Día 2
06:34
Temperatura: 13 °C
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El cielo comenzaba a tornarse de un brillante naranja cuando Clarisa despertó.
Solía ser de sueño pesado, pero después de lo ocurrido anoche, prácticamente no pudo dormir sólo pensando en que ya amaneciera (seguramente al igual que todas).
Tenía la esperanza de que todo hubiese sido sólo una pesadilla, pero al despertar recostada en el duro concreto perdió toda esperanza. Volteó a ver a las niñas, todas dormidas y dobladas temblando de frío –o si no, por las pesadillas– y entonces se dio cuenta de que, de hecho hacía frío y se frotó los brazos contra el cuerpo para calentarse con el simple suéter azul del uniforme.¿Cuál era el primer paso del plan? , ah sí, ir hacia la enfermería en la mañana
Se volvió hacia Mariana que era la que estaba más cerca de ella y le sacudió el hombro para despertarla.
—Mariana, Mariana despierta– dijo— ya es de día, hay que despertar a las demás—.
—Ajá— ronroneó la joven.
Mariana incorporándose se puso los lentes para hablar.
—Niñas despierten, ya es de día— tocó el hombro de Fernanda mientras lanzaba un gran bostezo.
—Yo ya estoy despierta— contestó Laura. Mariana se arrodilló y gateó hacia Nina para despertarla.
—Nina, despierta, ya amaneció– la chica no se levantaba así que Laura gritó—¡Nina!— entonces se despertó de golpe.
—¡Auu! ¿Qué clase de ser tan cruel eres para hacer eso?— dijo tallándose los oídos con irritación.
Todas se levantaron y se estiraron los miembros para terminar de despertar. Nina, por su parte, aún sentía un poco de dolor en la rodilla y los brazos, pero las cortadas –algunas– ya empezaban a cicatrizar. Laura se apoyó en Nina para ponerse de pie al sentir dolor en su tobillo izquierdo, el cual, que al parecer, sí se había doblado.
—¡Auch!— chilló cuando se levantó— niñas, creo que... sí me doblé el tobillo
—¿Y ahora qué hacemos?— preguntó Fernanda tomándo su frente con su mano izquierda.
—Laura, ¿puedes caminar?— se acercó Mariana y la tomó del brazo mientras ella se paraba en un pie.
Intentó dar un paso pero enseguida el dolor la alcanzó.
—No, no puedo— contestó negando con la cabeza. Ahora se sentía una inútil por no poder caminar.
—Tienes que quedarte aquí mientras nosotras vamos a la enfermería por un botiquín— dijo Nina a su lado— no puedes tomar el riesgo—.
—Pero no quiero quedarme sola, ¿y si viene un zombi?— el pánico había cruzado levemente su ojos mieles.
—Yo me quedo contigo si quieres Laura— se ofreció Mariana.
—Yo también— se encogió de hombros Fernanda— La verdad, todavía es muy temprano y no quiero bajar
—Entonces vamos Clary y yo— concluyó Nina mirando a Clarisa y ésta asintió.
—Lo siento...— dijo Laura viendo a Clarisa y Nina.
—No es tu culpa— la reprimió inmediatamente Nina y después le dedicó una ligera sonrisa— Gracias a ti no me comieron los zombis, en verdad fuiste muy valiente
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El ambiente en la biblioteca se encontraba muy silencioso. Los tres chicos dormían tranquilamente, como si afuera no hubiese ningún peligro. Entonces se escuchó un fuerte sonido, como de un mueble de madera chocando con otro y Carlos despertó; volteó hacia todos lados pero no vio nada así que volvió a recostarse en el rojo sofá.
¿Qué habrá sido?... será mejor que despierte a Pollo y a Nohemi
Volteó a ver a Pollo, quien estaba recostado sobre su brazo derecho y el otro rozando el suelo, después a Nohemi; estaba hecha un ovillo en el sofá. Le recordaba a Carlos a un conejito acurrucado en el césped. De esos que había visto varias veces en sus días de campamento.
—¡Oigan dormilones!— exclamó haciendo un altavoz con sus manos— levántense, ya amaneció—.
Nohemi y Pollo se incorporaron perezosamente tallándose los ojos. Nohemi cepilló un poco su cabello con los dedos y lo trenzó de forma sencilla.
Volvió a oírse el sonido estrepitoso y definitivamente los tres lo escucharon. Inmediatamente se pusieron alerta.
Por un largo rato, el silencio era tal, que se escuchaban las respiraciones de todos. Entonces salió a la vista: la bibliotecaria.Adriana
Iba corriendo hacia ellos. Rugiendo. Babeando. Hambrienta. Ahora era una de ellos.
Parecía extraño pero era muy veloz. Debía ser por el hambre. Salieron corriendo hacia los libreros, el lugar más lejano de donde estaba Adriana/Zombi.
—¡Hay que lanzarle libros!– sugirió Pollo. Los otros dos no hicieron objeciones y arrancaron los libros de los estantes para lanzarlos. La mayoría lograron golpear a Adriana y retenerla mientras ésta los golpeaba. Los lanzaba a cualquier lado y seguía corriendo cual animal hacia ellos.
—¡Síganme, tengo una idea!— gritó Carlos corriendo hacia el final del estante y los otros lo siguieron.
Corrían en zig-zag entre los altos libreros hasta que llegaron al último. Para esto ya le habían tomado ventaja a Adriana, quien los seguía de lejos y estaba en el antepenúltimo estante. Entonces Carlos dio la orden.
—¡Empujen!—por un segundo Nohemi y Luis se quedaron dudando pero enseguida captaron el plan y se lanzaron al librero. Les tomó tan solo tres empujones, cuando Adriana llegó al penúltimo estante, para tirar el librero; que tiró al otro; que aplastó a la zombi y siguieron cayendo como piezas de dominó.
—¡Aaaaaaa!— chilló Nohemí con una combinación de alegría, susto y alivio— ¡lo logramos!— dijo y abrazó a ambos chicos.
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Durmió con las tijeras de jardín abrazadas a él por si fuera necesario. El día anterior había intentado marcarle a alguien, a cualquiera, pero no había señal. Había intentado enviar un mensaje por correo pero los mensajes no salían y lo mismo pasaba con Facebook. Estaba solo y no podía pedir ayuda así que tendría que salir y buscar a los demás, conocidos o no.
Elí despertó con un solo pensamiento en la cabeza. Zombis. Mil maneras de matarlos, de escapar de ellos. Sería más fácil matarlos si tuviera armas, pero en el colegio, obviamente no habría.
Tendría que usar su ingenio para arreglárselas.
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Apocalipsis zombi... ¡¿En mi escuela?! © [#CsApocalypticInfinitLove]
Ciencia Ficción~•PRIMERA PARTE•~ ¿Qué harías si en un día normal de escuela apareciera un virus que mata a prácticamente todos tus compañeros o los convierte en zombis en un solo día? ¿A dónde irías? ¿En quién confiarías? San Felipe el Real, un internado...