Capitulo 10

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Un mal final conduce a un buen inicio

No sé como sucedió, no sé cuándo ni por qué... pero simplemente pasó.
El cielo esta de color rojo, la naturaleza perdió sus tonos claros, el olor a muerte en casi todas partes... y no podía evitar sentirme observada todo el tiempo. Algo me estaba inquietando mucho, tanto que me costaba recordar cómo eran las cosas antes de que todo se viniera abajo.

Estaba subiendo el camino de una montaña, donde había una cueva en lo más alto. Pensaba que refugiarme allí sería buena idea así que caminaba lentamente. Con volar seguramente llamaría la atención. Al llegar me dio un gran escalofrió. La cueva era muy oscura y fría. Pero no podía quejarme, supongo que era lo mejor que había encontrado, no creo que a nadie se le ocurriera buscarme aquí. Entre con cuidado, era tan fresca y callada...
El miedo me detuvo al oír sonidos raros, como si algo estuviera comiendo algo... o alguien. De inmediato, salté a esconderme detrás de unas rocas y unas pequeñas plantas con hojas grandes. Vi pasar una dragona rosada con la boca llena de sangre. Parecía ser reciente y mucha, las gotas caían al suelo. No sé que me daba más miedo, de todo su espantoso aspecto. Sus largos cuernos puntiagudos, sus dientes y garras sumamente afiladas y manchadas de sangre o su desquiciada mirada. Mi sangre se heló y me paralice al ver que dirigió de repente su mirada hacia donde yo me escondía. Al instante me acurruque lo más pegada al suelo posible, sin hacer movimientos bruscos y manteniendo la respiración. Ella se acercaba con pasos lentos, olfateando en dirección a mi escondite improvisado.

Sentía que mi destino estaba marcado cuando estaba acercando su nariz entre las hojas, buscándome. Para mi suerte, un oso corrió asustado afuera de la cueva. Una sonrisa macabra se formo en su rostro y salió volando a perseguirlo. Fue obra del destino o pura casualidad, como fuera me había salvado por muy poco. Me levante y me adentré más. Al llegar al final, un pequeño cristal azul iluminaba el oscuro lugar. Un agradable tono azulado iluminaba la cueva. Me impacte al mirar a un lado un dragón gris en el suelo con el estomago y pecho devorado, sangrando y con las tripas afuera. Seguramente eso explicaba la sangre de la dragona rosada. Pobre dragón, para empeorar las cosas seguía con vida. Moribundo y en las ultimas, no había nada que pudiera hacer. Pensaba en que podría acabar con su sufrimiento, eso sería algo mejor que sufrir lentamente. Verlo respirar con la mirada perdida era algo que no cualquiera podría soportar. Estaba por hacerlo, hasta que noté que estaba mirando una pequeña hoja verde que parecía como si se arrastrara hacia él. Me acerqué y vi que tenía un símbolo extraño, como si fuera una pequeña bola de fuego con un ojo. No sé porque pensaba que podría funcionar pero mordí con cuidado la hoja y se la acerqué a él. Apenas estuve a su lado la hoja voló y se pegó a su nuca. Me tomo por sorpresa, no esperaba eso aunque sospeché por el símbolo, sin duda la magia tenía algo que ver en esto. Retrocedí y mire con atención. Primero unas hojas verdes cubrieron su parte "faltante" de su pecho. Su respiración empezaba a normalizarse poco a poco mientras las hojas se desprendían de él y se volvían cenizas. Era increíble, sus heridas habían desaparecido. Su mirada cambió, parecía aliviado. Finalmente se había recuperado, pero no se levantaba. Algo le pasaba a sus patas ¿Las tendrá rotas? No sabía qué hacer ni decir.

Feralas: He...hey. Muchas gracias.

Me dijo el dragón. No le pregunte su nombre pues seguro ya había otros que lo conocían. La hoja comenzó a sacar raíces que se movían desde ella y se dirigían hacia sus patas, que se aferraban y las rodeaban en forma de espiral y se detenían al llegar a sus garras. Luego de unos segundos, logró a duras penas ponerse de pie. Sin dudas sus huesos estaban rotos y las raíces lo ayudaban bastante. Era asombroso, jamás había visto o pensado algo igual. El mostró una sonrisa y me habló.

Feralas: Me sorprende ver a una pequeña dragona azul en estos lugares.

¿Pequeña? No sé porque lo dijo si seguramente solo era 2 o 3 años menor que él. Como sea, no podía evitar no mirar esas raíces.

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