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Sentí un amargo sabor en mi boca, acompañado de un leve dolor en el pecho. Me sentía sumamente extraño, al instante en que se había colocado ese antiguo collar. No era simplemente la culpa de un objeto, sintiéndome fatal el que haya recibido aquella supuesta pista justo en mi hogar, dejándome más que en claro que no estaba segura conmigo.
En ese entonces, luego de haber descubierto por ella el verdadero autor detrás de las muertes de la mitad de mis casos, entré en conflicto conmigo mismo, sin saber cuál sería la opción correcta a lo que me estaba enfrentando, ¿qué excusa diría esta vez a mis superiores? Vidas perdidas y sin obtener ninguna justicia por ellas, teniendo la respuesta ante mis ojos, me negaba a aceptar la realidad.





Era ridículo, luego de tantos días que pasaron, evadía el tema, volviendo como una gran ola cada vez que pisaba el cuarto donde mantenía guardados cada uno de los archivos de los casos. Debía tomar una gran decisión en cuanto a lo que haría de ahora en adelante, de cierta forma, aunque mi trabajo no era para nada sencillo por otro lado me gustaba a lo que me dedicaba. Llevaba una vida en incognito, mis compañeros en ese trabajo no tenían la menor idea de quien era en realidad, solo era a quien llamaban Detective Murakami, el nombre no era de mi gusto. Podía decir con gran seguridad que bajo ese subdominio llevaba una vida como cualquier otra persona normal, no siendo una persona reconocida por todos.


Suspiré de forma profunda, teniendo mi placa en mano, la observé con gran lujo de detalle. Mi trabajo era por la noche, escabullirme uno de esos días sin que Yumi lo notara mientras dormía, tomé las llaves de mi auto. Tomé rumbo a mi lugar de trabajo.
De camino trataba de aclarar mi mente, no podía existir nada más relajante que una noche con un cielo completamente estrellado. Me tomaba unos segundos para verlo con más detalle cada vez que me detenía en los semáforos, la calle estaba casi vacía a esas horas, teniendo la presencia nada más de los faros de luz que iluminaban todo el camino rumbo a mi destino.
Una fría brisa golpeó mi rostro al instante que baje del auto, siendo cegado levemente al momento en que me abrí paso dentro del establecimiento. Me había quitado el largo abrigo que traía conmigo junto con un sombrero negro, dejando ver a simple vista la pistolera que rodeaba mis hombros, teniendo el arma en ella.





Después de días me presentaba por allí y todo se veía cuando lo visité por última vez, pasando a saludar a uno de mis compañeros que se encontraba sentado detrás de un escritorio, Kurosaki siempre conservaba ese bigote que lo caracterizaba desde la distancia. Luego de mi visita, caminé a la oficina de mi superior, otra vez me veía suspirando profundamente. Me detuve al instante en que me encontré delante de la puerta, a punto de girar la perilla, repasando una y dos veces mis razones.
Tomé valor y abrí la puerta, teniendo a mi jefe mirando la pantalla de la computadora. Sabía lo que hacía, lo hacía por Yumi, y estaba más que seguro que ella haría lo mismo por mi.
- ¡Murakami! Y ya me preguntaba dónde te habías metido todos estos días, hombre. Ven, toma asiento. - Ofreció el hombre de mayor edad que yo, poniéndose de pie para hacer un simple ademán en señal de que me acercara. Tenía puesto nada más que un simple traje gris, adornado con una corbata que combinaba con este. - Quiero saberlo todo, ¿algún avance con los casos?
Acomodé el abrigo sobre mi regazo y sobre este mi sombrero, al momento en que me senté en la silla que se encontraba frente al escritorio.
- De hecho, justamente vine a aquí por otro tema... - Vacilé un segundo, tragando saliva, fijé mi mirada en un rincón de la oficina, hasta que finalmente las palabras brotaron de mi boca. - Quiero renunciar. - Hablé de forma seria, la mirada de ahora quien sería mi ex jefe, fue más que de sorpresa.





Llegué a oír una voz, se escuchaba a lo lejos, aquella voz me era familiar.
- Yumi, ¡Oye, despierta!
Alcancé a escuchar con gran claridad, pestañando varias veces, ya no me encontraba al lado de mi madre, sintiendo un gran vacío de repente. Apenas y me había dado cuenta que tenía a Yuu enfrente de mi, sujetándome por los hombros, moviéndome de adelante hacía atrás con suma delicadeza. Kai se encontraba detrás de él.
- Lo siento... me dejé llevar un poco. - Me excusé rápidamente, teniendo ahora mi mente sumamente clara.
No era coincidencia el haber visto anteriormente a Yutaka, era más que eso. El haberlo recordado en uno de mis viajes a Italia había encendido un detonante, siéndome extraño que nos haya acompañado en todo nuestro recorrido, notaba a mi madre bastante apegado al hombre de cabello castaño.
Por supuesto me llevé un gran regaño por parte del pelinegro, lo había asustado. Luego de disculparme necesitaba tomar un poco de aire.
No me esperaba que una pequeña tormenta se hubiera desatado en mitad del día, lo primero que llegué a captar era a las personas que corrían por las calles tratando de salvarse de la lluvia, algunos cubriéndose con un periódico, otros con un portafolio. Pensaba que habían leído mi mente, no necesitaba nada más que una relajante lluvia y aire fresco con ese peculiar aroma a pavimento húmedo. Apenas había dado unos pasos hacía la calle y enseguida pequeñas gotas cayeron sobre mi.
Aquella tormenta fue completamente inesperada, tanto como su presencia en aquel momento.

BlemishDonde viven las historias. Descúbrelo ahora