1. capítulo

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-Por favor Damon, necesito tu ayuda. Abre la maldita puerta. Sé que estás ahí- exigió la chica aporreando la puerta de la gran casa.

Paró el tiempo suficiente para recuperar fuerzas. Las lágrimas amenazaban con escaparse de control. No podía creerse que él fuera a ignorarla.
-¡Damon, maldita sea, tu hermano está en peligro!-gritó a la puerta.
-¿Y se supone que eso debería importarme?- oyó a su espalda.

La chica se volvió despacio, siempre era mejor moverse con cuidado cuando se trataba de Damon. Estaba tan pegado a ella, que la chica tuvo que retroceder un poco para poder mirarle a lo cara. Él hizo una mueca de diversión.
-Tenemos que hablar-explicó-¿podemos...podemos entrar en la casa, por favor?
Damon la miró con curiosidad.
-Mmm. Creo que somos nosotros los que tenemos que ser invitados a entrar...Sam.

Pronunció su nombre como lo hacía siempre, con un deje de sensualidad. Steven nunca la llamaba así, todo el mundo sabía que prefería su nombre al completo, Samantha.
-Por favor Damon, deja de jugar conmigo. Steven está metido en problemas muy serios.
-Y, ¿has venido a pedirme ayuda a mí?
-La última vez que miré, eras el único hermano vampiro que tenía-dijo la chica enfadada.

El chico se apartó y la puerta se abrió a un gesto de él. Samantha se estremeció un poco. No se había acostumbrado a que su novio y su hermano no fueran dos chicos al uso. Además, Steven era bastante discreto con sus poderes. Al contrario que Damon, al parecer.
Damon señaló el interior de la casa con la cabeza y Sam pasó delante de él y se encaminó al gran salón de estar.
Sam se sentó en el sillón más alejado, mientras Damon se servía una copa sin dejar de mirarla. Se sorprendió cuando él la ofreció un vaso.
-Parece que lo necesitas-dijo él-no te preocupes, no es muy fuerte.

Sam bebió un sorbo que calentó inmediatamente su entumecido cuerpo. Se había sentido así desde que vio las señales de lucha en el jardín de su casa.
-¿Vas a contarme lo que ha sucedido o tendré que entrar en tu cabecita para verlo?-preguntó Damon recostado con indolencia en la chimenea.
-No se te ocurra ni siquiera intentarlo, Damon.
El chico levantó las cejas con un gesto fingidamente sorprendido.
-No es buena idea desafiar a un vampiro, cuñadita.  Seguro que tu novio te lo ha dicho.
-Steven ha desaparecido - murmuró la chica- alguien se lo ha llevado.
-¿Cómo sabes eso?
-Ayer no supe nada de él en todo el día así que hoy he ido a su casa. Había señales de lucha por todas partes, restos de sangre y esta nota.
Samantha le alargó un papel a Damon.
Éste silbó cuando leyó el texto.
-Vaya, Steven ha enfadado mucho a alguien. Nada menos que Atrix.
-¿Qué es Atrix?
-No quieres saberlo, Sam.
-Sí, sí quiero saberlo. Tengo que saber qué es y donde está porque allí es a donde han llevado a Steven y tengo que ir a buscarle.
Damon la asustó cuando de repente se puso delante de ella y la levantó del sillón.
-Ni lo pienses-ordenó.
-¡Suéltame! Me haces daño.
El vampiro la soltó y dio un paso atrás.
-No puedes ir a Atrix.
-Tengo que ir, Damon. Steven está en apuros, necesita ayuda.
-Los humanos no pueden entrar en Atrix por sí mismos, Sam. No se les permite.
-¿Qué quieres decir?
-Atrix es la dimensión de los seres sobrenaturales, no es un país, no es una ciudad, es otra dimensión y las leyes allí...bueno, básicamente no son humanas.
-¿Y?
-Un humano sólo puede entrar allí como esclavo de un sobrenatural, Sam. No hay otra forma.
Samantha se dejó caer en el sillón.
-¿Esclavo?
-Te he dicho que no querías saberlo.
La cabeza de Sam empezó a dar vueltas. Sólo podía ir acompañada de un sobrenatural, bien, tendría que conseguir a uno y el más evidente era...
-Damon, tenemos que rescatar a Steven-suplicó.
-¿Me estás pidiendo que te lleve a Atrix?-preguntó él incrédulo.
-Steven...
-No tienes ni idea de cómo es aquello, Sam. No durarías allí ni 24 horas.
-¿Me vas a obligar a suplicarte, Damon?
El chico se acercó para susurrarle en el oído.
-Tus súplicas son como música para mis oídos, querida, pero...no te llevaré allí.
-No podemos dejarle allí...
-Seguramente se lo ha buscado de alguna manera, Sam. Mi hermanito se ha metido en más líos de los que te ha contado en su larga vida.
Sam se levantó y caminó hacia la puerta.
-Bien, me apañaré sola. No tenía que haber venido.
-No puedes ir a Atrix, Sam.
-Entonces ayúdame Damon, por favor-suplicó la chica.
-¿Por qué debería hacerlo?
-Porque es tu hermano.
-Vamos Sam, sabes que eso no significa demasiado para nosotros. No somos unos hermanos muy unidos. Creo que necesito algún otro aliciente para salir de mi cómoda vida aquí.

Samantha supo a qué se refería. Desde que los dos hermanos habían llegado al pueblo y ella había empezado a salir con Steven, Damon la había deseado, Steven la había advertido sobre eso.
-¿Qué es lo que quieres?
-Lo sabes. Pero lo diré si necesitas oírlo, Sam. Te quiero a ti.
-Steven tenía razón. Siempre deseas lo que él tiene.
Damon sonrió con ironía.
-Si quieres pensar eso, no voy a llevarte la contraria.
-Bien, nos iremos mañana-aceptó ella caminando hacia la puerta.
Damon estaba delante de ella antes de que diera dos pasos.
-No Sam, no va a serte tan fácil. Quiero que tengas muy claro en lo que te estás metiendo. En primer lugar, tú no das las órdenes, las doy yo. Yo decidiré cuándo viajamos y cuando paramos. En segundo lugar, no podré protegerte en Atrix si no actúas como mi esclava, tienes que estar segura de poder hacerlo.
-Podré.
-Y en tercer lugar, la condición para ir hasta allí a salvar a mi hermanito es que hasta ese momento, Sam, eres mía.
La chica palideció. Damon la sujetó por la barbilla para que le mirara.
-¿Lo comprendes, Sam? Eres mía en todos los aspectos.
Sam le miró a los negros  ojos.
-Eres un bastardo, Damon.
-¿Aceptas?
-¿Tengo otra opción?
-Nos iremos mañana, Sam. Al amanecer. Lleva sólo unas pocas cosas. No podrás meter nada en Atrix.
Sam salió de la casa conmocionada. Tenía la impresión de haber vendido su alma al diablo.

SamDonde viven las historias. Descúbrelo ahora