—Gracias —le susurré Mientras me abrazaba. Su cabello rojizo me hizo cosquillas en el cuello, y antes de poder prevenirme me tomo por la cintura sujetando mi barbilla para obligarme a mirarlo.
—Arréglalo. Lo que tienes con el tipo de la boutique, arrégalo y vuelve a sentirte feliz con esa aventura.
Me quede en silencio. No era capaz de ocultarle mucho era mi mejor amigo, mi primer beso, mi primer amor platónico y me conocía mejor que nadie, el tener algún secreto debía ser un crimen.
—Es una aventura, no importa. Se va a terminar.
— ¿Y te lo repites cada mañana frente al espejo? —El suspiro pronunciado luego de esa pregunta lo dijo todo. Él sabía la verdad sobre mis sentimientos, entendía cómo despertaba cada mañana con los labios hinchados deseando volver a mi cama con él a un lado, deseaba dormir abrazada a su cuerpo, despertar solamente para ver como esos hermosos ojos azules parpadeaban por primera vez en el día y también me había imaginado cómo sería salir a pasear por los días con él tomando mi mano... pero lamentablemente Aaron le pertenecía a Marie, y Marie no era la protagonista del día a día como lo era yo—. Tú también debes gustarle mucho, deberían hablar pronto sobre la seriedad de su relación porque no parece algo casual.
—Lo es, es el rosa con un poco de purpura.
—Liney...
—Elliot, lo de hoy fue bastante lindo, la cena me agrado y descansar de Marie para volver a ser yo fue muy agradable. Espero verte pronto. Por favor, no olvides a la montaña, Mahoma.
—Nunca lo hago —me soltó acariciando mi mejilla derecha con los nudillos de su mano y de un manera casi mecánica hice lo mismo. Esas caricias siempre me parecieron un beso, lo estaba besando al final de una noche maravillosa, mi piel recorría la suya con delicadeza, tal vez nuestros labios no se tocaban, pero aun así esas caricias eran solamente nuestras, eran besos del fondo del alma—. Te llamaré después, prometo tener mejores planes para la próxima vez —tomó mi mano, deposito en beso en ella alejándose con lentitud como la noche.
Ahí estaba Liney de nuevo, mirando la soledad de calle, a pesar de vivir en un edificio hermoso, a pesar de volver cada noche exhausta de mantener una mascara, su vida parecía tener un poco de color, el dulce azul de la melancolía acompañada con un poco de rojo, el adorno perfecto para terminar con el doloroso frío de la vida. Elliot no solamente era mi mejor amigo, era mi alma gemela. Pasados un par de minutos mirando los faros alumbrando con gracia la acera me recordaron volver a la vida de Marie, a su deuda con la sociedad y la fantasía de tener a un hombre deseando estar con ella, una aventura de nueve meses y mucho desenfreno pasional. Subir las escaleras me hizo pensar en él tanto como en mi admirable condición física, sus ojos azules llenos de furia al dejarlo en los vestidores sin la promesa de volver a verlo esa noche, pero de alguna manera el incidente parecía marcado por el destino, su esposa debía tener poco más de cuatro meses de embarazo y todo comenzaba a terminarse, era bueno disfrutar nuestra infidelidad antes de reformar su vida, sin embargo, el dolor de perderle se quedaría conmigo, no podía evitar pensarlo cada mañana, no era mío, nunca lo sería, era mejor tener la realidad presente antes de perder el suelo y enamorarme de él.
—Estaba a punto de salir a buscarte —le escuché decir dando un trago a su copa de vino. Le vi apenas cruce la puerta, una lampara encendida y su cuerpo depositado en el sillón a un lado con la elegancia de un ruiseñor delataron su presencia tanto como su voz.
—Totalmente innecesario.
—Lo veo.
El silencio entre la puerta y la sala de estar era asfixiante, no tenía nada en mente para decirle, tampoco estaba dispuesta a disculparme aun cuando seguramente él lo deseará.
—Te espere por mucho tiempo.
—Las cenas no siempre son rápidas.
—Lo son para mí. Te sientas en la mesa, pones la servilleta en tu regazo y pasas los tres tiempos sin pronunciar palabra —arrastraba las palabras, podía no estar completamente ebrio aunque esa parecía su meta.
—Ya veo, sin embargo, en las cenas acostumbro a charlar con quien me invita eso me mantiene un poco ocupada entre bocado y bocado, al final termino por olvidarme un poco de la comida, justamente eso sucedió, además la despedida se alargo un poco.
Dejo el sillón de la estancia, la copa vacía cayó al suelo abriendo paso a sus estruendosas pisadas, me acorralo contra la puerta poniendo cada una de sus manos a un costado de mi cabeza, pegó su frente a la mía exhalando con fuerza para besarme con furia, restregó sus labios impregnados del sabor del vino contra mí, el enojo podía notarse en cada caricia abrazo mi cuerpo al suyo con fuerza sin darse tiempo para respirar, era un beso bastante largo acabo con todo su aire disponible y entonces se alejo poco a poco.
—No hagas esto, no puedo imaginarte con alguien más es impensable.
—Deberías... —coloco su dedo indice sobre mis labios.
—...tener en cuenta el trato, la duración... no quiero pensar eso ahora por favor. Solamente quiero estar contigo —me acarició el rostro hasta besarme de nuevo, sin tanta furia, sin demanda—. Por hoy, ¿puedes ser mía?
Entregarme a la locura era tentador, así mismo imposible, no era capaz de olvidar a la hermosa Priscilla cuidando del heredero Presley llevando consigo la felicidad más grande de todas.
—Por hoy somo tú y yo —respondí a su ruego con una mentira, tomé su rostro entre mis manos con ternura esperando bajar su rabia al menos un poco.
—Tú y yo —repitió tal vez sin poder creerlo—. Marie, ya eres parte de mi vida.
—No—dije con un tonó de desaprobación—, Aaron...
—Elvis.
—Aaron —le aclaré firme, sin prestar atención alguna a sus ojos llorosos—, yo no soy parte de tu vida, soy una ilusión, un pequeño escape de tu vida real, no soy nada en tu vida.
—Lo eres, lo eres, no me llames Aaron, no digas Aaron, llámame Elvis, soy Elvis Presley, estoy aquí contigo, soy real, soy tan real como tú y este sentimiento.
—No, Aaron —repetí deseando callarme, envolver todas las palabras con sus caricias para no pronunciarlas, guardar ese momento en mis memorias... no podía, no era capaz de alejarlo de su familia, de su hijo—. Esto no es real. Elvis Presley está casado, tendrá un hijo o una hija, está esperando con paciencia mientras cuida de su esposa.
—Debería irme —se apretó el puente de la nariz con fuerza, por un momento lo creía capaz de aplastar su tabique—... voy a rime.
—Buena decisión, llamaré a tu chófer.
—Gracias.
El dialogo se había terminado, las caricias, arrumacos y celos fueron despojados por la razón, preparé un poco de café intentando bajar su borrachera, el chófer no tardo más de 20 minutos llegando a tiempo, el café se había terminado, su coherencia volvió cuando las escaleras se nos acabaron y el recorrido de mi departamento a la puerta trasera del edificio se había terminado. El aire frío de la cuidad le hizo despertar por completo, sus ojos azules empañados me dedicaron un mirada dolida, miró el auto aparcado sin muchas intenciones de marcharse.
—Lo lamento —murmuró—. Olvida todo lo ocurrido, no volverá a suceder.
Asentí con media sonrisa entre los labios, me dio un pequeño beso y se marcho. No pude quedarme a ver como el auto desaparecía, la opresión de mi pecho me obligo a salir corriendo de vuelta a mi departamento, use el ascensor arriesgando la poca tranquilidad existente en ese instante, por suerte ninguno de los inquilinos se acerco a el, corrí por el pasillo derramando algunas lágrimas rebeldes antes de poder refugiarme al otro lado de la puerta. En cuanto pude me dejé caer sobre la cama, lloré contra mi almohada sin reprimir ni un gemido o sollozo, esa era una pequeña pieza del futuro revelada como parte de una advertencia. Así sería nuestra despedida, así iba a doler porque lo deseara o no, a pesar de ser la vida de Marie, Liney deseaba poder participar de esa aventura y hacerla durar por siempre.
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Ojos azules
FanfictionMe acabo de topar con esos ojos azules, tan bellos, tan radiantes como descarados, esa sonrisa envolvente, oh cariño, si solamente no estuvieras terriblemente comprometido, si pudiera decir todo cuanto siento. ♦ Marie ha trabajado en aquella boutiqu...