8

26 8 1
                                    


Solté rápidamente el brazo de la chica, desilusionado suspiré con levedad, estaba tan convencido de que era ella, simplemente seguí mi instinto.
- Lo lamento... la confundí con alguien más.- Apenado apreté con gran fuerza mi puño, por haber sido tan idiota de confundir a una extraña con Yumi. Detrás de mi oía pasos apresurados, como si alguien estuviera corriendo con algo de desesperación, hasta voltearme y ver de que se trataba de mi compañero de banda, nuevamente era Reita, un Reita bastante preocupado por descubrir que tanto me abrumaba para detener a una chica desconocida en mitad de la calle.




- Hombre... ¿seguro que estás bien? - Volvió a decir mientras recuperaba el aire de nuevo, mirándome de forma extraña al notar mi verdadero aspecto de ese día.- Mírate, hombre, estás hecho un desastre. Muy bien, Shiroyama, me dirás todo aquí y ahora, no aceptaré un "no" como respuesta, sabes lo insistente que puedo ser a veces.- Dándome un pequeño empujón con la palma de su mano, se paró firmemente delante de mi, cruzándose de brazos esperando una respuesta sincera de parte mía.
Obviamente no tenía otra escapatoria que revelar todo lo que ocultaba a mi mejor amigo. Era más que un hecho el que no podía mantener siempre oculta la verdad que me atormentaba en ese momento y fingir que todo estaba bien, me resigne terminando por decidir que lo haría. Asentí con mi cabeza con una sonrisa amarga en mis labios.
- Tú ganas, te diré que sucede... - Respondí de forma melancólica, la mirada de Reita había cambiado cuando me oyó de aquella forma, como si me viera de manera culposa por obligarme a decir que me sucedía.
Todo el trayecto a mi hogar, acompañado por Reita, relataba con lujo de detalle todo lo que sucedió éstas pocas semanas antes de que Yumi desapareciera, fue allí que me di cuenta que la había conocido por casualidad, de imprevisto, y de imprevisto ella salió de mi vida. Con una palmada de consolación por parte del bajista como si me dijera que entendía como me sentía en ese momento, sinceramente me alivió el poder compartir aquello con mi mejor amigo al punto de haber tomado una decisión definitiva.




Antes de que pudiera hacer algo más, ordené la sala de mi casa, estaba inundada de botellas de cervezas por doquier, cada vez que las recogía recordaba como me encontraba en ese entonces, pero no me detenía para dejarlo de una vez por todas atrás. Cuando me asomé por la ventana que daba al patio trasero noté que comenzaba a anochecer, me sumí tanto en la limpieza que perdí la noción del tiempo, solo me faltaba una cosa por hacer.
Nuevamente me hallaba frente al espejo, la diferencia era que no me encontraba como aquella ocasión, me había rasurado convencido de que ahora sería diferente, necesitaba volver a ser como antes, retomar mi trabajo acumulado por más de dos semanas, aún debía hacer muchas cosas. Para cerrar este capítulo de mi vida debía deshacerme de todo lo que me recordara a ella, me era difícil eso lo podía reconocer, no quería desechar lo único que me traía hermosos recuerdos de la mujer que tanto llegó a cautivarme, utilicé las palabras correctas cuando escribí aquella frase para ella. Ahora me hallaba sentado en el borde de la cama luego de una buena ducha y cambiado mi aspecto, sosteniendo con ambas manos la aterciopelada caja color roja la cual contenía su presente, un hermoso collar de plata con un dije en forma de corazón. La imaginaba usándolo, le resaltaría aquellos hermosos ojos.



Cerré la caja y procuré guardarla en uno de los cajones donde se encontraban mis playeras, escondida bajo éstas, era un lindo recuerdo que no quería borrar sino conservar. En lo que ponía orden en mi cuarto alcancé a oír un ruido agudo, como si alguien hubiera dejado caer un plato o un vaso accidentalmente y estallara en el suelo. Me detuve en seco antes de que pudiera cerrar el cajón de la cómoda, lentamente caminé directo al pasillo donde al final de este se encontraba la escalera que conducía a la planta de abajo, pegado a la pared asomé mi mirada lo más que pude para ver de que se trataba y al descubrirlo quedé boquiabierto.
La puerta corrediza de cristal que daba al patio trasero estaba completamente destruido, y no cualquiera lo pudo haber hecho, no era un cristal tan frágil que se pudiera romper con una piedra. Enseguida volví a entrar a mi habitación, debajo de mi mesa de noche tenía un arma escondida para casos de emergencia y este era uno.



Con cuidado, sosteniendo el arma con ambas manos bajé por las escaleras hasta llegar a la planta baja dirigiéndome donde la puerta corrediza terminó rota, me cercioré de que nadie estuviera a los costados mientras caminaba hacía allí. Al estar seguro de que no se encontraba nadie, puse el arma entre mi pantalón dejando ver solamente una parte de esta. Busqué entre los pedazos de vidrio algún indicio de que pudo haber roto la puerta, no encontraba nada hasta que pisé algo que era irregular, quité mi pie y resultaba ser un casquillo de bala. Me alarmé y pasé por nueva cuenta a tomar el arma entre mis manos pero fue demasiado tarde, habiéndome golpeado con un objeto en la nuca, haciendo que torpemente tambaleara y dejara caer mi única forma de defenderme. Enseguida me voltee lo más deprisa que pude para identificar de quien se trataba, tan solo pude llegar a distinguir un traje negro puesto que luego recibí una puntada en el rostro directo en la nariz. Caí de espaldas justo sobre los vidrios rotos, dejándome con un terrible dolor en la nariz y mi rostro lleno de sangre, se abalanzó sobre mi con una navaja pero antes de que pudiera enterrarla en mi pecho, mis reflejos fueron más rápidos y llegué a detenerlo. Tenía una gran fuerza pero no la suficiente para que no pudiera detenerlo, en eso llegué a ver con más detalle. Llevaba un pasamontañas en la cabeza con una gran abertura en la parte de los ojos.



Llegué a alzar mi pierna y posé mi pie justo en el estomago de mi atacante, así quitármelo de encima con una fuerte patada y ponerme de pie volviendo a tomar mi arma rápidamente antes de que pudiera hacer algo más. Se detuvo al instante cuando le apunté con el arma, agitado me acerqué lo suficiente para poder quitarle el pasamontañas.
- No te muevas, o juro que pondré una bala en tu cabeza.- Advertí antes, con una mano temblorosa me acerqué lentamente sin dejarle de apuntar, oía la respiración del extraño pero dejó de serlo en el momento en que, de un movimiento rápido, le quité el pasamontañas, dejando su identidad completamente descubierta. Mi brazo cayó rendido cuando vi su rostro.
- Yumi... - Susurré agotado, mi boca sabia a sangre.

BlemishDonde viven las historias. Descúbrelo ahora