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No tomé en cuenta el tiempo que pasé dentro del lugar, pero no me pareció el suficiente para que de repente el clima se tornara frío tanto como húmedo esa mañana de jueves. Siendo las calles cubiertas por una fina capa de neblina, los objetos que no se encontraban a pocos metros de donde me hallaba parado no podían distinguirse, confundiéndolos inclusive hasta con una persona.
Tan solo me había tomado unos segundos en revisar mi alrededor, ligeras gotas de sangre comenzaban a escurrir por todo el largo de mi brazo ya que mantenía mi mano alzada. Llegué a cuestionarme si el golpear el rostro de uno de mis amigos sin piedad era lo correcto, pero en ese entonces nada lo parecía, solo pensaba en ella y el haberla encontrado inconsciente bajo la lluvia.


Reaccioné más tarde y caminé lo más deprisa posible hasta llegar al automóvil, habiendo olvidado que siempre lo estacionaba a la vuelta de la misma calle, frente a un local de chucherías que para en ese entonces se encontraba cerrado. Tardé en acostumbrarme a la temperatura dentro del auto, siendo más cálida que afuera, haciendo que los vidrios del auto se empañaran. Juraba que mi nariz se heló al pasar tan solo unos insignificantes segundos bajo el helado manto de la neblina. Mi pulso se había acelerado, llegando a sentir que los latidos viajaban hasta mi mano y allí persistían. Me había quedado varado, tal y como un barco en mitad del océano, o estar estancado en mitad de la hora pico, maldiciendo en ocasiones. Dejé descansar mi frente contra el volante, tenía que ordenar mis ideas y que era lo que debía hacer primero, por supuesto, era nada más ni menos que buscar un botiquín y así vendar mi mano mal herida, el dolor era insoportable, cada vez que formaba un puño con ella, este se intensificaba. Estando al rojo vivo cada uno de los nudillos, la sangre continuaba brotando poco a poco.
<<Bien hecho, Shiroyama...>> dije para mis adentros, pero ninguna de las dos opciones que tenía era viables, siendo la primera mantener una relación con Yumi a base de mentiras sobre mi, un policía corrupto que encubrió el propio asesinato de su madre para ayudar no solo a un amigo tanto como compañero de banda, sino que a un facilitador de la mafia japonesa y ese era Yutaka. La última era ayudar a Kai con su siguiente paso, el tan solo recordar cada palabra exacta de ese día me erizaba la piel, asesinarla a sangre fría. Todo y con mi ayuda. No elegí ninguna de esas, no, elegí a Yumi.
Cierto, debí hacerlo desde antes y no pensar semejante atrocidad, Yumi se estaba acercando demasiado, revolviendo en un pasado que jamás debió adentrarse. No pensé que la solución de Kai sería el asustarla de una forma tan cruel ni menos hacerle daño, pero de haber adivinado como sería la reacción de él ante una situación así, como todo matón, su reacción sería callarla a golpes hasta la muerte.


Nada se encontraba dentro de mis planes, para nada, el chocarme con ella ese día y que pasado casi un mes terminara a mi lado de esta manera tan inesperada, descubriendo de forma abrupta que tipo de chica era, una fuera de lo común. Sin tener idea que ella sería la hija de la mujer de quién presencié su asesinato tanto como la de un famoso mafioso, terminando trabajando bajo su cargo, asesinando en su nombre.
Reí, me reí por lo bizarro de todos estos eventos y de las vueltas que la vida te podía dar con un simple chasquido de dedos, tragué saliva y suspiré. No podía estar todo el camino de vuelta con la mano de aquella forma, pero al menos algo bueno tenía de mi lado. Un improvisado botiquín se hallaba en la guantera, solo bastaba con estirarme hasta poder alcanzarlo, necesitando un poco de venda y eso sería todo para mi.
Bañando la parte superior de la mano con alcohol, sabía que me esperaba, un ardor asquerosamente espantoso pero no tenía otra cosa con que desinfectar la herida. Reprimiendo un grito de dolor me llevé la mano al pecho por unos instantes, apenas y podía mover los dedos, arrancando un pedazo de venda con la ayuda de mi boca, pasando ese pequeño pedazo por el brazo donde poseía rastros de sangre. Al terminar cubrí prolijamente los nudillos con el resto de venda, una sensación de alivio invadió mi cuerpo al instante. No era mucho la movilidad de mi mano, pero bastaba para lograr conducir nuevamente a casa... a decir verdad, ya no podía estar allí ni mucho menos Yumi, otro problema se presentó.


Saqué las llaves del bolsillo de la chaqueta, la coloqué en la ranura correspondiente y de un giro el motor del automóvil se puso en marcha, dando un rugido como respuesta, la neblina comenzaba a disiparse lentamente pero no era lo suficiente para ver a través de ella, inclusive usando como ayuda los faros del auto.
Quité el freno de mano y antes de empezar a conducir guardé toda evidencia de trozos de venda manchados con sangre en el pequeño maletín, colocándolo en la guantera. Como si se encendiera una lamparilla sobre mi cabeza, al instante de oír el click de la puerta de la guantera misma, una solución se presentó al segundo por arte de magia, el escapar a un motel, borrando nuestra existencia por un par de días hasta que las cosas se tranquilizaran parecía sonar una idea más que tentadora por el momento. Una sonrisa de satisfacción se dibujó en mis labios instantáneamente cuando conducía por las calles esa mañana, exactamente a las 8.30 a.m cuando quise echar un rápido vistazo al reloj de mi muñeca.
Mi distracción había durado tan solo unos segundos, siendo tan escasos que no presté atención al camino y para cuando mi mirada se posó nuevamente en la ruta ya era demasiado tarde, a lo que mi reacción fue frenar de golpe y por pura inercia mi cuerpo se impulsó hacía adelante, llevándome a aferrarme con fuerza al volante. De manera inesperada una sombra se cruzó en el camino y cuando los faros del automóvil disiparon la neblina pude reconocer que era una persona.
- Mierda. - Como reflejo me bajé del auto a toda prisa para verificar que todo estaba bien, lo último que faltaba era que atropellara a alguien y ese día lo catalogaría como el peor de todos. Pero cuando terminé por acercarme a ayudar a quién casi llevaba por delante, me tomó por sorpresa al descubrir finalmente de quién trataba.
- ¿Qué cojones...? ¿Yumi? - No terminaba por creerlo. Yumi trataba de levantarse del suelo. - ¿Qué haces aquí? Por Dios, casi te atropello... ven. - La tomé con cuidado del brazo para ayudarla a levantarla.
- Eso mismo me pregunto yo... fui a recoger unas cosas que necesitaba. - Dijo al momento en que se puso en pie nuevamente, tenía un bolso colgando de un hombro y una mochila. - ¿Qué te sucedió en la mano? - Señaló con el dedo índice la venda en mi mano.
- Te explicaré más tarde, sube, tenemos que irnos. - Enseguida le quité el bolso que cargaba, rodeando el automóvil hasta la parte trasera de este y colocarlo en los asientos de atrás. - Espera... ¿A dónde iremos, Yuu? - Su tono de voz se exasperó, siguiéndome hasta la parte trasera del vehículo.
- No hay tiempo, solo entra. - Había dicho algo irritado por la pregunta. Cerrando la puerta con algo de fuerza del asiento de pasajeros, retomé a volver a mi lugar en el auto en espera a que Yumi me siguiera hasta adentro. Al hacerlo su mirada desconcertada me fulminó al verla de reojo cuando me puse en marcha.



Lo sabía, era difícil aparecer de repente y que lo único que te digan es que te irás y no te expliquen la razón del por qué, mucho menos de adonde. En cuanto llegáramos al motel aclararía todas sus dudas.
No esperaba que el viaje sea el mejor, un silencio sepulcral había entre ambos, dando pequeños vistazos por el rabillo del ojo, Yumi apoyaba su cabeza sobre la palma de su mano teniendo su mirada clavada en el paisaje de afuera.
Para cuando habíamos llegado eran las 10.15 a.m, apenas me detuve volteé a ver a Yumi.
- Lo lamento... pero necesitábamos irnos. - Murmuré, quitando las llaves.
- ¿Por qué estamos aquí...? - Cuestionó de forma demandante al instante en que se había volteado.
Enseguida dudé de revelarle el porqué de la situación en que torpemente me metí, pero ya no quería ocultar más nada.
- Déjame decirte algo primero... pase lo que pase, no importa que decisión tomes luego de habértelo dicho, lo entenderé. Te quiero, pase lo que pase... - Un nudo en mi garganta se había formado. - Yumi, yo mismo sé quién asesinó a tu madre...


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