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Sus ojos azules me aprisionaron de nuevo, su penetrante mirada le restaba una seriedad molesta a mi trabajo.

Había escuchado hablar de ese hombre durante mucho tiempo, lo había visto sonreírle a todo el mundo mientras aquella mujer de ojos azules le sostenía el brazo con fuerza como un intento vano por hacerse notar a su lado.

Ella era su esposa, pero parecía más bien una niña descarrilada, sus ojos brillaban llenos de lágrimas mientras él conversaba con alguna otra chica atreviéndose a coquetear con ella sin importarle a quien tomaba del brazo, ciertamente era un descarado, tenía muchos adjetivos para poder describirlo y carismático era parte de ellos, no era como si me molestará ser reflejada en sus ojos así como tampoco me molestaba cuando asistía a la boutique sin su delicada esposa.

-El moño me gustaría de color rosa.

Agregó cuando me vio tomar el listón blanco entre las manos sin dudarlo.

¿Rosado? ¿Acaso era su aniversario o tal vez le daría ese regalo a otra mujer?

-Con gusto.

Tomé el listón rosado con mil preguntas en la cabeza y el sentir su mirada sobre mí me daba una arrogancia increíble, se trataba de mostrar como la monstruosidad de su carisma no me afectaba de ninguna manera. Terminé de envolver su paquete, le dedique una sonrisa falsa y él me tendió una tarjeta de crédito, tomé la terminal hice el cobró y de pronto habló de nuevo.

- ¿Te gusta trabajar aquí?

Lo miré de reojo deseando terminar la transacción.

-Me agrada.

En realidad odiaba ser una simple vendedora de boutique, sin embargo ese era mi castigo por haber despreciado tanto a los vendedores.

- ¿Te agrada?

-Sí -le dediqué otra sonrisa falsa.
No necesitaba contarle mis problemas o cómo es que terminaba deseando volver a casa cada noche luego de trabajar, a mí no me inspiraba confianza, estaba casado y tampoco me interesaba se una de sus tantas conquistas platónicas.

- ¿No te agrada hablar con los clientes?

-Me dedicó a hacer mi trabajo -volví a plantar una de esas patéticas sonrisas en mi cansado rostro.

- ¿No deberías hablarme sobre nuevos artículos, descuentos o algo por el estilo?

-Estamos a punto de cerrar, señor, yo quiero irme a casa y probablemente usted debe hacerlo, sí quiere a alguna otra empleada con las facultades para mostrarle artículos nuevos 10 -indique con las palmas extendidas-, minutos antes de cerrar, entonces no debería estar hablando conmigo sino solicitar a alguna de mis compañeras.

La transacción había terminado, el recibo estaba impreso y ahora me restaba una firma suya para terminar con mi tormento. Le tendí papel y pluma golpeando mis uñas contra el mostrador para demostrar como la impaciencia me estaba destruyendo.

-Quiero ver la nueva línea de perfumes.

No pude evitar poner los ojos en blanco, pero no estaba dispuesta a dejarlo hacerme enfadar.

- ¿Dana? -dejo de limpiar el escaparate y me miro con una sonrisa.

-El señor Presley quiere ver la nueva línea de perfumes, ¿se la puedes mostrar, por favor?

-Claro -sus ojos brillaron y pronto dejo lo que estaba haciendo.

-Fue un gusto, señor Presley.

Le di la espalda, y me dispuse a buscar mis cosas.

Él era engreído, demasiado para mi gusto y mientras el aire de la cuidad me abrazaba por la espalda decidí reírme para mí por estar tan enfrascada en él, probablemente no era diferente a las otras chicas de la boutique, después de todo él también era capaz de hacerme pensar en sus ojos, su porte y esa sonrisa descarada. El chillido de los frenos de un automóvil me hizo voltear, ahí estaba él, bajando del automóvil con unos lentes oscuros a pesar de que el sol de había ido ya hace bastante tiempo.

-Alguien perdió la playa -no me sentí cohibida por estar bromeando.

Se rió retirando las pesadas gafas oscuras de sus ojos.

-Se le llama pasar de incógnito -sus ojos azules a juego con esas pestañas ligeramente rizadas me hicieron morder mi labio inferior-. ¿Puedo llevarte a casa?
No pude evitar dedicarle una sonrisa pícara. Estaba a las ocho de la noche mirando a una mujer cuya irreverencia lo había llevado a tardar al menos 20 minutos no deseados con una chica dispuesta a mostrar cualquier cosa dentro de la tienda incluyendo su ropa interior.

- ¿Llevarme a casa? -intentaba mantener la mente en blanco para no soltar una sonora carcajada.

-En agradecimiento por haber puesto un moño de color rosa en mi regalo.

- ¿Me dará una recompensa por hacer mi trabajo? Vaya, realmente adoro a los clientes como usted -el sarcasmo era terriblemente notable-. Diga la verdad señor Presley, usted busca conmigo lo mismo que con el resto de las mujeres a su alrededor.

-En realidad no busco lo mismo con todas -ese destello de perversión en sus pulcros ojos azules me convenció de sus intenciones.

-Podría dejarlo llevarme a casa, pero su esposa probablemente lo reprobaría.

-Mi esposa debe estar dormida ahora, ella no acostumbra a trasnochar, no le agradan las bolsas causadas por las ojeras.

-A mí tampoco.

- ¿Entonces puedo llevarte a casa?

-Usted ni siquiera se ha tomado la molestia de preguntar mi nombre.

-No hace falta, lo he visto en tu gafete.

- ¿En serio?

-Claro, Marie Liney.

Sonreí de lado, él imitó mi gesto con cierto grado de arrogancia, realmente era guapo, sus ojos azules y pestañas semi rizadas le daban un encanto especial.

-Debería volver a casa para mimar a su esposa embarazada.

-Lo sabes.

-Envolví el regalo -negué sin borrar la sonrisa de mi rostro-. Me está subestimando señor Presley.

-Lo siento, y en disculpa quiero llevarte a casa.

-De acuerdo.

Nunca me creí capaz de aceptar la invitación de un hombre como él, subir a su auto no era diferente a subir el auto de alguien más. Mi casa estaba un par de cuadras de la boutique, podía caminar sin problema alguno, pero también me agradaba su atención, la atención de todos los hombres me hacía lucir fantástica.

-Este es el lugar.

Se detuvo frente a mi bello edificio, su cara fue de extrañeza.
-No necesitas mentir sobre donde vives.

-No lo hago.

- ¿Cuánto ganas por trabajar en esa boutique?

Había escuchado esas palabras un par de veces, era complicado explicar como eran las cosas en mi familia.

–Aquí vivo, lo invitaría a pasar pero no me parece una buena idea.

– ¿En serio? Puede ser una buena idea –se mordió el la io inferior.

–Quizá, pero no hoy.

–Prácticamente me estoy invitando a pasar, mientras tú me rechazas –puso una mano en su pecho fingiendo indignación–, auch.

–No soy como la mayoría de las chicas, señor. Esperó tenga eso en mente esta noche.

Bajé de su automóvil, alejándome con tranquilidad mientras me despedía mirando sobre mi hombro, al atravesar las puertas de mi edificio tuve por seguro que mi vida estaba a punto de complicarse más de lo debido.

Ojos azulesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora