Un sueño, un desayuno y viejas historias (17)

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CAPITULO 17

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Narra Blas

-Irene, Inglesita despierta -intenté despertarla mientras la zarandeaba ligeramente por los hombros-.

Se había quedado dormida en el taxi de camino a su casa y me daba la impresión de que se lo estaba pasando bastante bien en su sueño. De vez en cuando sonreía a más no poder, y una de esas veces me intentó abrir la camisa por arriba pero como no la dejé me tiró del cuello de esta pegándome casi a ella. La verdad es que no me molestaba para nada que se tomara tantas libertades dormida, pero el taxista se estaba descojonando de mí en mi cara y eso no podía ser.

Al ver que llegábamos a su casa y no se despertaba, pagué al taxista antes de salir y la tomé en brazos para subirla a su casa.

Llamé al timbre y su madre me abrió enseguida, se le notaba que estaba preocupada al ver a Irene colgada en mis brazos, por lo que quise aclarar las cosas antes de que pensara nada raro.

-Tomó más pizza de la que tenía gana, vomitó y se durmió en el taxi. No te preocupes María, no ha hecho nada malo.

-Vale, gracias por traerla. ¿Cuánto te ha costado el taxi?

-Nada.

-Espera, voy a por la cartera -hizo un amago de irse pero la detuve-.

-María, en serio, no hace falta. Voy a subirla a su habitación -cambié de tema para evitar que insistiera en pagarme el taxi-.

Entré cuando ella se apartó de la puerta, subí las escaleras con cuidado para evitar resbalarme y que pudiera caer. La dejé en su habitación, acostada en su cama. Se veía tan tranquila cuando dormía.

Madre mía, esta inglesita mía me tiene loco, lástima que ella no sienta lo mismo. Esta claro que el "te quiero" del taxi fue de amigos, en plan: "gracias por invitarme a comer y por recogerme de clases y perdón por casi vomitarte encima pero sólo somos amigos".

Se estaba haciendo tarde, se me había pasado el día volado, entre que habíamos empezado a comer tarde y que el taxi había tardado bastante había perdido la noción del tiempo. Miré mi reloj de muñeca, ¡las 22:14!

Entonces escuché el chirrido de la puerta abrirse detrás de mí.

-Blas, ha llamado tu madre, le he dicho que estás bien y que si querías te podías quedar a dormir. Me ha dicho que llegaran tarde.

-No quisiera causar molestias, María. Además, llevo llaves de casa.

-No es molestia, de verdad Blas, después de lo que has hecho por Irene, es lo menos que puedo hacer.

"Haría eso y más María, muchísimo más."

-Además -dijo casi en un susurro, había agachado la cabeza y se miraba las manos con las cuales jugueteaba mientras yo había mirado a la bella durmiente-, sé que a Irene le gustaría que estuvieras aquí por la mañana.

-Si tú lo dices María, pero a la mínima que estorbe me lo dices y me voy, total, vivo aquí al lado -reí-.

-¿Que vas a estorbar tu?

Me guió hasta una de las habitaciones del mismo piso que tenía una cama de matrimonio con sábanas marrones mate, un escritorio, un armario y una ventana que tenía las mismas vistas que la de mi inglesita. No estaban muy lejos ambas habitaciones.

-Si necesitas cualquier cosa avísame a mí o a Tobías, nuestras habitaciones están abajo.

-Vale, pero tranquila que no os molestaré -le sonreí cansadamente-.

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