Aquí Lo Dejo

¿Una cura? Al fin un respiro de alivio.

Tenía el corazón en la garganta, y el nerviosismo a flor de piel.
Mientras su cabello se sacudía bajo la influencia de el viento helado, repasaba mentalmente el plan y miraba el mapa desde el pequeño dispositivo que le habían dado. Se veía tan sencillo que era tenebroso. La idea de que fuese falso le estaba perforando la cabeza como un taladro. La idea de perder las esperanzas de Feliciano le estaba golpeando la cabeza como un fierro. La idea de seguir comunicándose con España a base de míseras cartas lo había hartado. No había otra forma de decirlo. Estaba completa y absolutamente cansado de TODO.

-Señor. Ya recibimos confirmación visual. Ellos tienen la cura del virus, y la señora April esta con ellos-. El suspiró ante esto ultimo. Pensaba que podría escaparse un tiempo mas de asesinarla, pero, aparentemente no.

-Vamos-. Dictaminó el castaño, pensando una ultima vez en su hermano. En España.

Antonio...

•••

Todos ellos caminaban lentamente por el inmenso pasillo, buscando el premiado antídoto. Hacia frío y el silencio resultaba una tortura.

-¿Donde dijeron que vieron ese dichoso antídoto?-. Preguntó el castaño italiano, volteandose a ver a sus compañeros.

-Emmm...-. Uno de los hombres sacó un pequeño control de su bolsillo.- En el pasillo, al final... A la derecha-. Los hombres suspiraron acercandose al final del pasillo, ahí, una monumental puerta de metal que aterrorizaba a cualquiera se erguía.

-Oh, diablos...-. Murmuró Italia tocando el frío metal-. No la abriremos por mas que intentemos e intentemos...-. Susurró. Su mirada pasó de lado a lado entre las millones de medidas que había que superar para lograr entrar. Claves digitales, lector de retina, lector de huellas digitales, una cosa extraña que Romano logró identificar. En fin. Un lío.

-Señor-. Los hombres se acercaron por la espalda al italiano, mostrándole un plano del lugar en el que se veía algo bastante interesante.

-¿Una tubería de ventilación?-. Preguntó Lovino, extrañado por la entrada tan obvia que habían dejado.

-Si señor-. Tomó el pequeño dispositivo.- Probablemente la única entrada aparte de esta puerta, solamente para usted. Me temo que, dada la estrechez de esa ventilación, si usted llega a quedarse trabado a la mitad, fuera de nuestro alcance, no sea capaz de salir-. Lovino pasó saliva nerviosamente. Era una posibilidad. Si.

-Pero aun así lo haré-. Dictaminó el itálico acercándose a una rejilla cerca de ellos, haciendo saltar a sus compañeros.

-Señor, considere bien las opciones y piense que esta por hacer. Si se queda encerrado ahí adentro no podremos sacarlo por mas que intentemos. Será el punto muerto para usted-.

-Y si no consigo ese antídoto, será el punto muerto de Feliciano y de su pareja-. Dijo sacando la rejilla de la cavidad y asomándose a ver. Ciertamente, era estrecho. Muy estrecho.

-¿Pero piensa anteponer eso sobre su seguridad? Fue por el que usted abandonó todo-. Roma suspiró.

-Si. Fue por el-. Comenzó, mirando a la apertura.- Pero ese hombre que esta muriendo en esa camilla, esta ahí por defender a Feliciano. Esta ahí por hacer algo que debí haber hecho yo. Yo debí haberlo defendido, y no solo ahora. Yo debí haberlo defendido en el pasado también, y jamás lo hice solo por que estaba resentido con el por que se llevaba toda la atención. Era mi culpa, por no abrirme y dejar que ellos me conocieran. Yo mismo los alejé y cayeron como moscas, y le tiré toda la carga a Feliciano haciendolo sufrir. Fui el peor hermano de toda la historia. Ahora, por lo menos una vez, quiero comportarme como su hermano mayor, aun su me cortan el cuello por esto, por que se que si lo hacen, será por que habré hecho una buena acción en toda mi estúpida vida-. El castaño suspiró, metiéndose en la tubería, dejando atrás a los dos perplejos hombres.