CAPITULO 23
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Narra Alvaro
Nada.
Inmovilidad.
Durante días.
Temía que no volviera a mostrar indicios de vida en su aparentemente frágil cuerpo.
Hasta que por fin...
»Después de averiguar que el dueño de la voz era, como yo había deducido, Elias, fui a la escuela de baile corriendo.
Cuando hube llegado me volvieron a llamar, era de nuevo él.
No sabía qué hacer, estuve buscando durante horas en las cuales él me llamaba cada treinta y cinco minutos para indicarme un nuevo lugar en el que buscar.
Una vez hubo caído la noche decidí rendirme y llamar a la policía, jamás conseguiría averiguar su juego de pistas, era un verdadero psicópata.
Llamé a la policía y les conté todo lo sucedido hasta el momento. En ese mismo instante empezaron la búsqueda.
Normalmente se esperan 48 horas desde la desaparición pero dado que tenía pruebas del secuestro iniciaron la investigación al momento, por fin me servía de algo que el móvil grabase la llamadas.
No pude dormir esa noche, me mandaron a casa, me dijeron que no podía hacer nada más, que había ayudado en todo lo posible pero que mi presencia allí ya era inútil.
Hice caso y volví a casa, pero a la mañana siguiente nada me impidió investigar por mi cuenta.
Al haber descansado, perdón, me corrijo; al haber reposado la cabeza sobre la almohada -porque descansar, bien poco-, pude pensar con algo más de lucidez que el día anterior.
Llamé a un amigo del instituto que, no llegaba a serlo pero, era lo más parecido a un hacker que tenía en ese momento.
Le di mi móvil y tras una hora y algo me dio la dirección de las llamadas. Obviamente supuse que la policía ya habría caído en hacer eso pero dado que en ningún momento les entregué el móvil no creía que hubieran podido hacerlo.
El lugar parecía ser un edificio normal y corriente, ni abandonado, ni un motel de poca monta o una tienda vieja en un barrio bajero. Era un edificio bien cuidado, conocido y a la vista de todos: el Museo Nacional del Prado.
Entré y me paseé con la esperanza de ver algún rastro pero no hubo nada, ni una sola nueva pista que me indicara el camino.
Entré al baño, estaba agotado, las ojeras me atravesaban la cara entera y mis párpados se cerraban sin mi consentimiento. Me eché agua en la cara y busqué algo de papel para secarme.
Tras no encontrar por ningún lado, o más bien: cansarme de buscar, decidí meter la cara debajo del secador de manos y quitarme así el agua del rostro.
Cerré los ojos y dejé que el aire caliente me "quemara" la cara. Al rato la presión cesó y abrí los ojos para ver un papel que tapaba el orificio de salida.
Un número.
Una pista más.
Saqué el móvil de repuesto que me había dado mi compañero y le llamé para avisarle de que pinchara la próxima llamada. Acto seguido marqué el número.
-El Mendigo Chino, dígame.
-Eh, hola -¿un restaurante chino?-, quisiera hablar con Elias.
-Sí clalo, un momento pol favol.
Se escuchó de fondo al hombre que me había atendido llamando a Elias, para después oír su voz al teléfono.
-¿Sí?
-¡Tú! ¡Asqueroso hijo de puta! ¡Deja a Andrea! ¿Dónde estás? ¿Tienes algún problema conmigo? Ven y lo solucionamos, pero ella no te ha hecho nada.
-Espera, espera, espera... ¿Crees que todo esto es por ti? -Se empezó a reír.- Ya salió Álvaro el Humilde, siempre tan egocéntrico, ¿eh?
-¿C-como...? -En verdad, en ningún momento me había parado a pensar por qué se la había llevado, ni si era por mí, por ella, por la locura de él...-
-Tú me importas una mierda. Ella es la que está sufriendo gilipollas, no tú.
-Y, ¿por qué exactamente?
Tenía que ganar tiempo para Damián, el "casi" hacker.
-¿Y a ti qué más te da?
-Me importa una mierda lo que pasara, pero quiero comprender el por qué de que la secuestres.
-¿Te crees que la he secuestrado? -Otra vez a reírse.- Ella me pidió que la llevase a cualquier lugar.
-¿Contigo? ¿Cualquier lugar? Permíteme que me ría.
-Yo jamás la secuestraría, y lo sabes.
-Claro, como he sido tan tonto de pensar que tú, un exconvicto que se ha saltado el arresto domiciliario, podría haber secuestrado a -«la mujer de mi vida»- mi vecina.
-¿Es tu vecina?
-¿He dicho eso?
El móvil vibró, esa era la señal de que Damián ya le tenía localizado.
Mientras hablábamos yo había aprovechado para ir saliendo del edificio.
Bajé el móvil de mi oreja para que entrara en mi campo de visión y poder ver así el mensaje con la dirección que había quedado en que Damián me mandaría.
Devolví el móvil a su anterior posición y me dirigí al lugar donde me había indicado mi hacker personal.
-Bueno, déjalo Álvaro, sé que no das para más.
-No espera...
Y colgó.
Mi intención era mantenerlo al teléfono para asegurarme así de que no dejaba el local pero ya no estaría seguro de que se quedase allí.
Corrí e intenté llegar lo antes posible, entré a un pequeño establecimiento con un letrero que dejaba ver "El Mendigo Chino" en letras mayúsculas y pregunté de nuevo por él.
-Su tulno acabó hace media hola.
¿Media hora?
Hace un cuarto de hora que colgó al teléfono.
-¿Se fue después de acabar su turno?
-No, se fue minutos antes. Y ahola si no va a complal nada malchese.
Salí, ¿un contestador? No, si no no habríamos hablado antes de eso. Pudo haber grabado esa frase para cuando se tuviera que ir.
No sé, era muy raro, la cosa es que se me había escapado.
¿Qué pensaba? ¿Que lo iba a atrapar yo antes que la policía?
Ya no me molesté en correr.
¿Para qué? ¿Hacia dónde?
Así que sólo caminé.
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¿Qué os ha parecido el cap? :))
Se agradecen votos y comentarios, acepto todo tipo de críticas, pero prefiero las constructivas:)
Besos, Wolfie
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Historias entrelazadas
RomanceHistorias Entrelazadas es una novela que se compone de 5 historias que tarde o temprano se acabarán juntando. Alicia, Carlos, Irene, Blas, Andrea, Ana, Dani, etc, etc. ¿Quienes compondrán estas 5 historias? Lee y te enterarás :). ILUSTRACIONES:...