¿Él? (7)

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CAPITULO 7

Llegamos a Alcalá de Henares sobre las 16:30 h, resulta que nos mudamos no a una casa, si no a una pensión, o a un motel, no se como se llama, pero es una casa enorme que pertenece a una mujer y alquila las habitaciones; es como un hotel pero enanito.

Cogimos un taxi que nos dejó en la misma puerta, entramos con el equipaje y había un chico alto, moreno, fornido, vestía una camiseta negra ajustada y unos vaqueros rotos con varios jirones en las patas del pantalón esperando en la puerta para ayudarnos con las maletas. Cuando iba a darle una de las maletas, lo miro a la cara.

-¿Tú? -Se me cayó la maleta.- ¿Qué haces tú aquí?

-Vivo aquí -me reprochó él.- ¿Qué haces TÚ aquí?

-Vivo aquí -le espeté.-

-Sí, ¿y qué más? Llevo viviendo aquí toda mi vida.

-¿Y a mi qué? Toma anda -le tiré la maleta-.

Él la cogió al vuelo pero se tambaleó un poco. Espera, ¿ha dicho que vivía aquí? Eso significa que... Entraron mis padres detrás de mi y una mujer adelantó a Álvaro para dirigirse a mis padres.

-Buenos días, ¿en qué puedo ayudarles?

-Soy Marco, esta es mi mujer Rosario y esta mi hija Andrea. Teníamos alquiladas dos habitaciones a nombre de García Campos.

-Ah si, por aquí por favor.

La mujer se movió guiándonos por el inmenso hall.

-Álvaro, encárgate de las maletas.

-Vale mamá.

¿Mamá? ¿Su madre? ¿¿Su madre era la dueña de la casa?? ¿O sea que tendría que compartir casa con... con... CON MI EX?????

Le dejé las maletas ahí, si tenía que convivir con él le iba a hacer la vida imposible, eso que no lo dudara.

Seguimos a la mujer, que nos guió a unas escaleras.

-Yo me llamo Rosalía, pero me pueden llamar Rosa. -se presentó mientras nos condujo por la primera planta.- Como habrán podido comprobar, el mozuelo del hall es mi hijo Álvaro, tiene 17 años, tendrá tu edad más o menos, ¿no? -dijo refiriéndose a mi. Yo le asentí.- Bueno, espero que os llevéis bien -me sonrió-.

"Si... nos lo vamos a pasar genial... ¡yuju! (Nótese la ironía)"

Nos mostró dos cuartos, uno pegado a las escaleras, el cual debía de ser de mis padres, debido al gran tamaño de su cama. Y otro al final del pasillo, con una cama más pequeña individual.

Álvaro dejó mis maletas de mala manera en el suelo de la habitación individual y se quedó en la puerta apoyado en el marco, como si estuviera esperando algo.

-¿Qué haces?

Él extendió su mano mostrándome la palma abierta.

-¿Que qué? -Le contesté ya un poco enfadada.-

Él intercambió rápidas miradas entre su palma y mi rostro. Yo ya exasperada le grité.

-¿¡Que qué coño quieres!?

-¡Propina joder!

-Ah, propina -me tranquilicé- toma propina.

Y bien que le propiné un buen guantazo con la mano abierta en la mejilla izquierda. Se le quedó la marca de la mano en rojo chillón. Me dolió tanto a mi que por un momento sentí pena por lo mucho que le debería haber dolido a él, pero como no, siempre se las arregla para que vuelva a odiarle.

Historias entrelazadasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora