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<< ¿Dónde vas cuando te sientes solo?
¿Dónde vas cuando te sientes triste?
¿Dónde vas cuando te sientes solo?
Te seguiré
cuando las estrellas estén tristes >>

- Ryan Adams



Estiré mi brazo para llegar a palpar con mi mano a tientas el despertador, Dios, si había algo que detestaba era el agudo sonido de la alarma de mi reloj por las mañanas. Usar mi móvil como despertador era completamente inútil, no lo oía, situación totalmente contraria con el reloj. Además del molesto timbre, la luz del sol cuando apenas amanecía me cegaba, tanto que debía refregarme los ojos un buen rato para acostumbrarme.
Había una gran diferencia esa mañana que termino por arrancarme una sonrisa de los labios a lo que luego le siguió un suspiro.
No existía mayor razón en ese momento, exactamente a las 8:00 a.m que estar un buen rato más recostado, recorriendo con mi mirada cada detalle distintivo de la mujer que se hallaba junto a mi, durmiendo tranquilamente casi pegada a mi pecho. Esbelta, utilizando como piyama una playera negra mía, que para ella le quedaba ancha y larga, alcanzando a tocar sus muslos. Parte de su cabello le cubría el rostro, delicadamente lo retiré con las yemas de mis dedos, siendo precavido lo coloqué detrás de su oreja, descubriendo así un pequeño lunar que anteriormente estaba cubierto por los mechones oscuros de cabello, sin duda fue un detonante que no pudo evitar acercarme con sumo cuidado y posar mis labios sobre la zona donde se encontraba ese peculiar lunar característico de ella, dejando un suave beso en este.
En eso noté que se había removido levemente, una mano se había posado justo sobre mi cabellera, elevé mi rostro tan solo para apartarme del cuello de Yumi, en lo que sentía su respiración ahora chocar contra mi oreja.
- La curiosidad mató al gato, Yuu... - Susurró delicadamente sobre mi oreja. No había entendido a que se refería, sonaba extraño, hablaba de forma lenta y apenas audible, a lo que me hizo voltear a verla y antes de que pudiera notarlo sostenía un revólver con su mano, apuntando el cañón del arma justo a mi cien. Todo se tornó color negro.




Desperté exaltado al igual que agitado, observando toda la habitación iluminada ahora por la luz del sol que pasaba a través de la ventana. Noté luego el ensordecedor timbre del despertador que no dejaba de sonar. Me di la vuelta para detenerlo bastante molesto por el ruido, luego de eso había caído en cuenta que todo se trataba de un sueño, un sueño bastante confuso. De repente un agudo dolor despertó justo en el puente de mi nariz, suavemente apoyé las yemas de mis dedos, el dolor aumentó apenas toqué el área, no recordaba el por qué tenía un golpe en la nariz, parecía que habían borrado mi memoria. Con una mano apoyada en mi frente, giré mi cabeza hacía mi izquierda, fue allí que los recuerdos llegaron de golpe cuando vi la figura delgada recostada de espaldas a mi. Suspiré, sonriendo de forma ladina no dudé en volverme a recostar pero esta vez abrazando el esbelto cuerpo, que tenía delante de mi, por la espalda.



- ¿Te encuentras bien? - Murmuró una suave y delicada voz, en lo que recibía cálidas caricias en una de mis mejillas, lo que hizo que mis párpados cayeran por unos pocos segundos.
- Lamento si te desperté... tuve una pesadilla, solo era eso.- Aseguré, volviendo a abrir mis ojos, liberándola de mi agarre lentamente, en eso se volteó quedando ahora frente a frente.
Noté como una mueca se dibujó en sus labios, supuse que había notado mi herida.
- Tiene un color muy raro... como violeta o algo así. Es mi culpa... - Agregó a lo último en un susurro, oprimiendo sus labios entre si, mientras su índice se paseaba aún por mi mejilla. Tan solo observaba cada movimiento, hasta no poder resistirme ante esa mirada preocupada por mi estado, tomarla del mentón con mi diestra, acercarme y besar sus finos y dulces labios, entre la unión de ambos belfos resonó un leve chasquido de por medio. Al separarme, tomé con ambas manos el rostro de Yumi, los dos terminamos riendo ante los nervios.
- Mejor vamos a desayunar.- Sugerí sin antes volver a besar aquellos cerezos.


Me era difícil de decir de por qué luego de un total encuentro inesperado, estaba decidida a matarme, si no la hubiera detenido en el momento preciso, ¿estaría ahora muerto? Dejé todo eso de lado cuando la vi flaquear ante mi, confesando toda la verdad sobre ella, sin temor. Allí debió ser que tuve que arrestarla sabiendo todos los crímenes atroces, sabiendo que ella fue la persona quien le dio un punto final a la vida de uno de mis mejores amigos, pero...nada de eso me llegó a importar, <<¿Será ser egoísta? Dejar todos esos casos de homicidio inconclusos... no me esperaba que la persona a quien más cariño le tengo sea una... asesina.>> hablaba para mi mismo en lo que guiaba a Yumi, caminando juntos tomados de las manos hasta la cocina.
No importaba, tenía la constante sensación de que estaba con la persona indicada, de cierta forma compartíamos secretos que nadie más debería saber, la diferencia era que nuestros empleos eran completamente diferentes, con razones diferentes.



Tal y como el extraño sueño que tuve, llevaba puesta una larga y ancha playera negra de mi guardarropa, llegando a tocar sus muslos. La noche anterior habíamos terminado confesado todo entre medio de besos y miradas, algo que no tenía planeado en absoluto era el lugar, el baño no parecía ser muy apropiado para ese tipo de cosas. No me interesó nada más, en absoluto, solo recuperar los días tanto como las horas estando a su lado, ahora no solo sentado enfrentada a ella en una mesa rústica en una peculiar casa de té, sino abrazados como debió de ser anteriormente hace dos semanas atrás.
- Será la primera vez que como desayuno beba café y no té.- Comentaba entre risas la chica de cabellos oscuros en lo que tomaba asiento, del otro lado, en la pequeña barra que dividía la cocina de la sala de estar.
- Cierto, pero no esta de más probar algo nuevo.- Encorve mis labios formando una sonrisa, dejando ambas tazas de café frente ambos.- Yumi... hay algo que quiero preguntarte.- Antes de que diera respuesta a mi pregunta, tomó la taza de café entre sus manos y así beber de ella.
- Muy bien... dime.
- ¿Por qué querías matarme en un principio? Creo que no es un gran momento ahora, pero... necesito saber, me gustaría una explicación más concreta.
- ¿Algo cambiará si te cuento la verdad? - Expuso en un tono de voz algo tembloroso, como si tuviera miedo a la respuesta que podría dar.
- No, no lo hará... - La barra que dividía la cocina de la sala, no era lo bastante gruesa, por lo que estábamos un poco más cerca uno del otro. Tratando de calmar a lo que supuse un gran temor a revelarme su verdad, acariciando una de sus mejillas. Aunque a mi me comieran los nervios.
- Esta bien... te diré.

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