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No lloren por mí, ya estoy muerta

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No lloren por mí, ya estoy muerta

Entré a mi casa con algo de dinero que Matt me había dado del otro día, para ponerlo en una caja fuerte que había comprado para que mi padre no use lo que iba para pagar las facturas y algunas otras cosas. Él no sabía la clave, jamás se la dije pero aunque no era muy compleja, pero era obvio que con la cantidad de alcohol que en general llevaba en el sistema era muy poco probable que tuviera la suerte de poner el código correcto.

Para mi suerte, cuando entre estaba dormido, por lo que pude colocarlo sin problema y pasar por mi habitación.

Me quedé allí viendo los posters que había impreso cuando era más joven. Consistían en estrellas de rock en el escenario o quizás una banda completa... tenía fascinación por los momentos que capturaban aquellas imagenes. Agarre un trozo de cinta que corte con la boca y pegué uno al que se le había caído una de sus puntas, seguramente alguna noche de tormenta, puesto que siempre dejaba la ventana abierta de mi cuarto por cualquier cosa que pase.

Tomé mi cuaderno y me lo puse en la mochila, cuando sentí que mi padre despertaba a causa del ruido que por accidente hice al chocarme. Maldecí internamente porque sabría que tenía que pasar por uno de sus escándalos antes de que pudiera irme, si dejaba que me viera allí.

—¿Ryan? ¡Ry-aaaaan! ¿Dónde estás hijo?— dijo con su típico tono burlón de alcohólico.

Me quedé en el baño unos momentos, para que pase por delante mío y así correr. No es que le temiera a él, ya no. Sin embargo, no quiero que me dirija ni una sola palabra, no quiero arrepentirme de tenerle un poco de compasión como para mantenerlo.

Corrí fuera del baño, cuando escuché sus pasos dirigiéndose a su habitación, para después salir de la casa y montarme en mi motocicleta para irme a donde nos íbamos a juntar con los chicos.

Era un bar, nada fuera de lo común porque la mayoría del grupo había dejado de buscarse tantos problemas como yo. Y no era porque quería seguir así puesto que me gustaba esta vida, como la mayoría a excepción de Pete creían. Aunque de todas formas, prefería que tuvieran esa imagen de mí.

—Tarde como siempre, Ross ¡Siempre te haces rogar!— dijo Pete.

Todos en la mesa rieron mientras yo me sentaba.

—Lo mejor siempre está al final, par de simios.— les dije.— Veo que todavía no convences a tu hermano de venir.

—Cada vez que le propongo que se nos una, se resiste al instante.

—Y, si conoció a Ryan, quizás tiene la imagen de que todos somos tan malos como él.— dijo Joe.

Rodeé los ojos mientras llamaba a alguien para pedir algo de beber, puesto que ya todos se habían pedido lo suyo.

—Puede ser, al único que accedió conocer es a Patrick.

—Le va a caer bien, él también puede ser rarito cuando quiere...

—No hables así de ellos, Ryan.

—Perdón, pero estoy seguro que a tu novio no le caigo bien.

—Porque puedes comportarte como un idiota, Ross.— dijo Andy.— Pero tranquilo, nos sigues cayendo bien a todos.

Recibí mi trago y contuve mis ganas de arrojárselo en la cara.

Estuvimos un rato bastante largo hablando y riéndonos mientras tomábamos sin excedernos tanto porque varios conducían u otros porque no nos gustaba tomar demasiado al punto de estar emborrachados. Habrán sido algo así como tres horas hasta que cada uno se fue por su lado. Yo me fui a la casa de Pete, aunque él se iba a otro lado para dormir a su novio, me dijo que le había avisado a su hermano que iba a entrar por su ventana.

De todas formas, hoy tenía una pelea, por lo que hice una parada antes de llegar a la casa de los Wentz y treparme por el árbol hasta llegar a la ventana como a mí ya se me había hecho costumbre.

Para ese entonces, el niño no tan niño ya estaba completamente dormido y no se percató de mi llegada, a pesar de que por accidente me tropecé con una de sus cosas tiradas en el piso.

Fui al baño que tenía esa habitación para curarme un poco mas heridas que había tenido antes de dormir. Deje mi ropa en el cuarto ocupado, para luego hacer mi camino hacia la habitación de mi amigo.

No me quejaba en lo absoluto tener que dormir acá. La cama de él era bastante grande y cómoda, y ahora que la tenía para mí era como estar en un paraíso de un buen sueño asegurado.

b f b ;; rydenDonde viven las historias. Descúbrelo ahora