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- ¿Así que no vas a creerme, Yuu? - Dije incrédula ante la reacción del pelinegro. Bufé ante la molestia que me agobiaba en ese momento, era más que eso.
Caminaba de un lado al otro por la habitación, llevando ambas manos y posarlas justo en el torso, me dolía como el mismísimo diablo.
- No es que no te crea, por Dios, me es difícil imaginarlo. - Un suspiro brotó de los labios del moreno. Masajeó el puente de su nariz, ahora que lo notaba, la pequeña herida que le había causado hace varios días atrás, empezaba a desvanecerse poco a poco.
Le di la espalda y sin más me dirigí al balcón del cuarto. La tormenta había cesado y como resultado dejó todas las calles húmedas y llenas de charcos, el cielo comenzaba a despejarse lentamente. Fruncí el ceño tanto como me lo podía permitir, un punzante dolor aparecía cada vez que hacía algún gesto.

El último recuerdo que tenía era un horrible gusto amargo en mi boca, el frío recorrer mi cuerpo, al igual que las gotas de lluvia cayendo sobre mi sin detenerse, llegando a empaparme por completo. Inclusive la figura de un hombre alejarse lentamente, hasta perderlo de vista al instante en que todo se había teñido de color negro.
Cuando reaccioné ya era tarde, ya no estaba en el lugar donde había recibido aquellos golpes, me encontraba en la habitación de Yuu, utilizando una playera que supuse que le pertenecía. Al momento en que desperté el dolor me azotó en segundos.




- ¿Qué no puedes hacer nada? - Cuestioné, apenas sentí la presencia del más alto detrás de mi, me volteé quedando cara a cara.
- ¿Cómo qué? No puedo hacer nada, Yumi. Ni siquiera... - Antes de que pudiera decir algo más, volvió a suspirar. - Ni siquiera pude llevarte al hospital, tu sabes muy bien el por qué.
Desvié mi mirada hacía un costado, tenía razón. No podía pisar un hospital, apenas llegaran a ingresar mi nombre en el sistema terminarían por localizar a mi padre y el resultado de aquello sería un completo desastre, tanto para mi como para él.
- Pero... el caso de mi madre, ¿no puedes volver a investigarlo? - Insistí, como si existiera posibilidad alguna por encontrar paz. De repente el rostro del pelinegro se ensombreció, terminando por retirarse y volver a la habitación, tomando asiento justo en la punta de la cama.
Llegó a sorprenderme la reacción de Yuu, siguiéndolo y así sentarme a su lado. En pocos segundos un silencio poseyó el cuarto.
- Yo... renuncié... hace dos noches atrás. - Terminó por decir, notándolo bastante apenado al decir aquella confesión que sin duda alguna me había dejado sin palabras.
De algún modo, las posibilidades de probar que era culpable de haber asesinado a mi madre se habían esfumado al momento en que Yuu confesó que renunció. No sabía por qué, tenía un pensamiento tan egoísta, el usar a la persona que dio un total giro a mi vida para saciar mi sed de verdad tanto como de curiosidad, la verdad de por qué había terminado en un miserable futuro el cual no veía salida alguna. Ahora me sentía más que impotente.
- Pero... ¿por qué lo hiciste? - Pregunté casi en un murmuro.
- ¿No lo entiendes, verdad? - Notaba que su voz comenzaba a quebrarse, girándose y así verme de forma fija, sus ojos se cristalizaron. - Lo hice por ti, Yumi, desde el día en que me dijiste que tú eras la culpable de cada uno de los casos, desde el primero que tuve, fuiste tú. No te arresté porque lo que sentía por ti era más... - Se detuvo a la mitad de la oración, frunciendo sus labios. - No me importó nada de lo que hiciste en un pasado, te quería a ti y no quería perderte de nuevo. - Concluyó, denotando que una lágrima se había escurrido por su mejilla, tomándome del rostro con ambas manos, como si estuviera a punto de romperme en mil pedazos entre ellas. - No me importó nada más, solo tú.


Mi corazón se estrujó, al instante en que murmuró aquello último. Un nudo en mi garganta se había formado, tragando saliva en un intento de que esa sensación horrible desapareciera, siendo inútil. Las lágrimas comenzaron a brotar por si solas, me di cuenta de que tan lejos había llegado mi egoísmo, tanto que llegué a olvidar los sentimientos que tenía por aquel hombre de ojos cafés oscuros. Me abrió los ojos completamente, no tuve más que decir puesto a que terminé de quebrarme finalmente entre los brazos del moreno, tanto como en un beso el cual selló los sentimientos de los dos.






Al verlo, como era de esperarse, una sonrisa adornaba su rostro. Esa sonrisa llegaba a darme escalofríos por todo el cuerpo con tan solo mirarla.
- ¿Te gusta la lluvia? - Preguntaba mientras se acomodaba el largo abrigo que traía encima apenas llegó a cruzar la puerta del edificio.
- Si, mucho... es muy relajante. - Respondí con total desinterés, volviendo mi vista a como las pequeñas gotas de lluvia golpeaban el pavimento.
- Me recuerdas de cierta forma a nuestro vocalista, le gusta este tipo de clima, frío y lluvioso. Dime, ¿te gustaría acompañarme a una cafetería? Está a solo dos calles de aquí. - Propuso, colocándose delante de mi, parecía no importarle salir con este tiempo. Tan solo respondí con un simple movimiento de la cabeza, afirmando a su invitación.
Caminamos bajo los toldos que alguno que otro local poseía, sin mencionar palabra alguna en el corto trayecto. En ocasiones no existía ningún techo que pudiera cubrirnos, por lo que llegábamos a mojarnos tan solo un poco. No había notado el momento en que pasamos por un callejón hasta ser empujada bruscamente contra la pared de ladrillos, adentrándome a aquel camino sin salida. Sentía una gran presión sobre el cuello, impidiéndome que respirara con normalidad, a lo que me llevó a tratar de reunir fuerzas así empujarlo, era más fuerte que yo, pero había logrado empujarlo lo más fuerte que pude.


Lo siguiente que hice fue lanzar un puñetazo directo a la cara del castaño, fallando en el intento, tomó mi brazo girándolo con gran vigor detrás de mi espalda, formando una llave paralizando mi brazo completamente. Un grito de agonía escapó instantáneamente de mi boca.
- Pensé que eras más ágil que esto. - Murmuró cerca de mi oído, para luego arrojarme con potencia contra al suelo, cayendo de frente justo en un charco de agua sucia. Para cuando traté de ponerme de pie, me sujetó de un hombro haciendo que dé un giro quedara boca arriba, siéndome imposible detenerlo justo cuando comenzó a dar golpes a mi rostro.
Cuando finalizó, me di la vuelta para escupir tan solo sangre que no dejaba de brotar de mi boca, recibiendo patadas más tarde.
- Intenta hacer algo y terminaras como ella. - Se despidió volviéndome a dar patadas justo en el costado del torso al igual que mi espalda. Quería levantarme, pero mi cuerpo mal herido me lo impedía, siendo así me quedé tendida en el suelo, totalmente empapada, veía como se alejaba lentamente hasta que todo se lo tragó la oscuridad.

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