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Creí pasar muchas noches en vela, pero no había mucho en mi mente para dejarme sin sueño. Todavía podía reproducir aquella última sonrisa, con una tranquilidad inexplicable,  sentía como si pudiera extrañarle el resto de mi vida, como si no parará de sentir ese dolor tan agradable al haber liberado algo maravilloso, completamente consciente del error de mi felicidad al tenerlo a mi lado.

Intentaba mantenerme ocupada en algo para no pensar, pero cuando me quedaba quieta en realidad no pensaba, estaba en el presente, miraba a mi alrededor sin entender el verdadero sentido de mi vida como en el inicio de los tiempos, nada había cambiado y por el contrario todo se mantenía en su lugar como si los últimos nueve meses no hubieran sucedido. Aquella mañana en especial estaba intentado descifrar cómo me sentía pero no había lágrima alguna por derramar.  

— ¿Liney? —una voz al interior de mi cabeza me hizo incorporarme ligeramente intentando ordenar mi cabello antes de verle entrar a mi habitación. 

— ¿Cómo lo hiciste? —respondí intentando no reír antes de saludarle.

—La puerta estaba abierta —respondió introduciéndose por completo al interior de mi habitación con un par de bolsas en las manos y me dedico media sonrisa con el ceño ligeramente fruncido—. Bueno días.

—Hola, buenos días —le regresé la sonrisa incorporándome por completo buscando la hora en algún punto de mi pared—. Me he olvidado de cerrar la puerta —pronuncié sin estar segura de aquella acción.

—O tal vez alguien salió tarde de tu casa y olvidó hacerlo.

—Nadie ha salido o entrado a mi casa, lo habría notado.

—De acuerdo —se encogió en los hombros como si deseará creerme y no pudiera—. ¿Cómo estás?

—Bien, gracias... He tomado un par de turnos extras en la boutique para acumular descanso y aminorar la deuda. ¿Y tú?

—He estado bien, gracias. ¿Por qué pareces tan preocupada por tu deuda con la boutique? —inquirió relajando el semblante de su rostro.

—No estoy segura de cuánto tiempo tengo, desde la última visita de mi padre no he dejado de pensar en cómo voy a sobrevivir sin su dinero, técnicamente no sé hacer nada.

— ¿No vas a volver?

—No —respondí al instante—, te lo dije un par de días atrás.

—Lo siento, te imagine recapacitando.

—Lo hice, por eso he tomado esta decisión. Sería más fácil quedarme callada y continuar con la vida de una niña consentida, sin preocuparme por nada —me mordí el labio inferior con alguien de culpa por sentirme tentada a regresar—. Es no soy yo. Ya no quiero volver a esa vida, no cuando soy capaz de obtener mi libertad.

Una sonrisa sincera emergió de entre sus labios antes de tomar aire.

—Tal vez nunca te he dicho cuánto admiró ese espíritu rebelde tan tuyo —acercó el cuerpo al pie de la cama, dió un par de pasos en mi dirección tomando asiento a mi lado y sin soltar las bolsas entre sus manos me acarició una mejilla—. Me alegra ver cómo intentas obtener tu libertad. Puedes valerte por ti misma, no necesitas a tu padre.

Afirmó tan seguro de sí mismo, contagiando ligeramente su optimismo, no pude evitar sentir cierto alivio al escuchar sus palabras con tanta dulzura.

—Gracias, al menos no soy la única que puede creer en los milagros.

—Los milagros de verdad existen —afirmó sin titubear—, tú espíritu es parte de los muchos milagros de los cuales he sido testigo.

— ¿Mi espíritu? —cuestione sin comprender del todo.

Ojos azulesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora