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Una vez más tras el mostrador, no podía ver la hora de salir de ese lugar, con el mismo cliente desde hace una hora atrás sosteniendo las 4 camisas del mismo color, sin poder gritarle por tenerme ahí como idiota buscando la diferencia entre esas telas.

- ¿La primera me hará ver más interesante?

-Es lo más probable, señor -comente poniendo los ojos en blanco como lo hice doscientas veces antes.

Esa clase de personas tan pedantes me hacían desear salir corriendo, esperaba no haber sido de esa manera nunca antes porque de lo contrario de verdad me gustaría disculparme con quién me siguió la corriente.

- ¿Marie?

Giré la cabeza al instante buscando algún consuelo en la mirada de Dana, mi fiel compañera. Con una sonrisa de verdadera empatía se acercó hasta donde me encontraba.

-Aun no se decide ¿eh?

-Ni creo que lo haga -susurré-. Estoy a punto de golpearle la cara con todos estos ganchos.

Soltó una risa discreta. Ella siempre parecía tener la paciencia para lidiar con todas las personas que atravesaban nuestras puertas de cristal, sus ojos oscuros le regalaba una paz impensable a quienes se alteraban haciendo una tormenta dentro de un vaso, su amabilidad calmaba hasta el peor genio, incluso logró darme tranquilidad mi primer día de trabajo tomando fuerte mis hombros y con una sonrisa pronunció "Marie es un nombre hermoso". Hasta ese momento ella era mi única amiga.

-Yo voy a encargarme de este cliente mientras tu vas a los vestidores.

- ¿Vestidores?

Ladee la cabeza intentando comprender sus palabras.

-Eso dije, alguien pidió tu ayuda en especifico.

Me sentí verdaderamente sorprendida, nadie en esa boutique podía estar completamente satisfecho con mi trabajo, no era amable, no era amigable y mucho menos tenía una sonrisa en el rostro.

Dana me quito la ropa de entre la manos, gire lentamente sobre mis talones poniendo sobre mi panorama los vestidores, con pasos dudosos y llegue hasta la cortina.

- ¿Hola? -pronuncie casi susurrando. El misterio me tomo por las muñecas arrastrándome tras la puerta del ultimo cubículo, choco sus labios con los míos y me mostró esa sonrisa perfecta y brillante. Me quede en silencio sin la capacidad de reaccionar, ver sus ojos azules me hizo sentir como dentro de un sueño, no pude hacer nada, nos besamos una y otra vez sin tomar conciencia del lugar en dónde nos encontrábamos.

- ¿Qué haces aquí? -le susurré en un intermedio para tomar aire.

-Te extraño, necesitaba verte.

-Nos vimos hace dos días.

-Es mucho para mí.

La risa discreta entre ambos nos hizo dar un paso atrás, le miré por un segundos, con un traje sencillo y sus zapatos brillantes, ese era mi adorable Aaron, una parte de la enorme estrella que se ocultaba detrás, una parte que me pertenecía únicamente a mí.

- ¿Acaso tú no me extrañas?

-Yo puedo controlar mejor mis sentimientos, y trabajar siempre ayuda -me encogí en los hombros.

Negó con una sonrisa, y volvió a besarme. Adoraba tener sus suaves labios contra los míos, era una forma perfecta de hacerme olvidar la cruel realidad. Me acaricio las mejillas con una sonrisa discreta, su mirada se ilumino un poco y entonces me atreví a sonreír de vuelta.

- ¿Podemos irnos de aquí?

-Aún me faltan minutos para salir, para ser exactos 60 y de verdad deseo fugarme contigo.

Ojos azulesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora