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A la mañana siguiente del pequeño accidente, pero por supuesto no tan temprano porque ese susto no me dejo dormir un rato, me encontré con Pete en la cocina y quise preguntarle lo de ayer.

—Pete, sobre lo de anoch-

—Shhh— dijo interrumpiéndome.— Mamá no sabe que Ryan vino tan tarde.

—¿Es tu novio secreto o algo?— dije, pero al ver la cara de asco me arrepentí de haberlo hecho.

Sin embargo, Pete se echo a reír como si le hubiesen contado el mejor chiste del mes.

—Ew, jamás estaría con alguien como él porque se parecía a mí en cierta forma. Tengo novio y él no sería capaz de entrometerse en mi casa a esta hora, eso lo haría yo. Además,— siguió corrigiéndome.— Ryan, no... No es del tipo de persona que la ves saliendo con un chico.

—¿No es gay?

—No es eso, le va lo que venga a él, si es solo para una noche o sin ataduras.

—No entendí.— admití.

—Simplemente no le gustar estar en pareja. Aunque creo que jamás lo ha estado, pero nunca lo vi siquiera decir "me gusta...", como si no tuviese sentimientos.— dijo él de lo más tranquilo.

Fruncí el ceño porque no me imaginaba a nadie que no quisiese querer y ser querido. Y también porque seguía sin comprender lo de "una noche".

No quise preguntar y quedar mal, porque parece ser que es algo común y no quería quedar mal ante él.

—¿Por qué hablas de mí tan mal, si antes eras igual?— dijo una voz a mis espaldas.— Y antes de que me reproches que salí, escuche que tu mamá tenía unos tramites hasta el almuerzo.

Pasó por enfrente mío para tomar una manzana y sentarse en la barra de la cocina. Reconocí por la voz que era Ryan, el entrometido de anoche.

Lo observé en silencio, deseando que no se diera cuenta de mi presencia. Tenía solo un pantalón deportivo dejando su trabajado abdomen, un pelo corto y rapado castaño chocolate, junto con unos ojos mieles.

No quería, pero debía admitir que era uno de los chicos más lindos que había visto en toda mi vida.

—No empieces, Ross.— dijo mi hermano.— Además, sabes que en el fondo tengo razón.

—Quizás, pero pensé que tu "familia"— resaltó aquella palabra de de manera burlona.—No tenía que enterarse.

—No lo escuches hermanito, cuando quiere puede ser realmente agradable.

—Uhm, sí. Yo mejor me voy y los dejo, em.... Sí, eso.— divague antes de tomar mi plato con cereal y leche, para irme al cuarto.

Cerré la puerta y decidí mirar algo de televisión. Busqué entre los muchos canales hasta encontrar algo que me interesara. Encontré uno en donde transmitían Tom y Jerry, por lo que deje el control remoto en el piso y me dediqué a disfrutar de mi desayuno.

—Oye.— dijo Ryan abriendo la puerta.

En un abrir y cerrar los ojos algo torpe, porque casi tiro mi cereal, apague la televisión.

—¿S-sí?— dije nervioso.

—Pete me dijo que te invitara a venir con nosotros y unos amigos más a, ya sabes, ir por ahí.

Tenía ganas de hacer algo que no fuera estar acá encerrado porque hasta que empezaran las clases en, alrededor de dos meses, no iba a tener ningún amigo o amiga.

Sin embargo, estaba seguro que no iba a encajar con ellos. Ellos eran muy... rudos, o al menos les gustaba aparentarlo. En cambio, yo no era capaz de hacerle temer en una mosca porque la gente me consideraba adorable.

No es que me quejaba de eso, estoy feliz de como soy.

—No gr-

—Como sea.— dijo cerrando la puerta.

Terminé de decir lo que quería, aunque él no esté para escucharlo. ¡Qué grosero! No había ninguna necesidad de dejarme con la palabra en la boca.

Encendí de nuevo el televisor, pensando que podía seguir viendo mis dibujos animados, pero nuevamente interrumpieron con la puerta.

—¿Ryan te comentó del plan?— me preguntó mi casi hermano.

—Sí, pero no... no estoy con ánimos de salir.

—¿Seguro? No te dejes intimidar, son buena gente.

—No lo creo, pero si quiero conocer a tu novio.— dije sincero, él rió.— ¡Diviértanse!

Lo saludé con la mano y él me dedico una media sonrisa, para luego cerrar la puerta.

Al fin a solas, me dispuse a seguir viendo uno de mis dibujitos favoritos.

b f b ;; rydenDonde viven las historias. Descúbrelo ahora