20

11 2 0
                                    



Lo mire de forma incrédula, de cierta manera no creí al principio lo que Aoi acababa de decir por lo que una sonrisa ladina se dibujó en mis labios.
- ¿Qué... qué quieres decir? - Fruncí el ceño, acomodándome en el asiento del acompañante.
- Lo que trato de decirte es que... yo estuve implicado en lo que le sucedió a tu madre y Yutaka... la asesinó.
Un largo silencio volvió a presenciarse en la pequeña cabina del vehículo, mirando hacía un costado, detallaba cada objeto que tenía sobre uno de los porta vasos, una simple cajetilla de cigarrillos abierta la cual apenas se notaba que solo le quedaban dos tubos de tabaco y junto a ellos un mechero. Era sencillo el percibir el ligero aroma a cigarrillo dentro del automóvil, no era para nada desagradable, al contrario, le daba cierto olor característico al ambiente. La mirada del pelinegro persistía sobre mi, esperando que de mi boca saliera una respuesta que en ese momento no encontraba. Estaba en shock. Ya no sabía quién era mi enemigo, ni mucho menos mi amigo, tan solo sabía el por qué mi padre quería ver muerto a Yuu.

Mis manos comenzaron a temblar ligeramente, no podía estar en el mismo lugar que él, para nada y como si fuera poco oía los continuos lamentos del moreno hacía mi en un hilo de voz que poco a poco comenzaban a quebrarse, sintiendo las yemas de sus dedos posarse sobre mi mentón para girarme para verle directo a los ojos. Pero no estaba en sus planes el que terminara por retirar su mano bruscamente, palpar la manija de la puerta, abrirla y salir lo antes posible antes de que yo pudiera terminar tal y como él, cubriendo mi boca con el dorso de mi mano, enseguida el frío me azotó al poner un pie fuera, apenas llevaba algo para protegerme de la helada de esa mañana.
Estaba lejos del vecindario que siempre transitaba, luego de dar unos cuantos pasos y alejarse del motel, no le seguía más nada, parecía que estábamos en mitad de la nada alejados de todo contacto, me sentí perdida. Solo había una larga ruta por la cual transitar y frente a ella se extendía un gran campo en el cual si uno se adentraba podía perderse en cuestión de pocos segundos. En ese preciso momento toda mi frustración se hizo a un lado para analizar lo que había a mi alrededor, siendo todo desconocido y nuevo, de repente la razón del por qué me hallaba allí me agobió.
Mis piernas flaquearon al instante, cayendo de rodillas justo sobre el costado de la carretera, sintiendo el contacto con la húmeda tierra. Todo se estaba deshaciendo delante de mis ojos, permitiendo que esto ocurriera. Imaginando que había escapado de todos los problemas que me torturaban en mi día a día, conociendo accidentalmente a un hombre que al principio era una amenaza para mi padre, dejando atrás toda una vida que no planeaba en absoluto, una vida que mi padre decidió por cuenta propia, escapando luego como si fuera toda una adolescente adentrándome a algo totalmente desconocido. Hundía mis dedos en la tierra, aferrándome a ella como si fuera cualquier manta que pudiera estrujar para desquitar mi ira, mis ojos instantáneamente se inundaron de lágrimas.

Fue entonces que me encontraba un momento de debilidad, las lágrimas no dejaban de rodar por mis mejillas, algunas se interponían entre mis labios, su sabor era algo salado. Como si fuera poco, sentí una pequeña presión en el pecho haciendo que comenzara a faltarme el aire, respirando hondo para aliviar esa horrible sensación de angustia que me poseía.
Para cuando había encerrado a mi labio inferior entre mis incisivos para calmarme, unos brazos me rodearon a la altura de mi cintura, girándome al instante y notar que se trataba de Yuu. Rápidamente lo alejé de un empujón, dirigiendo el codo y acertando justo en la boca, haciendo que se tambaleara por lo que aproveché el momento para arrojarme encima de él posicionando mis manos alrededor del cuello del contrario y hacer presión levemente. Como reflejo, obviamente el más alto trataba de librarse de mi agarre. La compasión en ese momento era nula.
- Lo sabías, todo este maldito tiempo... ¡Lo sabías, maldita sea! - Grité y cada vez comenzaba a ejercer más y más presión en aquella frágil zona. El llanto se intensificaba.
- Lo... siento... ¡suéltame! - Murmuraba afónico entre arcadas, retorciéndose como si fuera un pez que accidentalmente habían quitado del agua. Presionaba con todas las pocas fuerzas que me quedaban, hasta que su rostro comenzó a tornarse un ligero carmesí. - No pude hacer nada, Yumi... mierda... tú asesinaste a mi mejor amigo, no tenía idea de que era tu madre, no podía hacer nada, me asesinarían si no cumplía, entiende... - Lo dejé libre. Retiré lentamente mis manos, Yuu comenzó a toser cuando finalmente pudo respirar con normalidad.
Me quité de encima y me puse de pie caminando directo nuevamente al motel, por más que no quisiera admitirlo, Aoi tenía razón... anteriormente yo había asesinado a su mejor amigo, Miyavi. Tampoco en ese momento sabía que Misaki era mi madre, pero... ¿por qué ocultarme algo así? No tenía sentido, ni mucho menos el que Kai me haya enviado un sobre con el collar de ella.

Cuando llegué al playón de estacionamiento me detuve para sacudir mi pantalón, quitando todo rastro de suciedad y luego sequé mis mejillas con la manga de la playera. Tratando de lucir lo más decente posible, apartando el hecho de mi rostro golpeado, rozar mi mano sobre una de mis mejillas era despertar el dolor. Fui en busca del bolso que cargaba junto con la mochila y dirigirme a la administración para pedir una habitación.
Teniendo la llave en mano de una de las habitaciones me apresuré en ubicarla, por alguna razón al salir empecé a buscar al pelinegro con la mirada. Quizás por mera costumbre.
No me esperaba más de la habitación, un estilo tradicional japonés con las puertas corredizas y un ambiente un tanto pequeño, no recordaba la última vez que he puesto un pie en algún cuarto con un estilo tradicional. Como era de costumbre allí, dejé mis botas en la entrada arrojando el equipaje que cargaba en el suelo y me dejé caer por igual en el mismo. Si quisiera podía dormirme en ese mismo lugar, no me importaba tan solo quería cerrar mis ojos. Para cuando me había dado cuenta, comenzaba a analizar lo que acababa de hacer allá fuera. Tragué saliva en un intento de deshacer el nudo que había en mi garganta.
- Casi termino asfixiándolo... - Fruncí mis labios y por último suspiré.
Para estar en mitad de primavera el frío se estaba volviendo insoportable, sin tener otra opción que buscar algo más para resguardarme, además de encender la calefacción, el cuarto era como un refrigerador con muebles. Bastante modesto, nada lujoso, en cada esquina del cuarto había pequeñas manchas causadas por la humedad del lugar. Reí para mis adentros con una pizca de sarcasmo, ¿qué podía esperar de una habitación que apenas tenía mantenimiento? Nada. Caminaba de una punta a la otra, inquieta, esperando que si hacia algo así todo iba a volver a la normalidad, como si todo fuera tan fácil de olvidar. Un escalofrío se paseó por toda mi espalda hasta erizarme la piel completamente, sujetando mi cabello con ambas manos, los peinaba hacia atrás repetidas veces, buscando a que se acercara a mi y me abrazara por la espalda como solía hacer cada vez que me agobiaba o el estrés me ganaba y eso ocurría casi todos los días. Pero esta vez los papeles cambiaron, ahora no encontraría que me reconforten con algo tan sencillo como aquello que Yuu solía hacer. Sentía una punzada sobre mi pecho, a tal punto que comenzaba a molestar en todo momento en que pensaba en ese hombre, entre los recuerdos de hace meses atrás como lo que acababa de suceder, todo ponía en duda las palabras dichas por él. Nada tenía sentido, ahora que estaba sentada en el frío suelo, apoyándome contra la pared tenía la mirada fija en una de mis botas algo desgastadas, con las agujetas colgando de cada extremo del zapato. Al fin y al cabo, todo se redujo a cuantos días pasaría con Yuu en este motel barato, de tan solo pensarlo no podía verle a la cara nuevamente.


Las fechas pasaron volando, desde ese frío día donde todo había salido a la luz, desde que Aoi me había confesado ese secreto que alcanzó a helarme la piel en tanto lo había murmurado en el auto, los días eran grises como el mismo cielo. Estaba de cabeza en la cama, fumando un cigarrillo, miraba con gran atención como el humo del mismo tubo de tabaco se perdía en la habitación. Poco a poco se quemaba, dejando a un lado la ceniza en un cenicero que tenía a mi lado. Perdida en mis pensamientos, no existía otra cosa mejor como el humo que representaba la situación entre ambos, el clima entre nosotros dos se volvió tenso, incomoda con su presencia desde el instante en que salía del cuarto. No sabía cuánto más soportaría todo esto, desde que todo se fue por un tubo, no podía volver hacia atrás.
Un fuerte golpe me quitó del trance del cual me encontraba, cuando quise darme cuenta, el cigarrillo se consumió por sí solo. Suspiré tirándolo sobre el cenicero, mi mente divagaba cada vez que tenía la ocurrencia de pensar lo sucedido hace cinco días atrás, frunciendo mis labios, debía de volver a sentarme sobre la cama sino quería un fuerte dolor de cabeza de estar en aquella posición. Cerré mis ojos por unos segundos, en tanto me erguía para volver a la posición en cual estaba anteriormente, en eso, me vino a la cabeza el porqué de aquel golpe tan repentino que me quitó de mis pensamientos. Estando de espaldas a la puerta, la cama estaba a unos pocos metros de ella, teniendo mi mirada clavada contra la pared que tenía frente a mi, de repente un mal presentimiento me invadió, dándome la vuelta con un poco de paranoia. Nada, un silencio inundó el ambiente de un momento a otro apenas y oía como el viento hacía sonar un llamador que se encontraba afuera del cuarto donde nos hospedábamos. Me quedé viendo la puerta, como si esperar a que esta se abriera de la nada, pero aquello no sucedió. Enarqué ambas cejas, despreocupándome un segundo, chisté mi lengua contra el paladar.
Culpándome por las tonterías de mi imaginación tanto como la paranoia del momento, por nueva cuenta ese golpe se oyó más de cerca, sin darme tiempo para reaccionar al momento de darme la vuelta, sentí como era sujetada de mi cabello con gran fuerza, siento tanta que hizo que un alarido brotara de mi boca instantáneamente. Siendo arrastrada fuera de la cama hasta tirarme al suelo, no veía forma de escapar de ello, solo mis gritos inundaban la sala...

BlemishDonde viven las historias. Descúbrelo ahora