Por qué se cree este payaso que no hay más chicos en toda Ciudad Real a parte de él?-

-Muchas cosas, pero de momento te quiero a ti -¿Cómo puede ser así de gilipollas? Pienso, porque como eso salga de mi boca... espera, ¿por qué no?-

-¿Cómo puedes ser tan gilipollas, egocéntrico, capullo, imbécil, gandul, inútil, asqueroso hijo de tu madre y cerdo embustero a la vez? De veras te mereces una plaza en el libro de los récord Guinness -cada insulto lo enfaticé con un golpe del dedo anular en su hombro izquierdo haciéndolo retroceder-.

-Yo también te quiero -se burla y me guiña un ojo-.

-Dios, a veces te mataba.

-¿Y las otras veces?

-Me suicidaba yo.

-Me gusta más la segunda opción.

-Dios chaval, un día de estos te despiertas con una cabeza de caballo en la cama.

-Pobre caballo -conforme yo iba avanzando el retrocedía puesto que iba de cara a mi hasta que por fin se cayó en una fuente, espera... ¡no!- . Hombre, mira quien está aquí -me guiñó un ojo-.

Me había caído yo encima de él, ¡maldito cerdo asqueroso!

-¡Quita! -le grito.-

-¿Ves como al final acabarías cayendo?-Él se empieza a reír pero en verdad a mi no me hace ninguna gracia.-

Me levanto y compruebo que todo está en su sitio; ninguna camiseta subida, ni pantalones bajos y sobretodo mi camiseta permanece resistente al agua, lo cual evita transparencias no deseadas.

-¿Me ayudas?

-Claro, ¿por qué no? -Cojo su mochila y se la lanzo haciéndole volver a caer a la fuente.-

-¡Eh! -Le saco la lengua y le guiño un ojo al tiempo que me doy la vuelta para irme por fin a mi casa.-

Me suena el móvil, lo saco de la mochila y por suerte no se ha mojado y lo descuelgo:

-¿Si?

-Ana, ¿vienes ya a casa o que?

-Si ya voy Fede.

-Venga, te estamos esperando para comer.

-Empezad sin mi, voy a tardar un rato.

-Esta bien, pero date prisa.

Cuelgo el teléfono y lo vuelvo a guardar en su bolsillo correspondiente. Al agachar la cabeza para cerrar la cremallera veo unas vans vaqueras con suela blanca.

-¿Qué concha quieres ahora Daniel?

-Uh, Daniel, ya me has puesto un mote, que romántico todo, ¿verdad?

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