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El vestido me parecía demasiado, el maquillaje me parecía demasiado, todo me parecía demasiado en comparación con las ganas de ir a esa cena para toparme con la familia de Aaron o con Elvis, estaba completamente acorralada por Elliot y a menos que reuniera el valor suficiente para confesar la verdad sobre mi aventura.

— ¿Estás lista? —preguntó apareciendo en la habitación con un smoking muy elegante que hacía lucir sus hermosos ojos verdes tanto como lo pálido de su piel y el pelirrojo cabello.

—No lo sé, pero tú estás perfecto.

Mmh, cumplidos antes de la cena, eso me pone muy feliz.

—Bueno, supongo que debo tener cuidado.

Me dio un beso en la mejilla, para luego acunarme entre sus cálidos brazos.

—Soñé contigo —murmuró en un tono ligeramente bajo mientras mi cabeza se acoplaba a su pecho—. He soñado contigo varias veces, pero esta fue muy especial.

— ¿Por qué?

—Es un sueño algo antiguo —respondió—. Era cuando estabas con ese chico Weston.

—Claro, a él le gustaba regalarme cosas.

—Sí. Él te dió un lindo collar falso que me encantó, lo usaste en una de las galas y esa noche todo fue desastroso, tú vestido terminó roto y manchado de vino tinto, el collar estaba destrozado mientras tú llorabas, e intenté unir todas las piedras para arreglarlo.

—Fue cuando descubrimos que era falso.

—Sí. Te soñé después de esa noche, miraba tú collar, auténtico esta vez, con el vestido que en realidad querías usar esa noche y un anillo en tu dedo —guardó silencio por un momento que me permitió escuchar el latido de su corazón—. Antes de volver de Brazil vi a una chica con el mismo collar, tenía la foto muy clara de mi sueño y entonces aquella noche decidí que quién debía poner un anillo en ese dedo era yo —sostuvo mi mano—. Hoy decidí materializar mi sueño.

— ¿En serio?

—Sabía que el vestido de esa noche lo había comprado tu abuela, sabía que ella te había llevado personalmente y también, recuerdo que fue su último regaló —me soltó para ir directo al armario, regreso con un vestido resguardado por una bolsa, un vestido azul cielo idéntico al que mi abuela me había obsequiado. Me acerqué paso a paso tomando el vestido entre las manos—. Y este collar me demostró que haría cualquier cosa por ti —la caja me dijo todo.

—Yo haría todo por ti —le di un beso en los labios bastante profundo, saboreando cada caricia. Él era todo lo que necesitaba. La debilidad me abandono mientras su vestido me abrazaba, la idea de estar juntos toda la vida podía resumirse con la belleza del anillo en mi dedo y aquel collar solamente era capaz de recordarme cada segundo de nuestra aventura llamada vida, estaba lista para ir a esa cena, estaba lista para darle la cara a cualquiera y continuar con mi plan de amar a Elliot hasta la muerte.

Me tendió un brazo como buen escolta para llevarme hasta el auto y amenizó el viaje con una agradable charla sobre su trabajo y las posibilidades de nuestra luna de miel sin pensar en una enorme boda para dar satisfacción alguna a nadie.

—Incluso podría vestirme de negro para completar la parodia.

— ¿Y yo debería ir con pantalones cortos?

—Es una buena idea.

El sonido de la hermosa mansión al final de la calle justo en el centro de todas, la más grande, la más exuberante, el sueño de todo el mundo.

Woo —solté en cuanto las puertas se abrieron frente a nosotros por dos hombre uniformados como algún tipo de cadetes.

—No me quedé corto.

—Y tampoco fuiste modesto.

La mansión era un verdadero espectáculo, los autos estacionados a un lado de los jardines en una perfecta hilera solamente hacía parecer aquello un sueño. La fuente justo frente a la entrada en donde nos esperaba otro empleado con el mismo traje de cadete era en verdad hermosa.

— ¿Y conoces a toda esta gente pretenciosa? —le susurré a Elliot al oído antes de ser recibidos por los anfitriones.

—No —repondió entre dientes sonriendo para su jefe.

—Bennett.

—Señor Mortimer.

Se dieron la mano con firmeza como cualquier hombre de negocios hace al presentarse, al despedirse o cerrar un trato.

—Le presento a mi prometida —me miró antes de dar nombre alguno mientras le informaba que por esa ocasión podía dar mi nombre completo—. Marie Liney Williams.

— ¿Williams? Tal vez he escuchado de su padre un par de veces.

—Puedo apostarlo —le sonreí mientras me beso la manos.

—Es una linda chica Bennett, hazla feliz.

—No pienso hacer menos señor.

Su esposa no emitió palabra alguna y de un paso a otro los bellos acabados de la casa.

—Elliot, de verdad estoy cautivada por este lugar, solamente mira las pinturas —dije caminando como si se tratase de una carrera contra reloj—, esto parece un museo antes que una casa.

—Cariño, prometo comprar una como esta en cuanto tus padres nos den tu herencia —se burló.

Oh no, esa herencia será para zapatos.

Intentó no soltar una carcajada mientras nos conducía al interior de la casa en busca de un par de bebidas, cuando las copas de Champagne se encontraban entre nuestras manos y la música tenía el volumen suficiente para dejarnos compatir algunas palabras decidimos mantenernos cerca de las escaleras para hablar sobre las celebridades invitadas, el crecimiento de la compañía en dónde él había comenzado su propio legado con el respaldo de su padre (que finalmente terminaría por cederle el trono en cuanto estuviera preparado).

—No puedes imaginar cuánto he trabajado desde la universidad para tener mi empleo actual.

—Si es tanto como mi trabajo en la boutique entonces podría comprender con facilidad.

—No, tú trabajo fue por mucho más arduo.

—Me enseño muchas cosas, iniciando por el valor de las personas —le dedique una sonrisa—, en un inicio todos solían odiarme.

—Y terminaron por amar mucho de tu personalidad.

Negué un par de veces antes de notar el silencio a nuestro alrededor, las personas se habían quedado completamente petrificadas mientras el señor Elvis Presley desfilaba en una línea recta que se abrió justo frente a la puerta dejando las escaleras divididas y a mí completamente expuesta. Sentí aquellos ojos azules posarse sobre mí con fuerza mientras una de sus manos se deslizaba con cuidado por la cintura de su esposa que sostenía entre mantas blancas a su bebé.

—Te tengo una sorpresa —musitó Elliot tomando mi mano—. He tratado con el señor Presley —daba pasos al frente para ir directo a donde se encontraba saludando a un par de invitados—. Puedo conseguirte un autógrafo en cuestión de segundos.

Amor, no...

Mi súplica llegó demasiado tarde, y se desvaneció antes de cambiar esa mueca extraña en mi rostro por una sonrisa.

—Señor Presley, tal vez no me recuerda, soy Elliot Bennett.

—Claro, ayudante de Mortimer.

—Así es —respondió convencido de hacer realidad uno de mis sueños de chica fan—. Y ella es mi hermosa prometida Marie Liney Williams.

Tomó mi mano sin quitar sus ojos fríos de mí en ningún momento.

—Es un gusto, señorita —me soltó para acercar a Priscilla a él—. Supongo que ambos conocen a mi esposa Priscilla Presley.

—Ninguna revista puede hacerle justicia —dije intentado atenuar un poco el rubor de sus mejillas.

—Gracias —habló con cierta timidez—. Oh, y ella es nuestra hermosa Lisa Marie Presley.

La carente expresión de Aaron no me dejó helada, fue el escuchar aquel nombre que era capaz de inmortalizar 9 meses de todas nuestras vidas.

Ojos azulesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora