Ojos azules

10

— ¿Estás bien? —murmuró preocupado mientras me acariciaba con la mirada.

—Sí, lamento aparecer de la nada, necesitaba salir corriendo de ahí —escondí la cara entre mis manos avergonzada por no dar una explicación sencilla. No era fácil hablar de mi trato con mi familia mucho menos con mi padre a quien solamente podía considerar como una figura de autoridad y no de cariño. No había manera alguna de explicar que era parte de un trato, de un intercambio por algo valioso... nunca fui una persona para ellos.

— ¿Huir de quién? 

—Es... es una larga historia, no quiero aburrirte con ella, pero gracias por salvarme, eres mi caballero de armadura reluciente.

Sus manos se aferraron al asiento con fuerza, tal vez deseaba poder acariciarme o besarme, pero su compañía no lo permitía. 

—Debes estar ocupado y yo, te estoy quitando el tiempo.

—No, nada de eso, solamente tengo un par de cosas por resolver, puedes acompañarme si quieres, todo es menos aburrido en compañía.

—No, en realidad no quiero interrumpir nada o distraerte. 

—Tranquila, señorita, usted no podría distraer a este hombre cuando esta trabajando, es imparable en verdad. Disculpe los modales del señor Presley, mi nombre es Joe y estaría interrumpiendo un par de aburridos contratos que no requieren de mucha atención —me respondió el hombre en el asiento del copiloto.  

—Es un gusto Joe, mi nombre es Marie, de verdad me gustaría poder acompañarlos, pero no puedo, tengo un par de asuntos pendientes.

— ¿Tomando el cuenta la persona de quien huías? 

—Sí, me gustaría postergarlo para el siguiente siglo, aunque no puedo, lo siento mucho.

—No importa, lo superaré, siempre logro hacerlo, ¿no? 

Sus penetrantes ojos azules me reprocharon por lo ocurrido en nuestro último encuentro.

—Lo supongo, después de todo debemos afrontar cada paso difícil, y superarlo —le dije bajando la mirada al instante. Era necesario volver, afrontar a mi padre y hablar con Elliot para sentirme mejor. 

Con un gesto bastante despistado tomo mi mano como nadie fuera a notarlo, me acarició los dedo con los suyo y me dedico una sonrisa distraída cuando me atreví a mirarlo de nuevo.  

—No debo trabajar tanto como piensas, y cómo podría ser un buen caballero de armadura reluciente si no puedo llevarte a comer —sostuvo mi mano con fuerza como si no deseara dejarme ir, y también quería arreglar todo entre nosotros, no dejarlo de esa manera, como una hoja de papel al viento, al menos merecíamos poder decir adiós. 

— ¿Será algo rápido? —me mordí el labio inferior intentando ocultar un poco de mi ansiedad por volver a casa. 

—A la velocidad de la luz —me guiñó un ojo con media sonrisa mientras el auto continuaba en marcha. 

— ¿Y cómo se conocieron? —pregunto el hombre en el asiento del copiloto. 

—En la boutique. 

— ¿Boutique? 

—En donde suelo comprar mis regalos para Cilla —le aclaró mientras le tomaba el hombro con cierta risa fingida entre dientes. 

—Esa misma, de hecho fui yo quien envolvió el primer regalo para el futuro hijo o hija del señor Presley.

—Debes conocerlo muy bien entonces —giró su cabeza para observarme con cierto detenimiento—. ¿Eres una admiradora?