2. capítulo

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-¿Te has vuelto loca?-preguntó Eve esa tarde cuando le contó lo ocurrido.

Bueno, sabía que esa iba a ser la opinión de su amiga cuando se lo contara. No habría esperado otra reacción. Y eso que no le había contado el trato que había hecho con Damon, sólo que iba con él a rescatar a Steven.
Eve y ella estaban muy unidas. Eran amigas desde los 2 años y ahora compartían habitación en la residencia universitaria.

-No es para tanto, Eve...
-A ver, vamos a poner un poco de orden. Dices que vas a rescatar a tu novio vampiro a otra dimensión.
-Sí.
-Una dimensión en la que los humanos son esclavos de los seres sobrenaturales.
-Sí, creo que es así.
-Ya, y además vas con el hermano de tu novio que resulta que es un vampiro sin escrúpulos que se dedica a morder todo lo que pilla y a matar en el proceso.
-Eve, lo haces sonar peor de lo que es.
-No, Samantha, es peor de lo que suena. Lo más probable es que no salgas viva de esto. Es una locura y lo sabes.
-No puedo dejar a Steven, Eve, tengo que intentar ayudarle.
-No voy a poder convencerte, ¿verdad?
Sam sonrió.
-No, no vas a poder.
Eve la abrazó.
-Ten mucho cuidado, Samantha, por favor. Y vigila a Damon, siempre te mira como yo miro a la tarta de chocolate después de comerme unas acelgas.
Sam soltó una carcajada.
-Podré manejarlo, creo.

Sin embargo, a la mañana siguiente estaba asustada y nerviosa.  Había hecho un pequeño equipaje, con unas cuantas piezas de ropa y sus cosas de aseo. Cuando bajó a la calle Damon la esperaba ya recostado en su Porche. Estaba, como siempre, vestido de negro y escondía sus ojos tras unas gafas de sol. Cuando Samantha llegó hasta él se las quitó.

-Has venido - afirmó mientras cogía la bolsa y la metía en el maletero.
-¿Acaso lo dudabas? - preguntó la chica mientras entraba en el coche.
Damon entró en el coche y la miró suspicaz.
-¿No has pensado ni una sola vez en echarte atrás?
-Por supuesto que no.
El chico la miró burlón y Sam notó una extraña sensación de aturdimiento. Fue muy breve y cuando se pasó, Damon sonrió divertido.
-Mentirosilla - dijo.
-¿Te has metido en mi cabeza? -preguntó la chica indignada.
-No me mientas, Sam. Es muy fácil descubrirte.
-Y tú no vuelvas a hacer eso, Damon, o te prometo que encontraré la forma de hacértelo pagar - aseguró Samantha mientras se ajustaba el cinturón de seguridad.
Él rió mientras ponía en marcha el coche.
-No tienes carácter de esclava, querida. Tendremos que practicar antes de llegar a Atrix o acabaremos muertos los dos.

Damon conducía a una velocidad temeraria. Sam tuvo que repetirse varias veces que era un vampiro y, por lo tanto, sus reflejos eran muy superiores a los humanos para poder relajarse un poco durante el viaje.

-¿Cuándo llegaremos? - preguntó Sam cuando llevaban una hora de viaje.
-Si todo va bien, mañana por la tarde estaremos en el portal. Después... depende de lo que nos encontremos allí.
-¿Qué quieres decir?
-Entrar en Atrix no es fácil - respondió Damon encogiéndose de hombros - las hadas tienen un sentido del humor muy particular.
-¿Hadas?
-Hacen las funciones de porteras. ¿Te sorprende que existan las hadas?
-Ya no me sorprende nada.
-Siempre he tenido curiosidad por saber cómo te enteraste de nuestro pequeño secreto.
-Steven me lo dijo…
Damon soltó una carcajada.
-Ni de coña,  querida. Conozco a mi hermanito. No diría la verdad a una chica a no ser que no le quedara más remedio.

Sam apretó los labios. Damon tenía razón. Descubrió a Steven alimentándose de una compañera de clase. Naturalmente, Samantha había pensado que estaba besándola y cuando les separó, decidida a abofetearle, se encontró su rostro transformado. Antes de poder gritar, él la había sacado del garaje y llevado a su casa. Tuvo que vencer el miedo de la chica para poder explicarle lo que ocurría. Con paciencia, respondió a todas sus preguntas y aceptó darla un tiempo para asimilarlo. Al día siguiente,  Sam fue a verle y le dijo que le quería, a pesar de todo. Estaban juntos desde entonces. Steven había pasado a alimentarse de bolsas que robaba de los bancos de sangre de los alrededores y la relación iba cada vez mejor… excepto en el plano sexual. Curiosamente,  Steven no parecía tener prisa en ese aspecto.  De hecho no habían pasado de besos y caricias y siempre era Steven el que paraba. Él sabía que ella era virgen y Samantha creía que quería que estuviese segura.

SamDonde viven las historias. Descúbrelo ahora