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—Estás bromeando —dije al instante sin intentar comprender sus verdaderas razones.

—No.

Sentenció mirando de nuevo la hija frente a él, después de todo planear una boda no era tan fácil como lo había imaginado, pensar en los invitados siempre traía la misma pregunta a nuestra conversación.

—No deberían ir —pronuncié con cierta timidez.

—Sí, deben —levantó una ceja como si pudiera lograr algo con ese gesto.

—Su presencia solamente podría arruinar todo, y no estoy dispuesta a dejarlos arruinar esto. 

—Son tus padres, cariño. 

—Y no por eso son capaces de tener el corazón en la mano y dejarme ser feliz. 

—Liney —me reprendió como si pudiera hacerme cambiar de opinión.

—Elliot —respondí con el mismo tono de voz—, ellos no van a ir —bajé la mirada sin intención alguna de ceder en aquella discusión que apenas comenzaba. Él estaba a punto continuar con discusión cuando el sonido de alguien al otro lado de la puerta no le dio oportunidad de formular su siguiente argumento.

Me atreví a dedicarle una sonrisa antes de darle la espalda, y la expresión me cambió por completo borrando todo rastro de aquella sonrisa al saber quien se encontraba al otro lado de la puerta. Sus ojos azules me petrificaron por completo.

— ¿No vas a invitarme a pasar? —preguntó con cierta prepotencia intentando mirar al interior del lugar.

—No me gustaría.

—Entonces puedo pagar el lugar, pero no entrar—el sarcasmo en su voz me golpeo por un par de segundos e incluso ligeramente ofendida me mantuve en la misma postura. 

—Puedes dejar de pagar cuando quieras.

—Estoy al tanto de eso. La deuda de la boutique está completamente liquidada y el departamento será desocupado en un par de días, ¿Cierto? —Se cruzó de brazos—. Liney, soy tu padre y no puedes dejarme fuera de tu vida.

—No soy uno de tus negocios, soy una persona y como tal tengo las facultades para mantenerme lejos de quien deseo.

—Déjalo entrar —dijo Elliot a mis espaldas reposando una de sus manos en mi hombro—, quiero hablar con él. 

Muy a mi pesar le dirigí una última mirada al hombre en el corredor, me hice a un lado cediendo el paso a la altanería personificada. Caminó a lo largo del departamento dejando reposar su figura en el último sillón mientras se acercaba cauteloso tomando mi mano con delicadeza.

— ¿Qué haces aquí? 

—Hola, señor. He querido hablar con usted desde hace tiempo, me parecía algo elemental compartir mis planes sobre el futuro con su hija. 

La formalidad de sus palabras, esa tranquilidad, esa manera de disfrazar su impaciencia con serenidad me dio las armas suficientes para ir directo al punto.

—Estamos comprometidos —afirmé sin titubear en ningún momento. 

Mi padre bajo la mirada con cuidado, al instante pude averiguar cual era su reacción no estaba molesto, esa era una palabra muy pequeña para descubrir su pesar admiré como toco el puente de su nariz con fuerza, por alguna razón aquello logró intimidar un poco a Elliot obligandolo a sostener mi mano con más fuerza de la necesaria, deje de guardar silencio para comenzar a enfrentarlo.No quería aguantar cada uno de sus reproches sobre todo cuanto hizo por mí y cómo era una mal agradecida. Él me había enseñado a jugar con los sentimientos de otras personas y no preocuparme por las consecuencias.

—No estás invitado mi madre tampoco y no debes preocuparte por los gastos o algún tipo de regalo.

— ¿Qué idiotez estás diciendo? 

—Ninguna, estoy informándote de mis próximas decisiones —le respondí intentando brindarle la tranquilidad suficiente a Elliot—. No te quiero aquí y no te quiero en mi vida. 

—Eso será algo complicado si quieres seguir viviendo de mi dinero —esbozó media sonrisa.

—No quiero tu dinero, no lo necesito más.

Levantó la barbilla pasando un par de dedos por el filo de su rostro sin retirar sus ojos de los míos intentando intimidarme.

—Escucharte no me altera, espero que el amor pueda darte la vida que acostumbras.

—No debes preocuparte por eso Edvard —le respondió Elliot sin titubear—. No está sola, está conmigo y soy completamente capaz de responder por ella, también soy capaz de darle un vida mejor, lejos del confinamiento de este departamento y lejos de la soledad.

— ¿De verdad? Mi pequeño Elliot, tal vez no eres capaz de recordar cuánto es capaz de gastar en un simple vestido...

—Lo estoy, la conozco desde siempre y podría apostar contra usted por lo bien que la conozco. No puedes prevenirme de ella.

Tomó un poco de aire comenzando a removerse en el asiento concierta incomodidad. El silencio creció sin obstáculo alguno mientras su mirada buscaba otro punto para atacarnos.

Oh, Liney no eres consciente de cuánto poder tengo sobre ti, sobre tu vida, de cómo puedo usar mi influencia para hacerte desear estar en el infierno antes de continuar con tu vida —volvió a murmurar dejando el sofá.

— ¿A eso le llamas intimidación? Por favor. No te tengo miedo, y si quieres hacerme daño, adelante, ya había deseado estar en el infierno antes —me encogí en los hombros—. Si quieres arruinarme la vida, no necesitas demasiado esfuerzo, llevas 22 años de infelicidad, no te creo capaz de algo peor.

Sus labios formaron una línea recta mientras se esforzaba por no dejar caer la mirada. Nunca antes lo había visto de esa manera, pero tampoco pensaba ceder ante su mirada pérdida.

—A tu madre le va a doler no asistir a tu boda —ladeó ligeramente la cabeza.

—No lo creo, no puede preocuparle mucho la vida de una desconocida.

Asintió lentamente dando media vuelta directo a la puerta. Me lo imaginé volviendo la mirada solamente para mirarme sobre su hombro decepcionado del éxito no obtenido con mi crianza. No agregó nada antes de cruzar la puerta con paso firme, se alejó dejando un sabor ligero de victoria entre mis labios una vez que la puerta se cerró de nuevo.

—Esa mirada —pronunció Elliot con un hilo de voz.

—Estaba llena de ¿tristeza? No recuerdo cuando lo vi así antes.

—Tal vez nunca. Acabas de echar de tu vida a tu padre, eso debe tener alguna repercusión en él.

—Claro.

Me abrazo dejando un beso en mi mejilla. Era tan raro enfrentar a mi padre, nunca lo creí capaz de amenazarme de esa manera, pero no estaba ni un poco sorprendida, una parte de mí siempre esperaba algo diferente de él sin importar la seguridad que tenía de conocerlo. Justo en ese instante me quedé sin familia, pero la diferencia no era mucha a vivir con ellos.

Ojos azulesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora