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- Como verás... pertenezco a la mafia Italiana, siendo Sicilia mi región de donde provengo, mi padre Benedetto Vongola, así es su nombre. Yo nací aquí, mitad japonesa, mitad italiana, según como deseaba mi padre era expandir los horizontes de nuestro negocio familiar, significaba que también debía formar parte y mi papel en el negocio no era algo que podía elegir. Mi madre... - Me detuve por unos segundos con tan solo imaginar el rostro de mi madre cuando aún estaba a mi lado, sonriendo como siempre lo hacía. Recorría con mi dedo el haz de la taza una y otra vez, tragué saliva en un intento de deshacer el nudo en mi garganta, todavía no lo pude superar.- Me defendía, no estaba de acuerdo en absoluto y tenía razón, apenas era una niña de 12 años. Pero para cuando desapareció fui obligada al día siguiente a comenzar con mi entrenamiento.
Al poco tiempo de comenzar con todas las tareas que me asignaban, comencé a ser reconocida por todos los que merodeaban en el mismo trabajo que mi padre, me apodaban "Lucy" un intento de cubrir mi verdadero nombre.- Bebí de mi café siendo precavida, ya que estaba caliente.


Yuu miraba expectante, se notaba sorprendido y si fuera posible como los dibujos animados, su mandíbula ya se habría caído de la sorpresa que se hubiera llevado al saber parte de mi vida tanto como la respuesta que él buscaba. No lo culpaba, creo que si esto sucediera al contrario, mi reacción sería la misma, terminando por arrancarme una leve risa a lo que al moreno respondió frunciendo el ceño.
Era increíble, si algún día me llegara a explicar el por qué de sus razones, jamás entenderé la capacidad de perdonar así como así... o eso pensaba, aún no tenía claro si había llegado a perdonarme completamente. Ciertamente me costaba asimilar todo lo que sucedió de la noche a la mañana, irrumpiendo de una forma abrupta en su hogar, buscando acabar con él, con el fin de encontrar la verdad sobre la mujer que llegó a criarme la mitad de mi vida hasta su inesperada desaparición. Cuanto más pensaba en ello, más perdida me sentía, culpable y mi odio hacía mi crecía cada vez más, pero... ¿qué importaba? Lo único que importaba en ese momento, luego de dos largas semanas, nuevamente estaba con la persona quien iluminaba mis días en épocas melancolía, con una simple sonrisa y sus bromas casuales que no existía lugar alguno que pudiera robarme una risa.



Antes de poner un pie aquí tenía la total satisfacción de que por fin hallaría la verdad sobre el repentino hecho de mi madre, no estaba en mis planes el caer bajo la influencia de mis emociones, lo hice y ahora todo cambio de una forma drástica. Por supuesto, no me arrepentía en absoluto. El único problema que llegó a cruzar por mi cabeza era el hecho de que mi padre esperaba resultados exitosos luego de que se me enviara una tarea. La mitad de mi vida estaba al pendiente de mi padre, como su "Facilitadora" cuando un problema, con algún cliente, se presentaba. Siempre me hallaba allí, a su lado, con una mirada fría e inexpresiva, en ciertos puntos de mi vida pensaba que jamás llegaría el momento en que todo sería de una forma diferente, sin ser un objeto sin sentimientos, asesina.
Finalmente lo tengo, de manera inhóspita, algo que no estaba esperando en ese preciso instante cuando lo vi y terminé por toparme con él, en mitad de mi ruta matutina. Ahora podía entender aquella pequeña frase "Las mejores cosas se dan de manera inesperada" era más que cierto.


El miedo que atentaba contra a mi, en los días que pasaron luego de irrumpir en su hogar, crecía. Convivíamos juntos por tan solo un par de días, no tenía a donde ir, claro que decir que estaba enamorada de lo que supuestamente sería un enemigo para el "negocio familiar" terminaría considerado una traición completa a mi padre y el precio a mi traición era muy alta, costándome la vida si era posible, dejando atrás los lazos de sangre. Podían estar buscándome y yo estaba oculta en un lugar que no tenían la menor idea, a pocas manzanas de la mansión Vongola.


Un nuevo comienzo para mi, dejando de lado el hecho de que era una fugitiva de mis responsabilidades, hallaba refugio entre los brazos del hombre con quien ahora compartía mis más grandes secretos y él los suyos, sin importarle quién era en verdad, me contuvo y sin juzgarme abrazó cada parte de mi. Todo era color de rosa, ese era el problema, no me gustaba rosa, para nada.
Cada día lo encontraba recostado a mi lado, aferrado a mi como si fuera a desaparecerme por la noche o desvanecerme así nada más. Claramente no me acostumbraba a despertarme con tanta paz... ¿qué clase de locura era esa? Una muy loca, quizás.


Como ya era habitual en esos días por la mañana demorábamos en levantarnos de la cama, a excepción de mi, Yuu debía reunirse con uno de sus compañeros de banda, para lo que supuse alguna nueva grabación para una canción.
Algo que me causaba gracia era que mi deber de esos pocos días que pasaba viviendo con Yuu era revisar la correspondencia. No podía creerlo, algo tan irreal para mi era hacer cosas de personas comunes, ¿a qué llamaba hacer quehaceres de personas normales? Supongo que el poder cocinar, limpiar entre otras cosas.
Mi día a día en el pasado era un arduo entrenamiento, siempre terminaba con los nudillos todos rasgados y pelados debido a que constantemente se me obligaba a golpear un saco rellena de arena, tal y como las que se usan para practicar en el boxeo, la diferencia era que no utilizaba guantes para proteger mis manos. Aún despertaba observando mis manos, viendo lo heridas que se encontraban, al igual que adoloridas, por la noche era un completo sufrimiento ya que el dolor era más agudo que de costumbre. En ellas persistían pequeñas cicatrices hoy en día, tan solo verlas el dolor volvía de la nada.



Llegué a la puerta principal, en ella había una pequeña herradura donde dejaban caer las cartas. Me arrodillé para tomar las cartas entre mis manos, siendo tan solo unas pocas, <<Hasta alguien que es famoso en una banda debe pagar impuestos>> dije para mis adentros, soltando una leve risa al final. Pero al ver la última correspondencia no se trataba de ningún impuesto, el papel estaba amarillo, como si hubiera estado años guardada. En algunos lados tenía manchas color café. Le di la vuelta a la misma, en ella se sentía un pequeño bulto y este se movía cada vez que le daba la vuelta. No me percaté hasta ese instante que tenía mi nombre escrito en manuscrita, solo me preguntaba cómo es que había llegado esto aquí, nadie sabía que estaba pasando los días con Aoi, inclusive podía estar más que segura que menos mi padre sabía algo al respecto. Era fácil reconocer la letra de mi padre y esta no era. Dejé mi sorpresa a un lado y me digne a abrir con cuidado el sobre. Lo primero que terminó por caer al suelo fue su contenido, con el sobre en una mano me acerqué para observar que cayó.
Tragué saliva, enseguida cuando pude identificar el objeto que ahora se hallaba en el piso, justo al lado de la alfombra. Un collar de plata con un dije de un pequeño delfín con pequeñas incrustaciones de diamantes. El collar que utilizaba mi madre se encontraba en el suelo de la entrada, sintiendo como comenzaba a ahogarme en lágrimas busqué en el viejo sobre, con algo de desesperación si existía un papel dentro. Y así fue, con la misma letra con cual mi nombre estaba escrito, una gota de sangre seca me impedía leer con claridad el supuesto mensaje. Desbordé de lágrimas, soltando un grito ahogado llegué a distinguir lo escrito en ella.





Cerca trova, Yumi.

BlemishDonde viven las historias. Descúbrelo ahora