Pastelita (9)

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CAPITULO 9

Este niño es tonto. ¿Cómo se le ocurre hacer eso? ¿A quién se le pasaría tan siquiera por la cabeza el hacer eso? Ah, claro, a David.

-Moooocaaaasines saltarines con la piel de dos mastines, los cachorros para esmoquin van feteeen, zapatos de plumón, los hay de quita y pon, ya lo ven, ya lo ven, ya lo ven, el peeeerro que laaaadra no mueeeerdeee. (8)

-¡David! Baja de la mesa.

-Jajajaja ¿por qué?

-Baja -articulé con los labios-.

-Anda Pastel, sube conmigo.

Se acercó a un borde de la mesa, me cogió por la mano y, ayudándome con una silla, subí arrastrada.

-Chicos, oootraaa veeezzz.

Entonces empezaron todos a cantar de nuevo, mientras David se balanceaba empujándome para que yo también me balancease. Al final me rendí, total, sería sólo una noche. Le quité el quinto a David y le di un par de tragos.

-Moooocaaaasines saltarines con la piel de dos mastines...

*****

Al día siguiente me desperté en mi cama juntó a David. Ainss, que monoso era mi niño cuando dormía.

*****

Cuando terminamos de hacer el tonto la noche anterior, David me quitó el sexto quinto de la boca, me besó y siguió el bebiéndoselo. Lo dejó en la mesa cuando se lo terminó, me agarró por la cintura y me llevó a un lugar más apartado. Yo pensé que al menos me iba a dar algún beso pero noo... sólo él era capaz de fastidiar un momento así, pero le quiero, me tiene loca.

-Deberíamos irnos ya a casa, ¿no?

-¿A nuestra preciosa casita de solteros en nuestro precioso pueblito de Granada?

-Sí, a esa misma -me sonrió-.

Sólo era la una y yo quería disfrutar un ratito más del cumple de Jer (Jeremías, el mejor amigo de David), pero claro, eran dos horas desde Huelva a Granada, y como era él quien conducía porque era el más sobrio de los dos, no se lo iba a negar.

-Está bien, ahora vuelvo -le di un ligero beso en los labios-.

Fui a despedirme de Jer y de su novia Clara. Cuando salí al aparcamiento vi a David ya montado en el coche esperándome. Yo me dormí en el trayecto, llegamos a casa antes de lo previsto, sobre las 2:50, hora a la que David me despertó para entrar en casa. Cuando abrió la puerta me quité los tacones de 9cm y mi niño me tomó en brazos. Me llevó a mi cama y me acostó, entonces se salió para que yo pudiera ponerme el pijama. Cuando volvió a entrar él ya lo llevaba puesto y venía con un vaso de leche en una mano y una bolsita del medicamento que me tenía que tomar (sinceramente, no me sé los nombres, son tantos que ya se me olvidan. ¡Maldita Esquizofrenia!) en la otra mano. Me lo tomé y dejé el vaso en la mesilla. Me acosté y me tapé con la manta hasta el cuello. David se iba a ir a su habitación para acostarse cuando yo lo paré (vivíamos juntos pero a mi no me gustaba dormir en la misma cama que un chico todas las noches si no era con mi esposo, que esperaba que dentro de poco fuera David).

-David.

Él se giró.

-Dime.

-Quédate conmigo.

-¿Qué?

-Duerme conmigo.

-¿He oido bien?

-Si, y ahora ven aqui, ¿o quieres que cambie de opinión?

-¡No! Pero, ¿estás segura? Nunca has querido que nos acostásemos juntos.

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