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Martes 2 de septiembre, ese mismo día tenía trabajo pendiente, era algo inusual por lo que jamás me tocaron trabajos de infiltración eran bastantes curiosos pero a la vez podrías levantar sospecha de alguien si no sabes lo que haces. Mi forma de eliminar gente era extremadamente rápida y silenciosa, no había testigos puesto que era más sencillo sin rastro alguno de evidencia potencial.
El trabajo de hoy era silenciar a un traidor que contrató los servicios de nuestra compañía y que nunca pagó lo que debía, era fácil si uno contrataba protección a la mafia debía ser alguien quien cumpliera una simple norma, darnos la cantidad de dinero que se pedía tal cual el contrato lo decía al pie de la letra, si se contradecía lo dicho en ese contrato la persona era eliminada, nadie jugaba con la mafia Italiana, por más que estuviera en un país en el cual desconocían y eramos desconocidos nos daríamos a conocer de la peor manera si fuera posible para ganar el respeto que se debía.
El objetivo de esta velada presentaba una fiesta de celebración por el gran éxito de su nuevo sencillo, se me pedía formar parte del servicio de camareros, el resto debía de encargarme por mi cuenta.




El hogar del supuesto gran músico, Takamasa Ishihara apodado "Miyavi" era antigua, con puertas corredizas típicas en los hogares de Japón, pero lo que la diferenciaba era que el triple de grande que otras casas, una vez que me hallaba en la vivienda del músico me propuse a hacer lo que había venido hacer. Apenas estaba oscureciendo y la gente comenzaba a llegar, entre varios artistas como actores reconocidos del país, tomé una bandeja con un par de copas de champan en ellas, pero antes vertí en una de ellas una pastilla de cianuro con el tiempo suficiente en que tardaría en repartir las copas restantes, la pastilla se disolvería completamente en la bebida. En el momento en que me crucé con el artista le entregué una nueva copa llena, retirándole la anterior vacía, estando entretenido en una charla amena con un conocido del mismo. Había llegado la hora en que debía de dar unas pequeñas palabras pero antes bebió de la copa que le fue entregada por mi. No más que unas simples y bastas palabras de agradecimiento por la presencia de sus invitados, estando yo con la espalda apoyada contra la pared teniendo la salida a pocos pasos, sostenía con una gran sonrisa en mi boca la bandeja de plata vacía entre mis brazos.



No tardo mucho tiempo que el veneno hiciera efecto ante mis ojos viendo desplomarse de la nada al artista, rompiendo la copa al caer, oí los gritos desesperados de la gente que se encontraba presente allí, antes de que las autoridades llegaran tanto como la ambulancia, me retiré de la escena mientras estaban todos conmocionados por lo que acababa de suceder. Caminaba con calma contra corriente en busca de la salida, el resto de los meseros corrían desesperados al oír que el anfitrión de la fiesta se hallaba en el suelo convulsionando.
Una vez que estuve fuera de la residencia vi llegar a los paramédicos, no sentía ni siquiera pena por lo que había hecho, tampoco remordimiento, tan solo cumplía con mi deber sin dudar, sin cuestionar la palabra de mi jefe quien también era mi padre, pero desde que tengo memoria no sabía si ese rol lo cumplía tal y como suponía que debía ser, era la única forma en que podía cumplir el papel de "una buena hija" para él.





Quedé boquiabierta cuando caí en cuenta de quien trataba, era el hombre quien mi padre personalmente me había ordenado asesinar y ahora lo tenía frente a mis ojos podía verlo con más detalle luego de haberlo visto desde un punto que casi era difícil de visualizar. Pero esta vez se veía diferente, tenía el cabello lacio a lo que era la noche anterior, sus labios eran carnosos más el inferior, juraba que lo había visto con maquillaje encima pero ahora no tenía nada ni siquiera un rastro de este, tenía ojos marrones oscuros, oí que chasqueo sus dedos a lo que me sacó de mis propios pensamientos.
- Hey... ¿te encuentras bien?- Preguntó un poco alarmado ya que no oía alguna respuesta por parte mía.
- Si, lamento mi torpeza... - Contesté rápidamente, haciéndome a un lado para poder pasar a su lado con apuro de salir de allí. Sin voltearme en ningún momento hasta llegar al cruce, mire hacía ambos lados para asegurarme de que pasara algún auto.




Hasta que llegué a la calle siguiente me percaté de mirar hacía atrás si seguía detrás mio, pero me equivocaba, nadie me seguía tan solo se encontraba una señora que iba con sus compras, mirándome de forma extraña cuando me detuve en seco tan solo para voltearme, pasó por un costado como si quisiera evitarme a toda costa. No tenía ni idea de por qué luego pasé a tocar mi rostro, << Por lo que a mi respecta, mi cara luce como de una niña, no soy una matona... eso creo.>> pensé encogiéndome de hombros, dejé de darle importancia y seguí caminando como de costumbre al lugar que usualmente me dirigía siempre que tenía problemas y buscaba relajarme tan solo por un instante, saliendo del vecindario de donde vivo hasta la calle principal escondida se hallaba una pequeña casa que siempre mantenía sus puertas abiertas todas las mañanas inclusive si llovía. Era una típica casa de Té, de fuera no parecía un lugar tan lujoso pero si uno entraba a ese cálido lugar se arrepentía al segundo, el interior era completamente rústico tanto como las paredes, mesas y sillas, tenía como aire antiguo hasta estupendas réplicas de obras de arte, pero de lo que más disfrutaba era el aroma a incienso y el té que ofrecían a sus clientes.
Tomé mi lugar usual junto a una ventana que tenía vista hacía la calle, era como una clienta regular de allí, la dueña me conocía perfectamente y sabía mi orden al pie de la letra. Apenas tuve el té frente mio no dudé en beber de este. Donde siempre acostumbraba sentarme era una mesa de cuatro personas, pero no me importaba ya que tenía la vista para mi sola. Estaba tan perdida en la vista de afuera que ni siquiera había notado que alguien se sentó en los asientos que tenía en frente de mi.
- Vaya... y algunos dicen no creer en las casualidades.- Rió a lo último de ese comentario que había dicho. Me parecía una voz bastante conocida, no le di importancia al cabo de unos minutos, quizás era un hombre mayor leyendo las noticias del periódico, como siempre opinando en voz alta en busca de que alguien los escuchara y así comenzar una conversación al azar con cualquiera que estuviera cerca de ellos.
No era el caso en esta ocasión, me daba pena el simple hecho de que charlaran solos sin que nadie los escuchara o prestaran atención. Al punto de voltearme a ver al hombre, nuevamente me lleve por sorpresa de quien se trataba.
- Yo si creo... ¿y tú que me dices, crees o no en ellas? - Contesté de la mejor manera que pude, quitando un mechón de cabello de mi cara y lo coloqué detrás de mi oreja para ver de mejor manera a la persona que estaba frente a mi. Ocultaba mi sorpresa, sentía que estaba viendo un fantasma delante mio.
- En ocasiones, si, me sorprende que no me reconocieras, aunque saliste corriendo como si fuera a robarte algo.- Estaba a punto de responder cuando la dueña del lugar le trajo lo que el moreno había pedido. Fruncí mis labios esperando a que se retirara y así contestar.
- ¿Tenía qué? ¿por qué habría de conocerte?- << Oh, espera, si te conozco. Eres el hombre quien mi padre me ordenó que matara ayer por la noche cuando miles de personas te rodeaban en un escenario, creo que no me habías visto, pero estaba casi frente a ti apuntándote con un un arma, ya recuerdo.>> pensé con ironía terminando por reír, negando varias veces por lo que había pensado.
- Bueno... cuando eres un reconocido guitarrista de una banda muy conocida, casi siempre y te reconocen en la calle. Por cierto, me llamo Yuu, pero me llaman por mi apodo Aoi, un gusto haberme chocado contigo.- Extendió su mano, dibujando una sonrisa de oreja a oreja en sus labios.



Quedé anonadada por lo gentil que era, ¿por qué mi padre me había pedido que me encargara personalmente de él? Algo escondía. No pude ignorar su sonrisa, desde el principio llamó mi atención cuando lo vi aquella noche, no sabía que era, parecía un hombre amable y simpático. Estreché mi mano con la propia del adverso, luego de unos segundos de silencio, respondí. - Yumi... el placer es mio, Aoi. - No tenía idea en lo que me estaba metiendo, pero mi curiosidad era más grande que cualquier otro pensamiento que se me cruzara por mi cabeza, quería descubrir quien era esa misma persona que se sentaba frente a mi.

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